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Mostrando entradas de enero, 2013

Los jugadores del viento (Medellín, Colombia)

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Cada tarde el vendedor pasaba con sus hélices de plástico y ellos, cada tarde, lo esperaban para oír la vibración del viento en sus oídos cuando el hombre las hacía silbar sobre sus cabezas y ellos imaginaban tal vez que algún avión de combate pasaba a baja altura poniendo a prueba su capacidad de enfrentar el peligro. A veces parecía como si el aire fuera una disculpa para arrojarse al piso y experimentar la habilidad de la niñez para moverse a gran velocidad. Después, de este pequeño ritual, el buhonero seguía su camino incesante alrededor del parque y los niños se alejaban en busca de nuevas situaciones en las que pudieran ejercitar su gran capacidad de imaginar aventuras.

Jardineras (Medelín, Colombia)

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A la hora de reciclar no hay limitaciones. Convertir unos tanques de sanitarios viejos en macetas es una buena idea. Aunque al parecer el mantenimiento de las plantas que allí se sembraron no haya sido muy cuidadoso, uno no puede dejar de admirar la capacidad creativa de la gente. Estas plantas languidecen en una tierra que no parece la más indicada, pero cabe la esperanza de que una mano caritativa se tome el trabajo de echarles un poco de abono y contrarrestar de alguna manera los cascotes y piedras de la demolición con la que parece fueron llenadas estas jardineras. Mientras tanto ellas se aferrarán a la vida, así los transeúntes no les presten mayor atención.

Al sol (Medellín, Colombia)

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Un barrio de la ciudad languidece al sol y la gente permanece a cubierto del fuerte calor que por estos días, a comienzos del año, calienta las calles. La vida de las personas permanece en estado de hibernación parcial mientras llega la hora del almuerzo. El movimiento de una calle normal parece haber desaparecido por cuenta del calor y de la época del año. Una imagen de tranquilidad que no se asemeja a la corriente vital que anima las calles en los barrios. Es como un respiro que se toma la misma ciudad en su incesante movimiento diurno. Al fondo, como siempre, las montañas tutelares cuidan de la urbe, impasibles, mientras ésta se entrega a un descanso aparente.

Vida interior (Medellín, Colombia)

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Un papayo se asoma, impertérrito, a la vida de afuera desde la seguridad del lugar donde ha crecido. Un gato vigila su territorio mientras la naturaleza en un pequeño patio interior desborda los límites que imponen los muros divisorios. Las terrazas y los techos de un barrio de la ciudad duermen al sol, indiferentes al movimiento incesante de los habitantes de la ciudad. Un andamio da cuenta del crecimiento inacabable de la ciudad que parece una planta más en su afán de desarrollarse.

Un pequeño habitante (Medellín, Colombia)

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A espaldas de los millones de habitantes citadinos medran estos pequeños seres que también son habitantes de la ciudad. Estos grillos, dolor de cabeza de todos los jardineros, forman parte de la variedad de la vida casi invisible, que medra entre las plantas de la ciudad, indiferente a las preocupaciones y alegrías diarias de hombres y mujeres. Tal vez las aves que viven en los árboles son las únicas que se preocupan por que la provisión de insectos nunca se acabe.

La textura de la belleza (Medellín, Colombia)

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Si uno quisiera definir la belleza que se puede percibir con los dedos sin acudir al tacto podría apoyarse en la textura de estas flores de guayacán donde la delicadeza de su forma contrasta con el fuerte color amarillo de los pétalos. Miles de flores se agrupan en las ramas de este árbol para sorprender al observador dando la sensación de que es posible tocar los colores. Muchas calles de la ciudad se ven invadidas cada cierto tiempo por este tono intenso que opaca los grises del asfalto y los ocres de los muros, alegrando la vista y dándole un aire festivo a los lugares donde florece el guayacán; un árbol que parecería haberse convertido en emblema de una ciudad donde la variedad de flores revientan sin previo aviso en cualquier lugar.

La fuente del parque (Medellín, Colombia)

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Intemporal como el agua, esta fuente en medio del parque Bolívar refresca el aire cálido de los días que por esta época oprimen al transeúnte citadino con su calor. Y no sólo es la frescura del agua lo que atrae, es el movimiento incesante que ejerce, sobre la mayoría de las personas, un efecto apaciguador con su sonido cantarín.

Vendedora callejera (Medellín, Colombia)

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Una vendedora se apresura con su bandeja de bebidas para satisfacer la sed de la multitud, mientras a la entrada de uno de los tantos eventos que se realizan en esta ciudad las personas esperan soportando el calor que en algunas ocasiones castiga la ciudad. La sed obliga a la gente a hidratar el cuerpo, en tiempos calurosos, con bebidas envasadas de manera industrial o artesanal. A su lado una caja con mango partido en largas tiras se venderá para satisfacer otro tipo de deseos a la hora de consumir pasabocas callejeros.

Follaje (Medellín, Colombia)

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Imágenes como esta son comunes en la ciudad; aunque no abundan como debieran no son extrañas de ver para quienes vivimos en este rincón del planeta. Ojalá que cada vez sean más los lugares donde la naturaleza crezca con tanta fuerza y la construcción de edificios, casas, centros comerciales y demás obras humanas se vean equilibradas por estos macizos de follaje que producen oxígeno sin descanso. Pocos conocemos los nombres de estas plantas pero las denominaciones son lo de menos, lo importante en realidad es su belleza y la función que cumplen.