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Danza de agua con anturios rojos (Medellín, Colombia)

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Entre la transparencia del agua detenida en pleno salto y el rojo de los anturios se establece un equilibrio visual que parece pensado de antemano. Pero la fluidez del agua es tan imprevisible que sería difícil planear una danza como esta en todos sus detalles. Sólo es seguro que los chorros de agua saltarán pero las formas que adopten al caer serán dictadas por el azar únicamente. Lo único fijo es el color de los anturios y los planos de diferentes colores con que participa la arquitectura del fondo. Una ciudad tan encantada por las flores como ésta debe mantener una estrecha relación con el agua, tal vez por eso haya tantas fuentes, aunque no tantas como debiera.

Anturios "on the rocks" (Medellín, Colombia)

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El rojo intenso de los anturios (Anthurium andreanum) se destaca al fondo de las que parecen columnas talladas en hielo. El agua que refresca la vista en esta imagen se ha congelado para agregar dramatismo a la belleza de las flores. En esta ciudad el color de las flores aparece por todas partes, solo o combinado con los tonos verdes de las hojas o con el blanco translúcido del agua que todavía, en esta ciudad, se puede utilizar como un elemento más de la decoración en los lugares públicos.

Lugares con vida (Medellín, Colombia)

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Algunos de esos lugares asépticos, por donde pasa uno a veces en esta ciudad, no dejan de llamar la atención por pequeños detalles que si bien son parte del espacio y no se pretende que tengan importancia en sí mismos, adquieren relevancia tal vez porque de alguna manera rompen con la monotonía que se le ofrece a la vista. La incongruencia de una planta en medio de tantos materiales y superficies inorgánicos captan la mirada y uno se deja llevar por la imaginación hasta encontrar una explicación para su supervivencia en un medio aparentemente hostil. Quizá uno de esos jardineros de corazón se encarga de sacar periódicamente esta planta a cualquier terraza para que se reconcilie durante algunas horas con el universo. Durante ese tiempo hasta una oruga mañosa tiene ocasión de hartarse con un pedazo de una de sus hojas, la más vieja. En algún lugar estará dormida ya en su capullo recordando la vez que devoró incontrolablemente parte de una hoja y de donde estuvo a punto de ser desalojada

Anturios para recordar (Medellín, Colombia)

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Parece como si la memoria de muchos de los habitantes de esta ciudad estuviera asociada, entre otras cosas, a las flores: desde las orquídeas que colgaban en los patios húmedos, hasta los corredores interiores donde las materas de barro estaban destinadas a alojar plantas, que se llenaban de hojas de un verde intenso o a los famosos anturios a los que uno apenas les echaba una mirada, cuando las tías o las abuelas hacían notar sus progresos, ajenos a la importancia que tendrían en el futuro cuando esas casas hubieran desaparecido y hasta los detalles más nimios de esas épocas se cubrirían de nostalgia. Los que yo recuerdo en la casa de mi abuela eran de una blancura casi artificial y con esa simplicidad en las líneas que realza la perfección de tantas creaciones de la naturaleza.