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Mostrando entradas de octubre, 2011

Fenómenos (Medellín, Colombia)

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Desde hace décadas en esta ciudad, en esta fecha, multitud de mujeres y algunos hombres salen con niños disfrazados, a recorrer las calles y en los últimos años a asediar y a concentrarse en los centros comerciales. Al parecer la pretensión manifiesta es recibir los dulces de todas las clases que les dan en los almacenes y cafeterías a los niños, pero es posible que también obedezca a una necesidad de la gente de ver sus deseos más secretos expuestos a través del disfraz del niño que acompañan. Otro más de esos fenómenos sociales que aparecen cada tanto en la historia humana y que tal vez responda al mismo impulso de cambiar por un rato la vida propia, gris y anodina, por una de fantasía y brillante, así sea cada año.

Ojo al gato (Medellín, Colombia)

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Aunque todavía a los gatos negros se les endilga cualquier cantidad de protervas y diabólicas intenciones en contra de los desprotegidos seres humanos, es bueno recordar como en el antiguo Egipto, que en estos tiempos se ha convertido en referencia obligada para sustentar cualquier creencia popular, se les consideraba sagrados. Pero, por si acaso, no se debe olvidar que en la Edad Media la gente pensaba que las brujas se convertían en un animal de estos y de este color en particular. De hecho la mirada de los gatos es turbadora y si esa mirada rodeada de oscuridad se fija en tus ojos y algo en tu interior se siente intimidado es mejor buscar una contra de inmediato. Desafortunadamente no conozco ninguna, así que si usted se abruma frente a un gato negro, busque, busque cuanto antes cómo protegerse.

Diablo rojo (Medellín, Colombia)

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En estos días cuando las supersticiones campean a su aire por las calles de viejas y nuevas ciudades, no se sorprende uno al ver un diablo rojo, de mirada maliciosa, paseándose a plena luz del día. Tal vez se refugia en la incredulidad de la gente y hace de las suyas sin que a nadie se le ocurra echarle a él la culpa. O es tanta la clientela para el negocio de los Infiernos que los tradicionales horarios nocturnos tuvieron que ampliarse para cubrir la demanda. De hecho al fondo de la fotografía se alcanza a ver lo que parece ser una fila de personas que tal vez esperan convertirse en futuros clientes de sus servicios. En todo caso mucho cuidado, que donde uno menos piensa salta un diablo rojo o de cualquier otro color.

Contra la corriente (Medellín, Colombia)

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Esta corriente de agua que atraviesa la ciudad de sur a norte arrastra siempre las sustancias más extrañas e indeterminadas. Sin embargo un hombre que no le teme a las consecuencias de su osadía draga manualmente el fondo para arrancarle unas cuantas paladas de arena. Parece una metáfora de la vida humana: una corriente interminable que intenta arrastrarnos y el hombre empecinado en ir contra el fluir del agua en busca de su tesoro particular, que en la mayoría de los casos se reduce a unos cuantos puñados de arena.

La caricia de las sombras (Medellín, Colombia)

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A la sombra de una cabina telefónica dos personajes de la ciudad se entregan a sus preocupaciones cotidianas. Podrían ser una madre con su hijo revisando un cuaderno de tareas. O un par de socios confrontando las cuentas de su negocio. A cualquier cosa puede obedecer esta escena que se desarrolla en El Centro de la ciudad, donde se dan cita todo tipo de personas dedicadas a las actividades más peregrinas. Todos cobijados, en uno u otro momento, por las sombras de los árboles, las palmeras o los edificios que es la manera más usada por la ciudad para acariciar a sus habitantes.

Los espíritus de la calle (Medellín, Colombia)

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En estas ciudades que ya miden su existencia en centurias, aparecen de pronto en sus calles unos seres que hacen referencia a otras realidades o dimensiones. Referencias al propio pasado, quizás a los años de mediados del siglo XIX, cuando los habitantes de la ciudad, que cubría a duras penas lo que es ahora el sector de El Centro, salían en tiempos de carnavales y de fiestas patronales disfrazados y en sus briosos caballos, espantando niños y acosando a las damas que se atrevían a salir a las calles por esos días. Hoy si uno se encuentra en una esquina alguno de esos espíritus del pasado, piensa que es un hombre bajo un disfraz y no se detiene a pensar en lo extraño del hecho, aunque lleve un atuendo que no tiene relación con nada conocido y que si se piensa dos veces es posible que refuerce la teoría de los misterios, acumulados durante años en las calles de las ciudades sin que nos demos cuenta de ello.

