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Paisajes urbanos (Medellín, Colombia)

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Cualquier ciudad en este siglo tiene la obligación de combinar sabiamente el concreto y el asfalto con la naturaleza. Una de las ventajas de vivir en la zona tropical de este planeta es que no se tienen que hacer grandes esfuerzos para que árboles y plantas crezcan en cualquier parte. Aunque no se puede negar que en nuestro país hay zonas que se acercan peligrosamente a la categoría de desiertos, esta ciudad es de las que se puede dar el lujo de no tener límites en cuanto a las áreas urbanas donde pueden crecer casi cualquier tipo de plantas. Infortunadamente hay lugares donde las zonas cubiertas por el cemento se amplían de manera continua, especialmente en los barrios donde los jardines van desapareciendo sin que la gente se percate de la falta que hacen, hoy más que nunca, los paisajes urbanos donde predomine el color verde.

Los detalles de la belleza (Medellín, Colombia)

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Pocos deben saber que esta flor pertenece a una de las plantas que se ha hecho endémica en los jardines de esta ciudad. Y también deben ser pocos los que sabe que los crotones, pues a ellos me refiero, no son americanos sino que llegaron alguna vez de Malasia y las Indias orientales a este continente. Quién sabe por qué azarosas rutas. Pero casi nadie se interesa por esas materias. Lo que interesa es la belleza de sus hojas, tan apropiada para dar colorido a muchos jardines y parques de la ciudad. Tanto que nadie se da cuenta de que este arbusto también florece. Unos ramos de flores tan modestos en tamaño que pasan desapercibidos. Sin embargo si uno se toma el tiempo de mirar entre el follaje puede encontrarse con estas flores pequeñitas que contrastan en su sencillez con el protagonismo de las hojas, contradiciendo a casi la mayoría de las plantas, cuyas flores son casi siempre su elemento más llamativo.

Creencia urbana (Medellín, Colombia)

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Una imagen que se repite cada vez con más frecuencia en los jardines de la ciudad es la de las grandes botellas de gaseosa llenas de agua. Pocos son los que conocen el significado de esta costumbre, hasta que alguien da la respuesta a la pregunta obligada. No parece tener sentido pero al decir de muchos es ciento por ciento segura para alejar a los gatos. Quienes han sido desvelados por los eróticos requerimientos de los gatos en el jardín de su casa, han empezado a adoptar esta medida que, a pesar de no tener una base científica conocida, es el método más seguro para desterrar felinos. Al parecer ya no hay que recurrir a la vieja costumbre de tirarles agua, arrojarles piedras o un zapato como en los comics. Si esta práctica se generaliza los gatos tendrán que buscarse otros lugares para desarrollar sus complejos rituales amorosos que necesariamente pasan por un preludio sonoro tan fastidioso.

Composición de feria (Medellín, Colombia)

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En una ciudad que hace de las flores el centro de su fiesta máxima anual no es raro encontrar siempre y durante todo el año, flores en su composición urbanística; hermosas flores que aunque efímeras como ésta contribuyen con su belleza y color a suavizar la dureza de las líneas del ladrillo y el concreto en lugares públicos y privados.

El helecho de los abanicos (Medellín, Colombia)

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El helecho, como todas las plantas adopta infinidad de formas, pero es en el trópico donde se ven sus manifestaciones más interesantes; desde el punto de vista del diseño sorprende cada vez que se las observa detenidamente. Este helecho parece haber inspirado, al menos en estos lugares, a ese elemento tan conocido y tan útil antes de la invención de los ventiladores: el abanico. Se le ve aparecer (no necesita que nadie lo siembre) por debajo de algunas plantas en patios y jardines y embellece los lugares donde se da con su forma delicada y la combinación pálida del sin fin de verdes que expone en sus hojas.

En los jardines crecen hongos (Medellín, Colombia)

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De todos es sabido que en los jardines crecen hongos, y con profusión, sobre todo en los climas tropicales como el nuestro; pero que dichos organismos tan diferentes a las plantas que hasta se clasifican en un reino aparte, aparezcan en un jardín gracias a la imaginación de un artista puede que sólo pase en esta ciudad. En el jardín de una de nuestras bibliotecas más representativas surgió hace años una zeta gigantesca, permaneciendo imperturbable en este lugar para satisfacción consciente o inconsciente de quienes transitan por los alrededores. Lleva tanto tiempo medrando allí que hasta la vegetación natural tapó la firma con la que fue marcado este hongo por la mente que lo creó. Y a pesar de la inquietud que genera, uno siente vergüenza de pisotear las plantas que cobijan su tronco para satisfacer curiosidades de historiador o curador amateur. De todas maneras no faltará algún visitante, asiduo o no, que se acerque y con mano indagadora deshierbe momentáneamente el piso par

