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Mostrando entradas de julio, 2015

Una entre muchas (Medellín, Colombia)

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De todas las plantas de la tierra el 10 ó el 20% están en territorio colombiano. Entre ellas el número de orquídeas exclusivas de Colombia asciende a 1572 especies registradas de las 4270 que hay en todo el país. Y es que tenemos bosques donde un solo árbol puede albergar entre sus ramas más especies que todo un país con estaciones. Por eso no es de extrañar que a pesar de que una ciudad no es el lugar ideal para este tipo de plantas, en los patios, jardines y viveros de Medellín florezcan orquídeas en todas las épocas del año.

Imagen oriental (Medellín, Colombia)

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Como cada año por estos días, en un conocido centro comercial, se realiza la exposición de bonsái que complementa desde julio la Feria de las flores, emblema de esta ciudad de primavera interminable. Y como cada año el escenario es distinto aunque siempre tiene una marcada tendencia orientalista. No puede ser de otra manera si tenemos en cuenta que esta técnica de cultivo apareció en el lejano oriente y que el término bonsái procede del idioma japonés que significa literalmente naturaleza en bandeja. Independientemente de las posiciones ecologistas que cuestionan esta deformación de la naturaleza, los niveles de belleza al que llegan estos pequeños árboles es innegable. Pero no sólo hay que tener en cuenta su belleza sino ese aire de intemporalidad que evocan. Una intemporalidad que puede estar relacionada con las décadas que diferentes generaciones de cultivadores le dedican a darle forma a un solo árbol.

Combinaciones (Medellín, Colombia)

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En esta plaza, o parque como se le dicen eufemísticamente en la ciudad a estas pequeñas áreas despejadas de edificios y de casas, se levanta un grupo de columnas que se ha convertido en un punto de atracción más en el heterogéneo paisaje urbano. Su impacto a la luz del día está en la repetición (que siempre resulta efectiva en la fotografía) y en la manera como juegan las luces y las sombras en su superficie y en el piso. Y, dependiendo del ángulo desde donde se miren, su integración con las edificaciones que rodean el lugar hacen que estos adquieran un aspecto más dinámico. Sin embargo mirando como se levantan solitarias hacia el cielo no se puede dejar de desear que cada una de ellas fuera reemplazada por un árbol.

El paso del tiempo (Medellín, Colombia)

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Una réplica del antiguo tranvía de Medellín sirve de atrezzo, de decoración, a una escena que se ve con bastante frecuencia en este parque: el paso lento, cansado de una persona que ya ha visto mucho, tal vez demasiado. Quizá se sorprenda de toda la publicidad con que se ha rodeado la puesta en marcha del nuevo tranvía de Medellín. Tal vez jamás haya visto un tranvía porque está recién llegada a la ciudad como tantos que apenas empiezan a trasegar como seres anónimos por estas calles. O porque no, recuerde sus años de niña viajando en el tranvía en una de sus pocas visitas al Centro. Por otra parte hoy, cuando esta mujer y muchos como ella, pasan sin ver el símbolo de lo que se plantea como la nueva ciudad, muestra sin enterarse la simbiosis que se da en todas las ciudades del mundo entre el pasado y el presente. Mezcla que no siempre se hace con la sabiduría necesaria para que la ciudad sea un lugar a escala humana y no una aglomeración de edificaciones sin una verdadera relación

Pequeñas poblaciones (Medellín, Colombia)

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A los seres humanos se nos olvida, y es un olvido sistemático y hasta programado, que no somos los herederos de la tierra. Que en este planeta somos una forma de vida más. Es por eso que con base en la premisa de la arrogancia tomamos diariamente decisiones que afectan de una u otra manera a otras especies que conviven con nosotros. En esta ciudad como en cualquier parte del mundo hay innumerables especies, grandes y pequeñas que viven al margen de nuestras decisiones. Se podría pensar que por su tamaño no tienen ninguna incidencia en los destinos de nuestra vida, sin embargo su número es abrumador y queramos o no su supervivencia también nos afecta.

La danza de los millones (Medellín, Colombia)

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Se ha dicho siempre que los colombianos se dejan seducir con facilidad por los juegos de azar. Debe ser cierto si juzgamos esta aseveración por el número de loterías que diariamente incitan a la gente para que pruebe su suerte ofreciendo millones. Sin contar con las rifas domésticas que se hacen en los barrios, en los colegios y hasta en las iglesias de la mayoría de las confesiones religiosas, pues al parecer no todas permiten a sus fieles dejarse llevar por los apremios de la situación económica para tentar el azar. Pero no se necesita ser aficionado a invertir dinero en una esperanza azarosa para saber que estas mesas donde los loteros exhiben sus promesas en pedacitos multicolores están siempre allí esperando, a un lado de la Iglesia de la Candelaria y en otros puntos de la ciudad, a que la ilusión nos nuble los sentidos. Casi nunca se ven, sólo aparecen cuando las necesitamos.

