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Mostrando las entradas etiquetadas como mujer

Flotando (Medellín, Colombia)

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Algo hay entre los niños y el agua. Una fascinación como esa debe responder a sentimientos tan profundos en el ser humano que rondan lo atávico. Estos niños como millones antes que ellos tampoco resistieron la llamada. Y al parecer su deseo de flotar en medio del agua se vio complacido. Para la imaginación, siempre desbordada, de un niño este pequeño cuadrado debió convertirse en una balsa de esas que utilizan periódicamente los náufragos en las novelas de aventuras. Desde allí zarparon, alejándose de la mujer que afuera de su realidad, los mira y se deja llevar, suponemos, por la fascinación que ejercen los niños en el imaginario femenino.

La carta (Medellín, Colombia)

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Acaso existe un lugar mejor para leer una carta. Las palabras, susurradas apenas, se dejan acompañar por el murmullo de las hojas al vibrar unas con otras sobre la cabeza de la lectora. En este momento no existe otro mundo que el descrito por esa hoja de papel que, contrariamente a las costumbres de la época, no utiliza el espacio virtual para desplazarse. Quizá una flor anaranjada cae con estrépito cerca de ella y apenas logra que levante la mirada. ¿De donde podrá venir esa carta y de qué medios se habrá valido para llegar hasta las manos de esta muchacha, que absorta se sumerge en algún pueblo, o ciudad o incluso algún país lejano, tan exótico para nosotros como podría ser esta imagen para algún habitante de las antípodas? Sólo ella lo sabe, y es mejor que nunca lo averigüemos, así nos podemos entregar a cualquier tipo de elucubraciones, todas posibles.

Una mujer en contravía (Medellín, Colombia)

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Una escena callejera tan cotidiana y tan vieja como la vida misma: un hombre observa como una mujer se aleja. Ella con el gesto le indica al mundo, aunque él no lo entienda, que lleva en la mente su imagen o las palabras que acaba de escuchar. Él la ve irse mientras espera que ella gire el rostro. Espera que aunque sea por una sola vez una de las mujeres a las que se ha dirigido en la calle voltee la cabeza y lo mire, dándole a saber con una acción tan simple como esa que sus palabras no fueron en vano, que su voz pudo al fin tocar alguna fibra en la sensibilidad de ellas. Sin embargo, la mujer sigue su camino. El único indicio de que algo en ella se perturbó es ese gesto atávico de las mujeres de tocarse el pelo en cualquier situación. Tal vez en ese momento, aunque no lo sepa, se siente conmovida por el hombre que solitario la ve perderse por una ruta equivocada, porque no se atrevió a sugerirle que la verdadera vida la espera en otra dirección.