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Mostrando entradas de noviembre, 2011

Es un convoy que pasa (Medellín, Colombia)

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El ruido, las conversaciones y las risas pertenecen a un grupo de niños que recorre en fila las calles del barrio, montados en sus carros de juguete. Parecen vestidos para asistir a un carnaval, de esos que se suceden en las diferentes culturas de la tierra. Pero para ellos es más importante el viaje en sí que el lugar hacia donde se dirigen. Tal vez ni siquiera sea importante saberlo, quizá la seducción de este convoy esté en que no se dirige a ninguna parte, como los carruseles que giran incesantemente con sus coches y caballos tallados, detenidos en el espacio.

El aire de La Playa (Medellín, Colombia)

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La luz del sol que calienta el aire e ilumina La Playa tiene unas características tan distintas a la luz de otros rincones de la ciudad que hasta las cosas inanimadas adquieren una calidad especial. Como si las cubriese una pátina de objeto antiguo, de esos que se ven en las fotografías de los barrios viejos de París o Roma o de cualquiera de esas ciudades milenarias. Será la consecuencia del recuerdo que la tierra guarda de las viejas ceibas que sombreaban la Avenida en otro tiempo o tal vez se deba a los diseños que dibujan en el aire y en el piso las palmeras, plantadas quizá cuando esta ciudad apenas era un pueblo grande con aires citadinos. Cualquiera que sea la razón, caminar por La Playa, bañado por el sol de la mañana sintiendo en la piel la caricia del aire tibio, es una experiencia digna de contarse.

Una tarde en San Ignacio (Medellín, Colombia)

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Una tarde de pálido sol sirve a los habituales de San Ignacio para volver a entregarse a la atmósfera apacible de la plazuela después de un fuerte aguacero. Hasta un árbol, que está cambiando de hojas, se ha llenado de palomas que no se toman la molestia de bajar a buscar entre las rendijas del piso cualquier migaja o algún maíz olvidado en el último repaso de picos. Prefieren quedarse arriba calentandose con los rayos del sol que a esa hora abandona el suelo. En esta tarde medio gris, el color y el movimiento parecen concentrados en una pequeña niña que se mueve incesantemente alrededor de la madre, tan insensible como los demás a los cambios climáticos que se suceden en esta plazuela; una muestra en pequeño de lo que pasa en el resto de la ciudad.

Los paseadores (Medellín, Colombia)

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Desde el tranquilo interior del Astor y saboreando el clásico jugo de mandarina, uno se puede dedicar a ver pasar a la gente por Junín; a veces todos parecen turistas que por fin se hubieran decidido a visitar la ciudad y tuvieran que verlo todo al mismo tiempo. En algunas ocasiones se aglomeran frente a la entrada y uno apenas ve con dificultad una que otra cara. Pero otras, es como si por algún tipo de sortilegio la mayoría de la gente desapareciera y sólo quedaran en la calle aquellos que realmente disfrutan de pasear por Junín una tarde de sábado, sin afanes ni temores al proverbial paso inexorable del tiempo.

Que pase la luz (Medellín, Colombia)

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El balazo o Monstera deliciosa Liebm como le dicen los científicos a esta hermosa trepadora, originaria de Centroamérica, es una de esas plantas que nos ha acompañado siempre a los que hemos vivido toda la vida en esta ciudad. En cualquier parte encuentra uno esta planta, desde el patio de la casa de la abuela hasta las salas de las casas grandes, pasando por los jardines públicos y privados. Pero aunque siempre ha estado presente en la ciudad casi nunca se tiene la oportunidad de ver la luz traspasando así una hoja nuevecita de balazo. Es como si además de los agujeros de la hoja, la luz se desbordara e impregnara toda su superficie. Se imagina uno que en las selvas, de donde debe ser originaria, era una bendición para la naturaleza pequeña estar al cobijo de un balazo, así podían recibir luz a través de sus agujeros pero también a través de esa pantalla en que podía convertirse una hoja cuando recién nacía.

En las goteras de la ciudad (Medellín, Colombia)

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En las montañas que rodean la ciudad es posible encontrar todavía lugares así, donde parece que se fabrica la neblina que a veces invade todo el valle o esa niebla que cubre las montañas dibujando un horizonte imaginario para quienes quieran inventarse un espacio abierto, detrás de toda ese blanco algodonoso. Pero el viento o el calor disipan la niebla y otra vez vuelven a aparecer las montañas con su dosis de verde y ocre. Muy cerca se pueden encontrar lugares como éste, donde el tiempo se ha detenido flotando quizá en las gotas de agua que desdibujan el paisaje.

La mitad de una sombra (Medellín, Colombia)

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Una imagen que se repite en esta ciudad es la de los paraguas dañados, o sombrillas en este caso. Aunque su estado es lamentable los dueños se resisten con energía a desecharlos. Será que el afecto que le guardan los habitantes de esta ciudad a sus objetos es tan fuerte que no se atreven a desprenderse de ellos, o será acaso que a mucha gente no le importa ya que estos ni siquiera puedan cumplir la función asignada. En un día soleado dos mujeres intentan, sin conseguirlo, protegerse del calor bajo media sombrilla. La mujer que la sostiene camina bajo el sol sin darse cuenta al parecer que la media sombra escasamente les cubre la mitad del cuerpo.

Adobe en el teatro (Medellín, Colombia)

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El teatro Metropolitano, el lugar de espectáculos más importante de la ciudad fue construido con el material más común y significativo de la ciudad: el adobe. Él es el que le da ese color particular a las laderas de las montañas que circundan el valle y que cada vez más se ven atacadas por la creciente mancha ocre de viviendas. Este edificio refleja en sus superficies esa arquitectura eminentemente práctica que se ve en los barrios de la ciudad, paredes lisas cuya elaboración obedece a una finalidad específica: proteger de la intemperie a los moradores de las casas.

Lila en los jardines (Medellín, Colombia)

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En los jardines de la ciudad no sólo se encuentran las rosas, los hibiscus o las buganvilias de siempre, también es posible ver esas orquídeas sencillas que a veces pasan desapercibidas para los buscadores de flores exóticas. Todos los colores se plasman constantemente en la variada flora de esta ciudad.

Perspectivas de La Playa (Medellín, Colombia)

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En una tarde fría donde el cielo de pronto se volvió azul como para animar al sol que por el occidente trataba de meterse por entre las ventanas y las calles, la mirada de algunos transeúntes se vio atraída por la luna que paradójicamente la salida del sol dejó ver en el cielo de las cinco. Iluminados por este sol tardío los edificios de La Playa parecen recién construidos, es como si desde hace muy poco tiempo estuvieran bordeando la avenida medellinense por excelencia, acompañando a las palmeras y a los carboneros que sombrean los andenes.

El color de la luz (Medellín, Colombia)

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La arquitectura no puede desprenderse de la luz para reforzar la relación vital que establece entre los espacios. Y hay lugares como éste donde a determinada hora del día la luz atraviesa los ventanales incendiando el color de los vidrios, y golpea con tal fuerza en las hojas de las plantas que parece atravesarlas. Lugares apacibles como estos, donde la luz se descompone en una gran variedad de colores y revela volúmenes de gran belleza, hay muchos en esta ciudad a la vista de todo el mundo, aunque rara vez nos fijamos en ellos.