¡Feliz día Colombia! (Medellín, Colombia)

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Desde el interior del Museo de Antioquia, y a través de la reja de la entrada, se puede ver la cúpula del Palacio de la cultura y detrás el Edificio Coltejer con la bandera de Colombia que ondea en su vértice. Un lugar en el medio del valle que no ha perdido su calidad de punto de referencia, a pesar del desarrollo de la ciudad en todas direcciones. Al menos se puede estar seguro de que hoy el viento agitará la bandera en lo más alto de la ciudad como lo hace todos los días del año. Sin embargo, en este día cuando se conmemora el inicio de la independencia del país serán pocas las casas donde se vea esta bandera. Es como si lo que representa este símbolo se hubiera reducido a utilizarla para mostrar que se sigue un equipo de fútbol. La carga emocional que solían inspirar estos colores se ha desplazado de un profundo sentimiento nacionalista a una emoción manipulada por los medios de comunicación y sus intereses comerciales. D e todas maneras feliz día a todos los colombianos d

La gracia de la mandarina (Medellín, Colombia)

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Como tantas frutas que se consumen en nuestro país, la mandarina llegó de lejos, de muy lejos. Según dicen los historiadores es originaria de China e Indochina donde su cultivo empezó cientos de años antes de Cristo. Esta fruta debió llegar a Colombia por las mismas épocas que a otros países de América y con el sello de lo exótico que se le imprimió en Europa, cuando se le dio un nombre inspirado en los famosos dignatarios del Celeste Imperio. Ahora se vende hasta en las carretillas que recorren calles y avenidas de esta ciudad. Pero lo interesante de esta fruta es que de entre todas las que consumimos a diario -autóctonas o foráneas- la mandarina es la única que se ha convertido en sello de distinción para algunos sitios representativos de la ciudad. Quizá se deba a su fuerte sabor o a que en nosotros hay todavía un deseo atávico de saborear lo exótico representado en una fruta.

La ciudad en contrapicado (Medellín, Colombia)

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Pocas veces se tiene la oportunidad de ver la ciudad desde un punto tan privilegiado, hasta es posible identificar con toda precisión la casa donde uno vive. Ver la ciudad así es como abstraerse de las imágenes que constantemente están a la altura de la mirada. Hay que pensarlo un poco para conciliar lo que vemos todos los días con este panorama a vuelo de pájaro, o será mejor decir a vuelo de satélite. Aunque esta ciudad tiene muchos puntos privilegiados que permiten verla desde las alturas, el hecho de pararse, literalmente, sobre ella no deja de producir una sensación extraña.

La tranquilidad de los acuarios (Medellín, Colombia)

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Los acuarios tienen un efecto sedante para la mayoría de quienes contemplan una vida que se desarrolla impasible y ajena a nuestra presencia y a nuestra mirada; no importa que esa tranquilidad que vemos sea aparente y en sus confines se estén desarrollando los mismos dramas que escenifica la existencia en cualquier parte de este planeta. Para el observador los peces como éste, se mueven sin mayor esfuerzo, delicadamente, exhibiendo sus colores brillantes para el único deleite de sus ojos, ignorando casi siempre, que cada ser vivo tiene una función específica en la complicada trama de la vida en la tierra.

Sombrillas de verano (Medellín, Colombia)

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Es tanto el calor en esta ciudad en estos días que por todas partes vemos sombrillas, hasta esas japonesas de papel tan sutiles, tan delicadas. No importa que la fuerte luz de los soles tropicales traspase la superficie y nos queme volviendo inútiles estas barreras protectoras. Lo que realmente importa es la condición cinematográfica que siempre han tenido estos artefactos o como en este caso la condición fotográfica. Esta ciudad siempre nos sorprende con imágenes que parecen cotidianas pero que gracias a un simple giro se convierten en momentos memorables.

Los detalles de la belleza (Medellín, Colombia)

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Pocos deben saber que esta flor pertenece a una de las plantas que se ha hecho endémica en los jardines de esta ciudad. Y también deben ser pocos los que sabe que los crotones, pues a ellos me refiero, no son americanos sino que llegaron alguna vez de Malasia y las Indias orientales a este continente. Quién sabe por qué azarosas rutas. Pero casi nadie se interesa por esas materias. Lo que interesa es la belleza de sus hojas, tan apropiada para dar colorido a muchos jardines y parques de la ciudad. Tanto que nadie se da cuenta de que este arbusto también florece. Unos ramos de flores tan modestos en tamaño que pasan desapercibidos. Sin embargo si uno se toma el tiempo de mirar entre el follaje puede encontrarse con estas flores pequeñitas que contrastan en su sencillez con el protagonismo de las hojas, contradiciendo a casi la mayoría de las plantas, cuyas flores son casi siempre su elemento más llamativo.