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El color de la luz (Medellín, Colombia)

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La arquitectura no puede desprenderse de la luz para reforzar la relación vital que establece entre los espacios. Y hay lugares como éste donde a determinada hora del día la luz atraviesa los ventanales incendiando el color de los vidrios, y golpea con tal fuerza en las hojas de las plantas que parece atravesarlas. Lugares apacibles como estos, donde la luz se descompone en una gran variedad de colores y revela volúmenes de gran belleza, hay muchos en esta ciudad a la vista de todo el mundo, aunque rara vez nos fijamos en ellos.

Un cielo de verano (Medellín, Colombia)

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A veces sólo basta mirar hacia arriba para ver un árbol, de esos que han escapado al hacha criminal que por temporadas se desplaza por la ciudad, intentando combinar sus miles de verdes con los azules del cielo. Aunque el cielo visto así, a través de un vidrio, le hace pensar a uno que podría no ser más que un color pintado para engañar pequeñas plantas, para convencerlas de que afuera el tiempo es el ideal para su desarrollo. Pero el calor que hacía esta tarde en la ciudad no tenía nada de ficticio, era uno de esos calores de trópico con tendencia a convertirse en agobiante, como esos que describen los exploradores de selvas o bosques donde los retazos de azul o de gris son tan escasos, que quienes se mueven a ras del piso tienen que recurrir a la imaginación o a los sueños para no olvidarse del cielo. Afortunadamente los que vivimos en esta ciudad sólo tenemos que levantar la cabeza para ver árboles combinando sus colores con el azul, que siempre da la impresión de ser infinito.

Una jardinera... un símbolo (Medellín, Colombia)

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El símbolo, tan conocido, de la cruz es el motivo de esta jardinera que parece haber sido diseñada para enfatizar únicamente la presencia del árbol, que aunque no se alcance a ver del todo ha marcado el paso del tiempo por este patio que en otra época perteneció a un seminario y que ahora es el lugar por donde pasan innumerables personas, ajenas a su presencia aunque se aprovechen de la sombra que genera. Otro de esos lugares que tienen las ciudades de los que uno se aprovecha sin percibir siquiera como está diseñado ni que mensajes implícitos o explícitos transmite.

Soledades (Medellín, Colombia)

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La soledad siempre se asocia, aunque sea inconscientemente, con la espera. Es como si de alguna forma uno quisiera llenar ese vacío que la soledad evoca. Tal vez no hace mucho que las sillas y las mesas fueron abandonadas y tal vez la gente volverá muy pronto a ocupar este lugar, pero en este momento parece imposible que las risas, los susurros o las palabras vuelvan a recorrer esta atmósfera. Al menos durante el tiempo que dure esta fotografía nadie alterará la quietud mantenida artificialmente. Cada vez que una persona contemple este pedazo de tiempo, que un artilugio humano se encargó de aislar del resto, la soledad se hará presente en este rincón de la ciudad, y en su ánimo se generará el deseo de ver que alguien atraviese el patio para ocupar su puesto en cualquiera de las mesas.

El arte de hacer pesebres (Medellín, Colombia)

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Entre los innumerables pesebres que pululan en estos días por todas partes destacan, entre otros, esos que los profesionales en estas lides exponen en almacenes y centros comerciales. Claro que a veces uno prefiere los que la gente arma con todo tipo de imágenes y materiales en los antejardines de las casas, en las esquinas o en los parques para que quien quiera se acerque a rezar la novena entre la algarabía de cascabeles hechos con tapas de botella, panderetas de plástico y los villancicos de toda la vida cantados con la claridad y el entusiasmo de los niños. En esta época de luces y adornos, todavía las festividades se centran en esa pequeña puesta en escena, en ese revival, que en todo Colombia llamamos pesebre.

La fuente del patio... (Medellín, Colombia)

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…que nos da frescura… dice el viejo bolero. Para los japoneses, por el contrario, más que la frescura del agua, la gracia de una fuente está en su canto. El golpear del agua tiene un timbre y una sonoridad que tranquiliza, aunque por estas latitudes a mucha gente le perturba el espíritu, porque su oído está ya viciado por la cacofonía que produce la ciudad.

Ley de gravedad (Medellín, Colombia)

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Las ilusiones ópticas tienen de su lado la necesidad que tiene el hombre de cruzarse en su camino con lo maravilloso. Este helecho parece flotar en la atmósfera inmóvil de un antiguo claustro, dedicado hoy a otros menesteres, como muchos de los edificios antiguos y grandes de la ciudad. Pero esas nuevas actividades que se realizan entre sus paredes, no le han podido quitar al aire una cierta quietud que invita a la reflexión, así sea mirando una planta que cuelga de un alambre invisible.

Exuberancia (Medellín, Colombia)

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En estas latitudes las plantas crecen con tal rapidez y de una manera tan excesiva, que no es descabellado pensar que están planeando tomarse la tierra de nuevo, arrebatándosela sin aspavientos a sus depredadores.

Natividad (Medellín, Colombia)

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El nivel de detalles le hace olvidar a uno que está frente a una escena en miniatura. Imperceptiblemente uno se transporta a otra época y presencia el misterio con el que la vida se perpetúa cada vez que nace este niño.

Ventana (Medellín, Colombia)

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Cuántos habrán mirado a través de esta ventana, buscando respuestas en la luz que la atraviesa. Sin recordar que el exterior siempre se ve con el color que le ponen los ojos de quien mira.