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Mostrando las entradas etiquetadas como carrera Junín

Tu reflejo me confunde

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La realidad esta llena de ilusiones visuales y a veces éstas se manifiestan de una manera tan palpable que no se puede dejar de registrarlas para alargar el asombro o simplemente para que entren a formar parte del infinito cúmulo de eventos curiosos, que en la mayoría de los casos no nos cambian la vida, al menos  significativamente.

Un instante (Medellín, Colombia)

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Tal vez la soledad de Junín en ese momento fue algo momentáneo, quizá volvió a llenarse al minuto siguiente pues el sentido común parece que sí ha abandonado las calles, como sucede con esos lugares de la ciudad donde la celebración de eventos casi siempre anodinos continúa. A diferencia de lo que sucede en el cuento de Edgar Alan Poe, La máscara de la muerte roja, la fiesta no la hace sólo el potentado sino también la gente del común para quienes el ruido y las aglomeraciones es algo vital, como sucede con esas bullangueras colonias de periquitos que sobrevuelan la ciudad haciendo sentir su presencia mimetizada en el verde de los árboles, indiferentes a cualquier acecho; pero la muerte sigue ahí, alerta, como un gato, provista ahora de un arma mucho más ominosa por imperceptible.

El valor de la papaya (Medellín, Colombia)

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Una escena cotidiana que se repite constantemente en las calles de esta ciudad. Sin embargo el colorido que arrastran en sus carretillas estos vendedores pasa desapercibido para casi todo el mundo. Estamos tan acostumbrados al color del trópico que hace mucho que se nos volvió más importante el valor de las cosas que su belleza .

La música es así II

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La música, una actividad que une a los seres humanos también es una de esas actividades que afectan de manera distinta a cada individuo en particular. Cada uno tiene una relación íntima y personal con ella. Como estos tres músicos que en Junín interpretan aires regionales con la actitud de quien apenas está conociendo a sus amigos: con cautela pero también con ciertos desencuentros que tal vez el tiempo logre soslayar. Por ahora alguna nota se atrasa o se adelanta cuando no es que se pierde definitivamente a causa de una mano que no logra manejar con más habilidad el instrumento. De todas maneras, y a pesar de las notas desafinadas, una mañana de sábado un paseo peatonal de El Centro se vio animado por tres hombres absolutamente concentrados en hacer lo que más les gusta: música.

Mediodía en Junín (Medellín, Colombia)

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El sol del mediodía ilumina la famosa carrera Junín por donde pasan a diario miles de personas, que sin saberlo contribuyen a dar ese color tan particular a esta vía. Cualquiera que visite la ciudad se llevará entre su paquete de recuerdos la caminata bajo las palmeras o la imagen de los puestos de flores que desde hace muchos años forman parte de un lugar tan imprescindible para definir la singularidad de esta urbe.  

Misceláneas ambulantes (Medellín, Colombia)

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El vendedor ambulante es uno de los tantos personajes anónimos, pero característicos, que recorre las calles de las ciudades colombianas actuales. Los hay de todas las edades y de todos los estilos. Venden múltiples productos, desde chicles hasta confites o cigarrillos “menudeados”, para ganarse la vida con dificultad. Pululan en El Centro y a pesar de eso, o tal vez por esa circunstancia, se han vuelto invisibles; sólo adquieren  existencia cuando algún transeúnte necesita comprarles cualquier cosa.

Frente a las palmeras (Medellín, Colombia)

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En el sector peatonal de Junín, la tan conocida vía comercial de El Centro, la gente pasa por debajo de las palmeras sin darse cuenta de su presencia. Pero cuando se almuerza en uno de los muchos restaurantes que bordean esta carrera tan conocida, es imposible hacer caso omiso de su presencia. Ya sea porque el verde intenso de sus hojas se roba la atención o porque su follaje obstruye parcialmente la vista. Sin embargo se podría decir que para muchos de los que habitan la ciudad, y para aquellos que la visitan, almorzar sentados a una mesa en un balcón que da a Junín es una forma de tomarle la temperatura a su ambiente citadino y agitado.

Caminar por Junín (Medellín, Colombia)

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Las personas que caminan por la carrera Junín a paso lento o con rapidez, deben sentir aunque sea de manera inconsciente la magia que tiene uno de los lugares más conocidos y transitados por los medellinenses y por quienes visitan esta ciudad constantemente. Este paseo peatonal que atraviesa El Centro ha sido y es un gran eje comercial y a pesar de los grandes cambios que ha experimentado a lo largo de su historia no deja de tener un encanto que atrapa a los transeúntes diariamente.