Textura de jardín (Medellín, Colombia)

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Con las plantas pasa lo mismo que sucede con las creaciones humanas: durante algún tiempo se ponen de moda algunos colores, formas y hasta texturas. De pronto uno empieza a ver en la mayoría de los jardines un determinado tipo de vegetación que le imprime a la ciudad un aspecto particular, diferente a como lucía en otras épocas o a como lucirá en el futuro. Pero eso es normal, supongo, si tenemos en cuenta la necesidad del ser humano por la novedad. Estas plantas aparecieron de pronto en los jardines públicos y de pronto invadieron antejardines y materas a lo largo y ancho tanto de la ciudad como de las poblaciones vecinas. Lo cierto es que sus tonos combinan de tal manera que parecen diseñados para crear allí donde se siembran un hermoso efecto decorativo.

Luz natural (Medellín, Colombia)

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Colgando del cielo, como esas luces navideñas que adornan profusamente en los diciembres las calles de esta ciudad, uno puede encontrarse unas flores como estas en algunos jardines. Parecen alumbrar el lugar con su forma y su color. En estos días de equinoccio cuando los elementales de las plantas según algunas creencias están en su mayor actividad sería posible verlos, para quien tenga la mente abierta, desplazarse bajo estas hermosas flores que como lámparas deben iluminar los caminos secretos del bosque.

Morado claro (Medellín, Colombia)

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Algunas flores de esas de las que nadie conoce el nombre y que aparecen en algunos jardines sin que nadie las siembre, o cuidadas por manos desconocidas tienen unas formas tan complicadas que parecen diseñadas específicamente para hacer su aparición en la decoración barroca de alguna iglesia latinoamericana de la época colonial o de un palacio europeo. Es posible que la creatividad de los arquitectos y decoradores de aquellas épocas se haya basado en la observación de flores como ésta, cuyo suave color resalta lo complicado de su dibujo.  

Llamaradas (Medellín, Colombia)

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Según dicen es gracias a la taxonomía de Carlos Linneo que este arbusto tiene como nombre crotón que en griego significa garrapata; al parecer porque sus semillas se parecen a este insecto. Pero en nuestra ciudad se le conoce como croto que seguramente no hace referencia a ninguna palabra conocida en español. Debo confesar que nunca le he visto una semilla, ni siquiera recuerdo haber visto una de sus flores pero la denominación por la que se le conoce hace pensar en una planta exótica. Lo que si se es que son innumerables los colores de sus hojas que a veces lo hacen ver como un árbol en llamas. Habrá que agradecer por siempre a la naturaleza malaya por este hermoso regalo que campea, aunque no lo suficiente, en los jardines de nuestra ciudad.

Un pequeño habitante (Medellín, Colombia)

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A espaldas de los millones de habitantes citadinos medran estos pequeños seres que también son habitantes de la ciudad. Estos grillos, dolor de cabeza de todos los jardineros, forman parte de la variedad de la vida casi invisible, que medra entre las plantas de la ciudad, indiferente a las preocupaciones y alegrías diarias de hombres y mujeres. Tal vez las aves que viven en los árboles son las únicas que se preocupan por que la provisión de insectos nunca se acabe.

Primer plano (Medellín, Colombia)

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A primera vista parece como si el amarillo dominara todos los colores de la naturaleza en la ciudad, son tantos los lirios que bordean las avenidas, que colorean los parques. Y sin embargo a pesar de la cantidad, la vista no se cansa de ver ese tono que alcanzan estas flores cuando se abren plenamente. Cuando uno observa una flor de estas tan de cerca como la de la fotografía, se puede, con un poco de imaginación, oír el zumbido de la abeja de rigor que viene a impregnarse las patas de polen, tan dorado como sus alas.

Una visita inesperada (Medellín, Colombia)

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Justo en el momento de su mayor esplendor, las flores empiezan a recibir visitas: todos esos insectos que recorren parques y jardines de la ciudad en busca del delicioso néctar que las flores entregan a cambio de la polinización. Pero siempre hay algunos retrasados, como esta avispa que llego en las horas de la tarde a buscar entre los pétalos algo de lo que pudieron haber dejado los otros animalitos. Ya las orquídeas se preparaban para dormirse cuando llegó la avispa con su zumbido insistente recorriendo una por una todas las flores hasta quedar saciada. Despertándolas a todas de ese letargo que en las tardes soleadas parece acunar a todos los seres vivos.

Lila en los jardines (Medellín, Colombia)

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En los jardines de la ciudad no sólo se encuentran las rosas, los hibiscus o las buganvilias de siempre, también es posible ver esas orquídeas sencillas que a veces pasan desapercibidas para los buscadores de flores exóticas. Todos los colores se plasman constantemente en la variada flora de esta ciudad.

