Casitas de colores (Medellín, Colombia)

Hay un lugar que, con poco esfuerzo, lo hace sentir a uno como si hubiera cruzado una puerta invisible hacia el pasado y estuviera caminando un día cualquiera por una calle en la década de los cincuenta, acompañado por las notas de los boleros de Toña la negra o de cualquiera de los cantantes de esa época que impregnaban el aire de melancolía.
En esta ciudad para regresar en el tiempo uno no necesita pasar por las calles del barrio Prado, bordeadas de antiguas casonas o detener la mirada en las pocas casas viejas de Boston o las poquísimas que van quedando en el centro.
También en los barrios donde viven los obreros de esta ciudad hay rincones que parecen haber detenido las horas para mostrarnos un viejo rostro que parece nuevo.

Comentarios

  1. Jaime Alberto Barrientos12 de julio de 2010, 12:19

    En realidad esto parece un pesebre, de esos que armábamos con ovejas de plástico y pastores inmóviles que siempre llevaban sobrero una oveja pequeña en sus brazos.

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