Banderas a contraluz (Medellín, Colombia)

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El hito arquitectónico más importante de El Centro de la ciudad desde su construcción en los comienzos de la década de los setenta es tal vez el edificio Coltejer. En su parte más alta han ondeado ininterrumpidamente desde que se tenga memoria las banderas del país y del departamento del cual esta ciudad es capital. Aunque a su alrededor se ha desarrollado la ciudad a partir de la segunda mitad del siglo, dicho desarrollo ya no tiene un único eje en el Valle, pero a pesar de los cambios las banderas siguen ondeando orgullosas diariamente allí como lo harán en todos los pueblos y ciudades a todo lo largo y ancho del país en este día tan significativo para nuestra historia.

Los paseadores (Medellín, Colombia)

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Desde el tranquilo interior del Astor y saboreando el clásico jugo de mandarina, uno se puede dedicar a ver pasar a la gente por Junín; a veces todos parecen turistas que por fin se hubieran decidido a visitar la ciudad y tuvieran que verlo todo al mismo tiempo. En algunas ocasiones se aglomeran frente a la entrada y uno apenas ve con dificultad una que otra cara. Pero otras, es como si por algún tipo de sortilegio la mayoría de la gente desapareciera y sólo quedaran en la calle aquellos que realmente disfrutan de pasear por Junín una tarde de sábado, sin afanes ni temores al proverbial paso inexorable del tiempo.

Junín (Medellín, Colombia)

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A la sombra de las palmeras y del edificio Coltejer la gente se pasea por Junín. No importa de dónde vengan o cuánto tiempo lleven viviendo aquí, tarde o temprano “todo el mundo” llega a Junín para caminar por estas tres cuadras de restaurantes y almacenes, que hacen parte de uno de los recorridos más tradicionales en esta ciudad. A veces, para quienes vivimos aquí, este recorrido se vuelve tan cotidiano que las vitrinas y los edificios y hasta la gente dejan de mirarse con el asombro de la primera vez, pero siempre, aunque uno pase por allí muchas veces, la magia de esta calle emblemática permanece. Es como si durante las muchas décadas que la gente ha caminado por allí, hubiese impregnado esta calle de esa magia que tienen los lugares donde las personas de todas partes sienten que algo de ellas se les queda o como si inconscientemente dejaran algo de si a propósito para tener la disculpa de volver. Junín es uno de esos sitios que tienen todas las ciudades donde nadie se siente ajeno

Entre líneas de concreto (Medellín, Colombia)

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Estas columnas exteriores han llegado a ser una de las características más sobresalientes del Edificio Coltejer. De la misma manera que por entre los templos y edificios del antiguo Egipto se pasean los turistas y los egiptólogos, enfatizando con su tamaño la magnificencia de las construcciones hechas hace milenios, así mismo, guardando las proporciones, se pasean los habitantes de esta ciudad, por entre las columnas y pasajes interiores de este edificio. Se viene a la mente la imagen de esos corales y peces diminutos que convierten las ciudades o los barcos hundidos en nuevos santuarios de vida marina. Como este hombre que impasible se entrega a sus preocupaciones cotidianas hablando por su teléfono celular, indiferente a la pequeñez de su humanidad comparada con las columnas que están a su lado. La cercanía convierte hasta la creación más maravillosa en un objeto cotidiano, al que con el tiempo se deja de observar: cuando deja de ser una novedad y pasa a ser parte de esa realidad ina

Una tarde de lluvia, una calle cualquiera (Medellín, Colombia)

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Esa tarde nadie cantaba bajo la lluvia y los pocos que transitaban por allí sólo pensaban en escamparse. La ciudad se veía casi abandonada como si cada gota hubiera hecho desaparecer una persona. Contra las paredes, se recostaban los pocos que no habían mirado al cielo y por lo tanto no se habían dado cuenta de lo que se estaba preparando allá arriba: una tormenta que se precipitaría sobre la ciudad con toda su fuerza; de esas que le hacen a uno desear no volver a salir de la casa. Mientras el agua se encargaba de lavar el aire, los adoquines y el piso de los andenes, la gente se dedicaba a quejarse por lo bajo del mal tiempo y de la inconveniencia del invierno. Qué no dieran por un rayo de sol, aunque fuera de esos que queman la piel como si pretendiera marcarlo a uno de por vida. En fin, quizá entre los que se le escabullían al agua estuvieran escampándose dos soñando con un lugar seco sólo para ellos y sin sospechar que esa tarde pasaría a ser otro más de los recuerdos que algún día

Encantadores de palmeras (Medellín, Colombia)

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A falta de serpientes estos músicos de la calle se han dedicado a encantar palmeras. Deben ser ellos quienes se han dado a la tarea de hacer crecer las que aparecieron de un momento a otro, altas y cimbreantes, por toda la ciudad. Tal vez la razón de ese fenómeno sean estos músicos que en vez de encantar a la gente o a las serpientes, como los legendarios personajes de la India o Marrakech que adormecen cobras y hasta se dejan morder por ellas, encantan árboles. Aquí, la música de estos taumaturgos locales se dedica a menesteres más loables y ecológicos, aunque la gente los ignore y hasta les impida la entrada a determinados lugares. Quizá por que allí adentro no hay palmeras que encantar o porque las melodías que les gustan a las plantas no son precisamente las que más les llaman la atención a los clientes de este lugar en particular. De todas maneras descubrimos, oyendo la música que interpretaban y que hacía mecer el tronco de esta palma, que a nosotros también nos gustab

