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La música es así II

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La música, una actividad que une a los seres humanos también es una de esas actividades que afectan de manera distinta a cada individuo en particular. Cada uno tiene una relación íntima y personal con ella. Como estos tres músicos que en Junín interpretan aires regionales con la actitud de quien apenas está conociendo a sus amigos: con cautela pero también con ciertos desencuentros que tal vez el tiempo logre soslayar. Por ahora alguna nota se atrasa o se adelanta cuando no es que se pierde definitivamente a causa de una mano que no logra manejar con más habilidad el instrumento. De todas maneras, y a pesar de las notas desafinadas, una mañana de sábado un paseo peatonal de El Centro se vio animado por tres hombres absolutamente concentrados en hacer lo que más les gusta: música.

Bajo tierra (Medellín, Colombia)

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Bajo tierra, en un auditorio de concreto, cuatro muchachos se entregan a la fascinación de la música de cámara y hasta salen de sus instrumentos las notas de un bambuco alegre y cantarín. Desde este auditorio sui géneris, enterrado en una pequeña colina, se escapa la música hacia el bosque que la rodea. Aunque en realidad no llega muy lejos, el ritmo propio que tienen las espesuras se traga las notas. Pero aquí en este lugar, de diseño impecable, uno siente que puede alcanzar ese estado de la mente tan necesario para permitirle a la música que toque nuestro espíritu.

Al calor de la música (Medellín, Colombia)

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Como para afirmar la calidez del aire de la tarde un grupo de músicos irrumpió en las conversaciones y entre el ruido habitual que siempre se produce, de una extraña manera, en un lugar donde hay mucha gente. No se necesitaba nada más para dibujar sonrisas de aprobación en todos los rostros. Como si de alguna manera todos estuvieran necesitando rebajar un poco el agobio que el calor desacostumbrado producía en los cuerpos. Hasta ese día habían sido tantos los aguaceros y las lloviznas pertinaces que el sofoco húmedo de la tarde parecía por contraste una molestia menor. El aire de fiesta con el que los músicos y su ritmo alegre impregnaron el ambiente nos hicieron creer a todos que el calor era la atmósfera adecuada para la música que traían.

La serenata de los indios (Medellín, Colombia)

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Esas canciones clásicas como dust in the wind , los sonidos del silencio o el cóndor pasa , de las que se han escuchado tantas versiones, se apoderan de cualquier calle cuando el sonido de las flautas, las quenas o las zampoñas opaca la usual cacofonía de la ciudad. Algunos creen que es música clásica la que oyen, otros evocan esos días de los setenta cuando la “música latinoamericana” se adueñaba de todos los lugares donde hubiera universitarios. Ahora esas tonadas, vacías de cualquier significado, se encuentran en una esquina, debajo de algún árbol o a la entrada de un almacén invitando a los transeúntes para que se dejen seducir por la profusión de mercancías. El aspecto de los músicos, ataviados con una combinación incongruente de vestiduras, hace pensar en ese sincretismo del que tanto se habla cuando aparecen manifestaciones culturales que mezclan diferentes orígenes. Sin embargo estas imágenes se podrían relacionar más fácilmente con alguna leyenda urbana, donde los maniquíes

Encantadores de palmeras (Medellín, Colombia)

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A falta de serpientes estos músicos de la calle se han dedicado a encantar palmeras. Deben ser ellos quienes se han dado a la tarea de hacer crecer las que aparecieron de un momento a otro, altas y cimbreantes, por toda la ciudad. Tal vez la razón de ese fenómeno sean estos músicos que en vez de encantar a la gente o a las serpientes, como los legendarios personajes de la India o Marrakech que adormecen cobras y hasta se dejan morder por ellas, encantan árboles. Aquí, la música de estos taumaturgos locales se dedica a menesteres más loables y ecológicos, aunque la gente los ignore y hasta les impida la entrada a determinados lugares. Quizá por que allí adentro no hay palmeras que encantar o porque las melodías que les gustan a las plantas no son precisamente las que más les llaman la atención a los clientes de este lugar en particular. De todas maneras descubrimos, oyendo la música que interpretaban y que hacía mecer el tronco de esta palma, que a nosotros también nos gustab