Un show inesperado (Medellín, Colombia)

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Salidos de la nada y en los corredores de un centro comercial aparecieron de pronto unos bailarines para romper la rutina del lugar un viernes por la tarde. Las conversaciones cesaron y todo el mundo se detuvo a mirar el espectáculo que para los transeúntes podría ser improvisado, pero que a juzgar por la habilidad de los danzantes, era el resultado de muchas horas de ensayos. Una actuación que resultó muy entretenida para quienes suelen pasar por allí esperando ver sólo vitrinas y gente.

Multitud (Medellín, Colombia)

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Bajo una estructura arquitectónica que recuerda las copas de los árboles, que afortunadamente campean aún en esta ciudad, una multitud se reúne a contemplar las flores que en profusión se encuentran en estas regiones. A primera vista parece una multitud sin nada que la distinga, como la que se puede encontrar en cualquier evento de esos que se hacen permanentemente en las ciudades. Pero estas personas tienen una motivación que las enaltece, están reunidas en este recinto para ver y enamorarse más de las flores que han caracterizado siempre esta ciudad.

La flor roja del carbonero (Medellín, Colombia)

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Cuando aquí se habla de flores exóticas uno siempre piensa en orquídeas, bromelias o aves del paraíso, de las que este país tiene bastantes especies. Pero no hay que olvidar esas otras que acompañan los paseos por los parques o los viajes por las avenidas de la ciudad, como esta flor de carbonero (Calliandra Haematocephala) conformada por cientos de filamentos de un rojo intenso. Nada más exótico que una flor cuyos pétalos evocan con su forma y su color esos pólipos que aparecen repentinamente en los arrecifes de los mares tropicales.

El payaso flotante (Medellín, Colombia)

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En toda feria que se respete uno debe encontrarse con un personaje como éste, de esos que asombran a los incautos y a los ingenuos proponiendo un espectáculo que lanza un reto a la razón de los presentes. Muchos se quedan frente a este payaso, que al parecer lo único que hace es flotar frente a nuestros ojos, esperando la revelación de su secreto o la realización de actos más osados y sorprendentes, para acabar de una vez con la cordura que los obliga a explicarse de alguna manera un fenómeno que desafía toda su lógica.

En medio de la ciudad (Medellín, Colombia)

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Si leyéramos la descripción de esta imagen en una novela, y nos la ubicaran en medio de una ciudad moderna, pensaríamos que era un producto más de la imaginación del escritor, un deseo fantasioso de convertirla en un oasis como esos donde los autores europeos del siglo XIX ubicaban las aventuras de muchos de sus héroes. Sin embargo esta imagen corresponde a una de esas escenas cotidianas, ajenas a la realidad de la mayoría de los que trasegamos por El Centro. Casi nunca las percibimos, pero basta levantar la cabeza para contemplar ese mundo paralelo que se desarrolla sin tenernos en cuenta.

Un balcón y su reflejo (Medellín, Colombia

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Colgado del vacío éste es uno de esos rincones de la ciudad que pocos ven: frecuentado por quienes se aventuran a encontrar lugares distintos a las cafeterías atestadas que pululan en las calles de El Centro. Desde allí puede verse otra perspectiva de la ciudad, limitada o amplia según el deseo del observador. Aunque, como siempre, se percibe un retazo de montañas combinándose con las líneas duras de los edificios. Ese día las sillas vacías y su reflejo daban cuenta del fuerte sol que brillaba sobre la ciudad. A pesar de la vista, la gente le rehuía al calor de la tarde que en este valle puede llegar a ser muy ardiente, hasta para las pieles acostumbradas al calor del trópico.