Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2011

La libertad de la luz (Medellín, Colombia)

Imagen
Madera, plástico y metal se confabulan para atrapar la luz, pero ésta se dispersa por el lugar y hasta juega con nuestras percepciones haciéndonos creer que esas superficies rectas y perfectamente organizadas se curvan con sutileza y forman figuras que ni los diseñadores ni los constructores se imaginaron. Se trata de un techo que aunque en un principio estaba destinado a proteger el edificio que cubre parcialmente y a la gente que lo habita, se ha convertido, gracias a esos juegos que la luz instaura con los objetos, en una imagen intrigante que pocos miran pero que permanece ahí para descompensar en algo la estabilidad que lo cotidiano impone en las gentes de las ciudades. Así es la luz, libre y como toda entidad libre se atreve a jugar con las normas y reglas que los otros deben seguir.

Una gardenia para ti (Medellín, Colombia)

Imagen
Hay cosas que evocan siempre recuerdos queridos, felices o tristes, como los atardeceres o como las flores cuyo perfume puede traer a la mente situaciones de la propia historia que uno creía perdidas para siempre en el curso de la vida diaria. Las gardenias son de esas flores de gran belleza que además tienen el poder de convocar a la memoria desde otros ámbitos de los sentidos. Se le viene a uno a la mente la famosa canción que le canta a un amor total y que atravesaba el aire en las tardes templadas y lánguidas de los viejos barrios de la ciudad, haciendo soñar a los románticos con una pasión devastadora.

El arte de las devociones (Medellín, Colombia)

Imagen
Todos los elementos para la devoción estaban ahí: la Virgen con el niño, la rosa, la lámpara y hasta la espiga que una mano infantil debió poner en las manos de yeso a la imagen de la Virgen. Hasta la expresión escéptica de las imágenes que le recuerdan a uno esas representaciones medievales y bizantinas de los íconos religiosos de Europa y Constantinopla. Sólo faltaba el detalle de las cejas y las pupilas que una mano desconocida pintó de un negro absoluto, creando un intenso alto contraste. Con ese acto individualizó esta Virgen de los cientos de vírgenes que con el mismo rostro habrán salido de algún taller anónimo, donde las expresiones iniciales han ido cambiando lenta y sutilmente en el proceso de la repetición.

Abstracción (Medellín, Colombia)

Imagen
Basta girar la cabeza para que un moderno muro se convierta en una evocación de esos sectores modulares de la ciudad, donde las casas parecen pequeños bloques amontonados unos sobre otros. A veces con una regularidad alucinante y en otras con una apariencia tan caótica que uno cree perder la razón. El detalle que permanece, en cualquier caso, es el color del barro que campea en esta ciudad, como si a pesar de todas sus pretensiones de metrópoli los habitantes se resistieran a abandonar el estrecho lazo que los une con la tierra.

Un rayo de sol (Medellín, Colombia)

Imagen
Entre las oscuridades que pueblan tantas construcciones en esta ciudad se cuela a veces, por una ventana mal cerrada o por una de esas hendijas que el tiempo abre en las paredes o en las puertas desvencijadas, un rayo de sol y al hacerlo es como si resaltara la penumbra que invade. En esta catedral donde la oscuridad se aloja perezosa en los rincones y en las alturas se pueden ver, en ocasiones, unos rayos que juguetean por las ventanas y se precipitan en su interior asustando sombras y pintando por unos minutos las paredes con tonos de ocre desconocidos por allí. Sólo la suerte le permite a algunos cuantos privilegiados observar este fenómeno que por escaso se vuelve novedad para quienes lo ven: una catedral iluminada por la luz del sol y no por los viejos candelabros que emiten desde las alturas un brillo tan cansado que a los feligreses consuetudinarios ni siquiera les parece que sea luz.

Entre el color y la aridez (Medellín, Colombia)

Imagen
En esta ciudad donde las flores están presentes siempre, no dejan de asombrar esos contrastes, que se ven por ahí en las mangas, entre un prado que se resiste a morir y una flor de colores lujuriosos. Es como una alusión a ese forcejeo constante donde la naturaleza que no deja de hacer notar su presencia en esta ciudad, impone el color al tono monocromático que parece querer ser la tendencia de las arquitecturas citadinas actuales. En este valle las plantas y su capacidad de resistencia aventajan en fortaleza al concreto que campearía feliz, si no fuera por el síndrome de trópico que aqueja, por fortuna, estas tierras.

Cielo en clave de música (Medellín, Colombia)

Imagen
Faltan algunos elementos para que esta imagen se parezca a una de esas hojas donde los músicos leen el lenguaje mágico del solfeo para convertirlo en sonidos: otra cuerda para completar el pentagrama, además del símbolo caligráfico, dibujado a la izquierda, indicando que la música está en clave de sol. Una imagen como esta se presta a que uno se deje llevar por el prurito de la metáfora fácil e identifique a las palomas con notas musicales. Aunque sea una metáfora obligada, no deja de ser cierto que esos cables eléctricos que atraviesan el cielo de esta ciudad en todas direcciones afeando casi siempre el panorama, se convierten a veces, gracias a otros elementos en impactantes composiciones; por lo pronto, en este caso, parece como si uno estuviera viendo una partitura que, si alguien se decidiera a interpretar, produciría tal vez el verdadero ritmo de la naturaleza.

Los árboles de la colina (Medellín, Colombia)

Imagen
Un optimista diría, al ver esta imagen, que la naturaleza por fin está recuperando terreno y que desde la cima de esta pequeña colina ha empezado a devolver el proceso de invasión que durante siglos se ha llevado a cabo en el valle. Diría, porqué no, que los árboles y los arbustos y todas esas plantas con funciones tan específicas como mantener la humedad de la tierra, encontraron por fin la fórmula ganadora, esa estrategia que las especies triunfadoras en el proceso evolutivo aplican para vencer a sus opositores. Parece imposible que eso suceda cuando se observa el gran número de casas que rodean esta diminuta isla de verde, pero no hay que olvidar esas ciudades milenarias que fueron sepultadas por el paso inexorable de la naturaleza.

Un velo de agua (Medellín, Colombia)

Imagen
En esta ciudad como en cualquier lugar del mundo los elementos se confabulan, a veces, para hacerle sentir a uno la pequeñez del ser humano frente a la naturaleza. En esta ciudad de mañanas soleadas y tardes calurosas, en este valle donde casi siempre el aire es suave y te acaricia, puede suceder que todas las furias del cielo se desaten y aunque las tormentas que nos azotan no se puedan comparar con los monzones que asolan otros parajes del globo, si difuminan dramáticamente la silueta que vemos recortada contra las montañas todos los días. Uno cree de verdad que nunca más volverá a ver a través de ese aire que todavía conserva algo de la transparencia que vieron los primeros exploradores hace más de trescientos años cuando se asomaron a este valle. Aunque la experiencia nos dice que todas las tormentas acaban tarde o temprano, el temor a que la ciudad permanezca tras ese velo de agua siempre nos atemoriza.