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Mostrando entradas de febrero, 2014

Tórtolas en el níspero (Medellín, Colombia)

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Un par de tórtolas se asientan en una rama de un níspero, sembrado en un jardín de barrio, indiferentes al ojo de la cámara que las observa con detenimiento. Son parte de la fauna que puebla esta ciudad y que es invisible para casi todo la gente. Nos hemos acostumbrado tanto a su presencia como ellas a la nuestra que pasamos desapercibidos unos de otros. Su color y pasividad deben ser las claves por las que han medrado tan bien entre los materiales con que se ha construido esta ciudad. Por fortuna entre tanto adobe y cemento surgen las copas de los árboles, adonde van las tórtolas a descansar cuando no están a la búsqueda incesante de comida en balcones y andenes o en los parches de vegetación que todavía se resisten a cederle completamente el paso a las edificaciones humanas.

Bailando solos (Medellín, Colombia)

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Aunque no lo parezca la ciudad ofrece, o permite en raras ocasiones, aislarse del entorno y entregarse totalmente al placer que brindan los sentidos enfocados en un solo ejercicio. Bailar que generalmente ha sido una actividad de carácter colectivo puede convertirse en un momento de abstracción de acuerdo a las circunstancias. Como el caso de esta pareja que ha transformado una pista de baile en un espacio donde sólo existen el sonido y el movimiento de sus cuerpos.

Paciencia (Medellín , Colombia)

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Una imagen cada vez más recurrente en esta ciudad es la de las filas; a cualquier hora del día y en cualquier lugar. Durante largos periodos de tiempo la gente de esta ciudad debe armarse de paciencia para acceder a todo tipo de servicios. En los rostros de la mayoría se refleja cierta desesperanza como si la vida citadina los hubiera acostumbrado a la fatalidad; sin embargo algunos parecen disfrutar esta situación, tal vez sea la única manera de tener algún tipo de contacto con la gente que les rodea (l as conversaciones nacen espontáneamente y las opiniones sobre temas de todos los estilos se ventilan en esos ratos muertos). Mientras tanto, unos felinos de color dorado se desplazan subrepticiamente y sin premura por las paredes como fantasmas, invisibles para las personas que no pueden salirse de sus propias vidas para darle espacio, en sus cerebros, a la imaginación.

Como libélulas (Medellín, Colombia)

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Las calles y avenidas de esta ciudad, sobre todo las de los viejos barrios como Prado, en el centro oriente, están sombreadas por árboles de diferentes especies, entre los que destaca el carbonero, que ha acompañado los paseos de los medellinenses desde los inicios de la vida en esta Villa. Rara vez se tiene la oportunidad de ver la copa de estos árboles desde otra perspectiva que no sea la del transeúnte y es por eso que se convierte en toda una sorpresa ver la cantidad de vainas que producen y como resaltan contra el verde oscuro del follaje. En un primer momento uno hasta se confunde y cree que son libélulas.

El vacío de los símbolos (Medellín, Colombia)

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Creado en 1958 por el diseñador británico Gerald Holtom, como parte de una campaña para el desarme nuclear, este símbolo que saturó el imaginario de la gente joven en las décadas de los años 60 y 70 es ahora uno de esos iconos que permanecen en el tiempo aunque su significado haya perdido toda la fuerza que tuvo, alguna vez, como forma de interpretar un deseo. Ahora en esta escultura, ubicada en uno de los parques biblioteca de la ciudad, se refleja más la ideología del artista que el sentimiento colectivo que pretende representar. Sus implicaciones estéticas pueden ser discutibles para muchos, pero no deja de ser un referente que contrasta con el entorno y que de alguna forma lo complementa.

Adobe y concreto (Medellín, Colombia)

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La evolución en el uso de materiales de construcción está estrechamente ligada a la evolución del urbanismo y la arquitectura en una ciudad. A la tapia y a la piedra con que fueron levantados los edificios y las casas en la vieja ciudad las han reemplazado desde hace muchos años el adobe y el concreto. Como la mayoría de las ciudades modernas ésta se caracteriza por el uso intensivo de esos materiales, tanto que hasta el color blanco o el gris, y los colores alegres con que pintaban las fachadas de las casas, han sido reemplazados por el gris uniforme del concreto mezclado con el ocre del adobe; dando como resultado, en algunos casos, atractivas combinaciones como esta estación del metro o la serie de balcones desde donde fue tomada la fotografía.

Una vista de todos los días (Medellín, Colombia)

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Para los que vivimos en esta ciudad esta es una imagen tan conocida que nunca nos asombra. Las casas y pequeños edificios que cubren las lomas alrededor del valle fueron apareciendo lentamente y se tomaron esas superficies sin que apenas nos diéramos cuenta; dándole a las montañas milenarias ese tono ocre tan característico del adobe. Sin embargo todavía se ve, a lo lejos, el familiar perfil verde que rodea esta depresión en medio de los Andes. Y es que lo cotidiano se vuelve tan familiar que tiende a desaparecer de nuestra mirada. Pero para quienes vienen por primera vez a esta ciudad o para aquellos que la visitan de vez en cuando, siempre será motivo de asombro contemplar un fenómeno arquitectónico que a nosotros nos parece tan natural.

Belleza inquietante (Medellín, Colombia)

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Según la señora que vende plantas ornamentales en la plazuela San Ignacio ésta es una gloxinia doble. Y no se sabe si el nombre hace referencia a la conformación de las flores o a una aproximación a la cuantificación de la belleza, porque parece que tanto su forma como la intensidad de su color duplican la perfección de su hermana la gloxinia sencilla. Pero, a pesar de todo, el esplendor de forma y colorido que despliega esta planta no deja de resultar inquietante, porque recuerda peligrosamente a la planta carnívora de “La pequeña tienda de los horrores”, la famosa película del director Roger Corman.