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Soledad en el claustro (Medellín, Colombia)

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A unos cuantos metros de las congestiones que se producen en la calles Ayacucho y Pichincha o en la carrera Girardot, el visitante despreocupado puede encontrarse con un lugar tan apacible como éste y sentirse transportado de inmediato a un ambiente similar al de los monasterios donde la meditación y la tranquilidad dan la pauta para medir el tiempo. La gente que pasa por los corredores aledaños, no mira siquiera este rincón; van tan inmersos pensando en todas esas gestiones institucionales que les impone la vida citadina, que apenas si reconocen el camino por donde se desplazan. Pero entre todos los atractivos que tiene la ciudad este es uno de los que vale la pena visitar, para entregarse a la lectura, la meditación o para tener una buena conversación sin la amenaza omnipresente del ruido.

Secretos de balcón (Medellín, Colombia)

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A veces una mirada inquisitiva permite encontrar esos lugares que comúnmente están a cubierto de la curiosidad de la mayoría de la gente. Aunque casi siempre los ojos de los transeúntes se quedan en el limitado horizonte que los edificios y la gente les permiten y pocas veces se dirigen hacia las alturas. En estos espacios que se proyectan al vacío se esconden pequeñas evidencias que dan cuenta en su cotidiana sencillez de la intimidad de las personas. Es como si de alguna manera la vida íntima que se desarrolla en el interior de los apartamentos generaran, tarde o temprano, una especie de excrecencias que se van depositando lentamente en los balcones. En ocasiones es posible verlas desde la calle, pero casi siempre permanecen ocultas, como si la ciudad se avergonzara de esas pruebas anodinas de quienes a fin de cuentas, son tan reales como los que caminan por la calle, aunque uno nunca los vea.

La serenata de los indios (Medellín, Colombia)

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Esas canciones clásicas como dust in the wind , los sonidos del silencio o el cóndor pasa , de las que se han escuchado tantas versiones, se apoderan de cualquier calle cuando el sonido de las flautas, las quenas o las zampoñas opaca la usual cacofonía de la ciudad. Algunos creen que es música clásica la que oyen, otros evocan esos días de los setenta cuando la “música latinoamericana” se adueñaba de todos los lugares donde hubiera universitarios. Ahora esas tonadas, vacías de cualquier significado, se encuentran en una esquina, debajo de algún árbol o a la entrada de un almacén invitando a los transeúntes para que se dejen seducir por la profusión de mercancías. El aspecto de los músicos, ataviados con una combinación incongruente de vestiduras, hace pensar en ese sincretismo del que tanto se habla cuando aparecen manifestaciones culturales que mezclan diferentes orígenes. Sin embargo estas imágenes se podrían relacionar más fácilmente con alguna leyenda urbana, donde los maniquíes

Centro Comercial Palacio Nacional (Medellín, Colombia)

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Cuesta creer que este edificio, construido por el belga Agustín Goovaerts para alojar oficinas administrativas de carácter nacional, haya sido el preferido de los suicidas en los años sesenta y setenta para arrojarse al vacío. Hoy, después de años de abandono, da albergue a un comercio lleno de vitalidad.

Ahí están... viendo pasar el tiempo (Medellín, Colombia)

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Esta torre y estas montañas han visto pasar la vida de la ciudad sin inmutarse, aunque las construcciones en las laderas hayan comenzado, desde hace mucho tiempo, a teñir de ocre las superficies que otrora fueran el dominio, indiscutido, de los verdes intensos de la vegetación.