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Mostrando entradas de abril, 2011

Un universo plegable (Medellín, Colombia)

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No es la primera vez que una fotografía sorprende a quien la toma enseñándole un panorama completamente nuevo y distinto al que observaba a través del visor de la cámara. Hubo una época en la que esas sorpresas tardaban bastante tiempo si se lo compara con la inmediatez de la era digital. Antes uno tenía que esperar a que los rollos de película pasaran por los laboratorios fotográficos donde mediante un proceso químico, muy parecido a la magia o a la alquimia, aparecía sobre la superficie del papel una imagen. El fotógrafo se asombraba, no pocas veces, con lo que veía en el papel. Era como si en algunas ocasiones otra imagen se apoderara de lo que él había visto e intentara suplantarlo sin contradecir por eso la realidad. Sin embargo, y a pesar de esas aparentes contradicciones entre la realidad fotográfica y el recuerdo, se le creía más a la foto que al ojo y que a la memoria. Por eso en esta fotografía donde la calle se dobla de manera inverosímil, uno tiende a aceptar lo que ve y a

Número equivocado (Medellín, Colombia)

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Las palomas, esas criaturas que más se acercan en este valle al concepto de ubicuidad, rompen con su presencia la serie aritmética de la numeración en este edificio. Tres palomas decidieron detenerse en el piso equivocado y añadir así un toque de interés a la vista de un lugar donde prima la función sobre la estética. Estas aves, tan citadinas como cualquier habitante, que repasan constantemente la ciudad en todas direcciones y que se les encuentra asentadas sobre las superficies más peregrinas, le hacen creer a uno que tal vez su función sea la de agregar vida, con su movimiento incesante, a tantas construcciones inanimadas y poco estéticas.

Cuadro a cuadro (Medellín, Colombia)

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Una ventana cuadriculada secciona el panorama y es como si le dieran a uno la oportunidad de observar la realidad de afuera cuadro a cuadro; como si así se pudiera fijar la atención en sectores del exterior que de otra manera, invadirían la mirada dispersando la atención, haciendo casi imposible detenerse en los detalles. Tal vez gracias a esta ventana, uno se puede dar cuenta del avance inexorable de la naturaleza. Es como si los árboles de esta plaza hubieran decidido empezar a moverse como esos otros de los bosques encantados que dan un paso cada cinco años, según me contó hace poco un niño, bien informado al parecer sobre el asunto. A lo lejos, los edificios que se ven obstruyen tranquilamente el paisaje, pero tarde o temprano los árboles también llegaran hasta ellos.

Una jardinera... un símbolo (Medellín, Colombia)

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El símbolo, tan conocido, de la cruz es el motivo de esta jardinera que parece haber sido diseñada para enfatizar únicamente la presencia del árbol, que aunque no se alcance a ver del todo ha marcado el paso del tiempo por este patio que en otra época perteneció a un seminario y que ahora es el lugar por donde pasan innumerables personas, ajenas a su presencia aunque se aprovechen de la sombra que genera. Otro de esos lugares que tienen las ciudades de los que uno se aprovecha sin percibir siquiera como está diseñado ni que mensajes implícitos o explícitos transmite.

Siluetas de la ciudad (Medellín, Colombia)

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A cualquier hora del día pueden verse, recortadas contra el cielo, las palmeras que abundan en esta ciudad. Aunque las imágenes más inspiradoras sean siempre esas donde las siluetas oscuras se recortan contra el azul profundo de los atardeceres. A veces la luz eléctrica que se enciende antes de tiempo contribuye a crear un ambiente de película o de escenario y es posible que la imaginación eche mano de algún tópico árabe o isleño para evocar un ocaso fresco y misterioso. No importa a que imagen sugestiva se remita el observador, las palmeras de la ciudad son una de esas características que han definido su perfil, sin que a nadie se le hay ocurrido hasta ahora enfatizar en ellas.

El valor de una ilusión (Medellín, Colombia)

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Cuantas miradas ávidas se habrán fijado en estas urnas que contienen una serie de objetos que para los niños adquieren la categoría de deseable, al menos durante el momento en que se encuentran cerca de estas fuentes de ilusión. Cuantas manos habrán girado con ansiedad la palanca que activará el misterioso mecanismo que deposite en sus manos uno de esos simples juguetes, que tal vez por encontrarse confinados detrás del vidrio generan en el observador una necesidad más intensa de poseerlo. Y si por fin se sucumbe al deseo, siempre está presente en el ánimo de quien deposita la moneda la aprehensión de que el dinero sólo no basta, que de alguna manera hay que reforzarlo con una actitud mágica para que por fin la pequeña semiesfera aparezca en el lugar indicado. En su interior, alguna chuchería de plástico servirá para entretener durante un rato a quien se dejó llevar por la ansiedad posesiva. Hasta la próxima vez.

Secretos de balcón (Medellín, Colombia)

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A veces una mirada inquisitiva permite encontrar esos lugares que comúnmente están a cubierto de la curiosidad de la mayoría de la gente. Aunque casi siempre los ojos de los transeúntes se quedan en el limitado horizonte que los edificios y la gente les permiten y pocas veces se dirigen hacia las alturas. En estos espacios que se proyectan al vacío se esconden pequeñas evidencias que dan cuenta en su cotidiana sencillez de la intimidad de las personas. Es como si de alguna manera la vida íntima que se desarrolla en el interior de los apartamentos generaran, tarde o temprano, una especie de excrecencias que se van depositando lentamente en los balcones. En ocasiones es posible verlas desde la calle, pero casi siempre permanecen ocultas, como si la ciudad se avergonzara de esas pruebas anodinas de quienes a fin de cuentas, son tan reales como los que caminan por la calle, aunque uno nunca los vea.

El teatro de la calle (Medellín, Colombia)

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No se sabe si uno está contemplando una escena de esas en la que los actores se intercalan con la gente común y corriente que habita los espacios de la calle o si es una de esas actuaciones aparentemente espontáneas donde unos actores intentan sorprender o entretener, aunque sea, a un público apático. Aunque la realidad de esta ciudad es tan sui géneris que es posible que el acto principal esté a cargo de las dos niñas que miran con detenimiento toda la parafernalia que suele acompañar a quienes actúan en los parques. Tal vez la verdadera obra esté siendo interpretada por todos nosotros, los que pasamos y por los que se quedan allí sentados, escenificando sus propias vidas en aquello que tantos escritores han llamado el teatro de la vida. Quizá la desacompasada música de los intérpretes es apenas el abrebocas o el episodio introductorio para el evento principal que todavía no se ha escrito y para el cual el público no se ha congregado todavía.

Un canto a la piedra (Medellín, Colombia)

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Casi siempre los jardines se caracterizan por la profusión de plantas y la aparición casual de alguna piedra o de un poco de arena para matizar la exuberancia de la naturaleza en la ciudad. En este caso, sin embargo, el jardín aprovecha el impacto visual de las piedras y el granito para crear una hermosa imagen donde las escasas plantas son las que se encargan de poner el tono de contraste.