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El verdadero color del sabor (Medellín, Colombia)

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En la mayoría de los casos los colores de los vegetales comestibles abren el apetito de la gente mucho antes que su olor o su sabor. Sobre todo cuando el transeúnte se encuentra con lugares donde los mismos agricultores se encargan de vender sus propios productos. Una ciudad conocida por su vocación industrial y comercial recuerda los orígenes campesinos de sus habitantes en estos sitios donde se puede comprar una gran variedad de géneros sin intermediarios. Aquellos parecen más naturales que los disponibles en los ambientes estériles de los supermercados y su sola vista sugiere que su sabor es más verdadero.

Cocina para hombres (Medellín, Colombia)

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Entre todas las actividades que ofrecen las ciudades uno se encuentra con cursos tan particulares como una clase de cocina donde los alumnos son sólo hombres, aunque quien lo imparta, con bastante profesionalismo por cierto, sea una mujer. Al parecer se enfatiza en maneras de preparar los alimentos y en combinaciones poco usuales para los habitantes de esta ciudad que desde hace algunos años pasaron abruptamente de los alimentos tradicionales de la gastronomía autóctona a la comida chatarra ofrecida en centros comerciales y puestos callejeros. En este caso el plato que seduce al paladar es un delicioso “róbalo a la marinera” que hace agua la boca a quienes ven esta fotografía. Ojalá muchos nos matriculáramos en cursos como éste, dictados por una conocida Caja de compensación del departamento de Antioquia.

Corazón de maíz (Medellín, Antioquia)

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El maíz que está en la base de tantas civilizaciones americanas aparece en este plato, y en primer plano, para seducir con su color y forma el ojo del comensal. En segundos nos evoca a algunos Hombres de maíz la novela del poco recordado por estos días nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias,  centrada en el conflicto que enfrenta a dos clases de hombres: los que consideran el maíz como un alimento sagrado y, por ende, hacen un uso racional de él, contra los que lo ven simplemente como una mercancía, un producto comercial. Una obra que mediante un lenguaje surrealista se adentra en las tradiciones orales y ancestrales de los pueblos indígenas centroamericanos, incluyendo mitos, leyendas, poemas y canciones. Pero también nos recuerda el extenso poema Memoria sobre el cultivo del maíz del año 1866 escrito en “antioqueño” como lo dijera el gran autor, tan cercano a la tierra y a nuestro acervo cultural: Gregorio Gutiérrez González, quien con un lenguaje realista y directo descri