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La esquina del movimiento (Medellín, Colombia)

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Las esquinas de esta ciudad tienen su magia, es como si los comerciantes hubieran analizado que para mucha gente son algo más que un elemento de la arquitectura. En una esquina se puede definir una vida. Siempre están planteando la terrible pregunta, seguir o no seguir, voltear o continuar hacia el frente, girar a la derecha o a la izquierda. Y mientras a uno lo invade la duda los colores y el movimiento de estos locales te pueden atrapar en su remolino incesante. Hay de esquinas a esquinas, pero ésta es una de las tantas donde el color y su misma vocación están llamando constantemente a los transeúntes para que se integren en su actividad de todos los días. Este sitio, como otros tantos en la ciudad, es el depositario de ese montón de esperanzas de detener el tiempo y proteger la vida del olvido, al fin y al cabo esa es la función que le hemos asignado las personas comunes y corrientes a las fotografías. Este lugar por donde pasan a diario miles de personas es uno de esos que

La ciudad reflejada (Medellín, Colombia)

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La ciudad se copia a sí misma en este ojo de agua artificial y en las fotografías adheridas al muro. Fotografías que se abren como ventanas en lugares específicos y donde han quedado plasmadas, a través del objetivo, unas imágenes parciales de la ciudad. A las personas que caminaban al lado de esta pared los ojos se les iban hacia las fotos, tratando de identificar los lugares retratados, pero no se daban cuenta de que ellas mismas eran reproducidas con fidelidad casi absoluta en la superficie del agua que apenas se rizaba un poco, como para no engañar del todo al ojo que de pronto estuviera observando sus maniobras. Uno no sabe adónde van esas imágenes que se roban los espejos de agua o tal vez no van a ninguna parte, quizá se queden en la superficie como la mayoría de las acciones que se ejecutan sin pensar en ellas. Como las palabras que se pronuncian mecánicamente o las acciones cotidianas que el cuerpo realiza sin el concurso de la voluntad. O como esas fotografías que encasillan

La cara expuesta (Medellín, Colombia)

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La ciudad se mira a sí misma en esta exposición de fotografías donde algunas de las facetas de la gente, que la convierten en un lugar sui géneris, han sido capturadas por el objetivo de una cámara fotográfica. Muchos de los que pasan por aquí apenas le echan una ojeada a las fotos que les muestran una realidad que creen conocer a fondo. Esa puede ser la razón de su indiferencia. Otros se quedan durante largo rato mirando las imágenes y leyendo los textos que las acompañan. Tal vez sienten curiosidad por saber cómo son esos puntos de vista distintos que se desarrollan sobre el lugar que habitan. Qué aspectos de lo que sucede en la ciudad han sido escogidos para enfatizarse por medio de una foto. Al fondo la gente pasa haciendo caso omiso, como casi siempre, a esas manifestaciones silenciosas que detienen en el tiempo aquello que somos y que nos sentimos tan reacios a constatar.

El alma de los juegos (Medellín, Colombia)

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En algunas culturas se ha creído que las fotografías se roban las almas -o al menos parte de ellas- y las encierran en un pequeño cuadro. Tal vez sea cierto y en las fotos se quede algo de la gente. Al menos cuando se ven fotografías viejas es como si la memoria intentara recuperar sensaciones, olores y sentimientos que el tiempo ha debilitado o que nunca se llegaron a experimentar. Para estos jóvenes que posan sonrientes frente a las cámaras digitales, frente a los teléfonos celulares, esas fotos están plasmando para el recuerdo una nueva experiencia del mundo en el que viven y que será parte de ahora en adelante de sus historias como seres humanos. Para los deportistas que los acompañan no será difícil recordarlos, al fin y al cabo parte de su alma quedó encerrada en esos pequeños cuadros, si les vamos a creer a las supersticiones, que a veces tienen algo de asidero en la realidad.

Una foto (Medellín, Colombia)

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La actividad febril en un parque de la ciudad ha sido detenida en el tiempo gracias a una cámara fotográfica. Grupos de personas que tal vez nunca se habían visto acudieron ese día y en ese momento preciso desde lugares cercanos o alejados, desde los barrios de la ciudad y hasta de lejanas tierras, para cumplir la cita que el destino les había fijado en este lugar. Aislados unos de otros por las barreras invisibles que les impiden conocer a los demás, comparten el mismo espacio y se entregan a sus realidades completamente indiferentes a lo que pasa a su alrededor. El único que al parecer todavía siente que fuera de su pequeño entorno hay otro mundo, es el niño que abandona la escena donde se encuentra. Fija su atención en algún acontecimiento exterior, como ese personaje del cuadro de Velásquez, que nos inquieta con la mirada que pasa por encima de nuestro hombro para interesarse por algo invisible a nosotros.

Cuadros de una exposición (Medellín, Colombia)

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Las trece secciones en que estas ventanas dividen la pared, aíslan diferentes aspectos de un sector de la ciudad. Cada una de ellas parece una imagen en sí misma, sin ninguna relación con las demás. Hasta podría decirse que estas imágenes son un muestrario de la riqueza visual de los barrios de la ciudad, tan variada que su estilo, color y textura puede cambiar drásticamente en unos cuantos metros. Muchas veces sin solución de continuidad. Por eso no es de extrañar que el observador desprevenido se engañe y crea que en vez de ventanas, está frente a una exposición de fotografías, que reúne en un espacio reducido lugares distantes y distintos de la misma ciudad.

El arte del anonimato (Medellín, Colombia)

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En esta ciudad se encuentran composiciones visuales de tal belleza que uno no puede menos que pensar en algún artista anónimo, alguien que se tomó el trabajo de ubicar los colores y las formas en un lugar determinado, aunque poco convencional, para que a alguna persona se le ocurriera ver allí un objeto artístico. Aunque lo más factible es que deben haber sido varios los “creadores”; a lo mejor fueron muchos los que contribuyeron, de manera inconsciente, a hacer esto posible. Con toda seguridad cada elemento fue ubicado allí en períodos de tiempo distintos por personas que ni siquiera tuvieron en cuenta el entorno en el que estaban trabajando. Pero lo que importa es el resultado, independientemente de la intencionalidad de los autores.

La soledad del amarillo (Medellín, Colombia)

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Nadie espera la llegada del tren. Sin embargo el amarillo sigue invocando la prohibición de cruzar la raya, los durmientes esperan un temblor que los despierte y la perspectiva de las líneas, que a lo lejos hacen creer en la verdad de su unión en el infinito, mantienen la ilusión de espacio.

Los colores de la esperanza (Medellín, Colombia)

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En el atrio de la iglesia de San José, en el centro de Medellín, se exponen a los elementos toda clase de artículos religiosos. Los colores brillantes de las veladoras se roban la mirada dejando en segundo plano a santos y novenarios.

Otra playa en Medellín (Colombia)

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Parque de los deseos. ¿El nombre de este parque tendrá alguna relación con el pozo de los deseos? ¿Será que alguien habrá formulado un deseo estando en este lugar? ¿Se le habrá cumplido?