Flores de bajo perfil (Medellín, Colombia)

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Hay arbustos que uno ve todos los días en los jardines de los barrios floreciendo sin cesar. Sus flores son tantas y tan pequeñas que la atención solo ve manchas de tonalidades diversas y el ojo no se detiene a detallar las formas de esos pequeños estallidos de color. Sin embargo, cuando se las mira detenidamente se descubre que el exotismo en formas y colores no es exclusivo de las orquídeas. Tal vez sea por su tamaño o por la cantidad o porque florecen siempre, independientemente de la temporada y hasta del clima, que se vuelven tan comunes como para fundirse con el paisaje urbano que las rodea.

Tonos de feria (Medellín, Colombia)

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Por estos días, cuando la gente se prepara para intervenir en la feria de las flores, los tonos de la naturaleza se perciben más intensos, como si la mirada de muchos de los habitantes de esta ciudad adquiriera una sensibilidad especial para descubrir nuevas formas y tonalidades en las flores que nos rodean durante todo el año. A veces son las especies nativas que se han visto en la ciudad desde que la gente tiene memoria y a veces son esas flores de color y forma exótica que apenas hace algunos años empezaron a dejar los bosques y las selvas del país, para invadir los jardines citadinos. De cualquier manera, esta pasión por las flores hace de esta ciudad un lugar digno de verse y de visitarse, por supuesto.

Una jardinera... un símbolo (Medellín, Colombia)

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El símbolo, tan conocido, de la cruz es el motivo de esta jardinera que parece haber sido diseñada para enfatizar únicamente la presencia del árbol, que aunque no se alcance a ver del todo ha marcado el paso del tiempo por este patio que en otra época perteneció a un seminario y que ahora es el lugar por donde pasan innumerables personas, ajenas a su presencia aunque se aprovechen de la sombra que genera. Otro de esos lugares que tienen las ciudades de los que uno se aprovecha sin percibir siquiera como está diseñado ni que mensajes implícitos o explícitos transmite.

La magia de la repetición (Medellín, Colombia)

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En uno de esos jardines públicos de la ciudad unas pencas repiten sus formas hasta el infinito según parece y su bien organizada presentación evoca un desfile. Uno cree que de pronto va a comenzar la música que escribió Paul Dukas para el aprendiz de brujo, dándoles la entrada para la marcha. Como si de pronto la naturaleza, sin mediar ceremonias, les diera permiso a estas plantas para llevar a cabo un recorrido hacia ninguna parte, que es hacia donde se dirigen en un principio quienes nunca han caminado. Lo harían siempre en la misma dirección como esos bancos de peces que muestran en los documentales marinos, girando con coordinación extrema ante cualquier obstáculo o debido a alguna razón imperceptible para nosotros, simples seres humanos de sentidos atrofiados por la manía de pensar. En realidad estas pencas que nunca se han desplazado del lugar donde fueron plantadas y no han pensado hacerlo, al menos en el inmediato futuro, lo único que mueven es la imaginación de algún observado

El oficio de las heliconias (Medellín, Colombia)

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Una vieja fuente, remozada por las manos de los restauradores, alegra con su canto sutil el antejardín de una vieja casa construida en una época en la que todavía era posible escuchar los sonidos suaves que el trajinar de una ciudad ha vuelto inaudibles. Sólo queda de aquella época su belleza simple, resaltada hoy por las heliconias que, además del impacto que causan sus colores y su forma, siempre han tenido la tarea de proteger las fuentes de agua. Estas flores, que bordean las carreteras de muchos de los pueblos de Antioquia y que durante mucho tiempo fueron consideradas flores exóticas, son ahora una imagen cotidiana en salas y antejardines de la ciudad.

Aves de jardín (Medellín, Colombia)

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Desde hace algún tiempo estas pequeñas aves invadieron los jardines y los parques de la ciudad. Silenciosamente se fueron apropiando de los espacios que alguna vez fueron el dominio de los pájaros. Parecen haber sido diseñadas para vivir en un ambiente urbano: su plumaje se confunde fácilmente con el gris y el ocre que dominan muchas de las superficies construidas por el hombre. Pero también se confunden fácilmente con el juego de luces y sombras que se producen entre la vegetación. Son algo así como una suave plaga que aparentemente no causa ningún perjuicio. Su número parece aumentar por épocas para después reducirse casi hasta la extinción. En este jardín suelen echarse al sol como si fuera un lugar de retiro o de descanso, donde al abrigo de unos cuantos árboles se dedican a dejar que el tiempo pase.