La cara expuesta (Medellín, Colombia)

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La ciudad se mira a sí misma en esta exposición de fotografías donde algunas de las facetas de la gente, que la convierten en un lugar sui géneris, han sido capturadas por el objetivo de una cámara fotográfica. Muchos de los que pasan por aquí apenas le echan una ojeada a las fotos que les muestran una realidad que creen conocer a fondo. Esa puede ser la razón de su indiferencia. Otros se quedan durante largo rato mirando las imágenes y leyendo los textos que las acompañan. Tal vez sienten curiosidad por saber cómo son esos puntos de vista distintos que se desarrollan sobre el lugar que habitan. Qué aspectos de lo que sucede en la ciudad han sido escogidos para enfatizarse por medio de una foto. Al fondo la gente pasa haciendo caso omiso, como casi siempre, a esas manifestaciones silenciosas que detienen en el tiempo aquello que somos y que nos sentimos tan reacios a constatar.

Tarde de lluvia (Medellín, Colombia)

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Uno de esos aguaceros inesperados que sorprenden a la gente y la inmoviliza debajo de cualquier marquesina o saledizo, nos obligó a permanecer durante un rato en una esquina del centro mientras el agua se precipitaba con fuerza sobre la ciudad y la desdibujaba. Era como si la lluvia quisiera derretir los edificios, los árboles y a la gente que se atrevía a cruzar las calles sin protegerse siquiera debajo de un paraguas. Frente a nosotros estas ventanas cúbicas de vidrio y concreto soportaban el golpeteo solemne y monótono de la lluvia. Imperturbables, como los ojos de los hipnotizados, se asomaban al vacío como si quisieran seguir en su caída a las gotas de agua. Sin embargo las superficies que conforman los volúmenes y los perfiles de la ciudad resisten casi siempre, no dejan que la fuerza del agua los desmorone fácilmente. Tal vez la esperanza de volver a ver el sol impide que todas las cosas sucumban a la violencia de los elementos.

Con el sol vuelve el color (Medellín, Colombia)

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Después de que durante días los cielos grises y opacos se sucedieran sobre nuestras cabezas, ha vuelto el sol a iluminar la ciudad y a intensificar los colores que en cualquier lugar impresionan la mirada. Estos globos podrían ser el símbolo de lo que sucede en todas partes cuando cambia la temperatura. Las superficies bañadas por la luz de la tarde adquieren unas tonalidades que parece imposible se puedan repetir en cualquier otro lugar del mundo. Como si la luz de esta ciudad fuera capaz de recrear siempre los colores, de entregarnos cada vez una nueva manera de percibirlos.

Piedra y cielo (Medellín, Colombia)

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En Colombia la unión de estos dos términos todavía evoca, no se si con nostalgia, la polémica generada por los piedracielistas, esos poetas que al final de los treinta dieron tanto de que hablar en torno a la poesía colombiana. Ahora para un par de transeúntes de esta ciudad esas dos palabras unidas los lleva a pensar no en poesía, pero si con nostalgia, en esa ciudad que por allá en la década del cincuenta empezaba a agitar sus alas de ciudad moderna, construyendo sus edificios al mejor estilo contemporáneo. Edificios cuyas fachadas estaban recubiertas con una combinación de materiales que resaltaba la belleza de la piedra y el reflejo del cielo único de esta ciudad, en los paneles de vidrio de las ventanas. Otra fachada del centro que ha acompañado desde lo alto el andar presuroso de los medellinitas o el caminar despreocupado de los soñadores de cualquier lugar. Es uno de los cuantos que hasta ahora se han salvado del prurito regenerador y que ojalá se preserve durante mucho

Un sábado en Junín (Medellín, Colombia)

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¿Qué es lo que quiere la niña…? Nadie parece saberlo. Su mano señala hacia un lugar fuera de la imagen. Tal vez sea algo invisible porque nadie mira hacia donde estira el brazo, ni siquiera la miran a ella. Como sucede casi siempre su deseo se extraviará entre los otros deseos, expresados u ocultos, que se mueven alrededor de la gente.

La dama de la hoz (Medellín, Colombia)

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Desconocido para la mayoría de los transeúntes, este altorrelieve permanece sobre la puerta de uno de esos edificios viejos de Junín, donde funciona una institución bancaria. El tema parece hacer referencia al trabajo: en una pose de reminiscencias egipcias una mujer manipula con gesto delicado una hoz; el pelo, amarrado en una trenza, cuelga sobre el hombro poniendo un toque de coquetería en toda la escena.