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Atrapados (Medellín, Colombia)

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El encanto de las flores está fuera de toda discusión y atrapa el interés de la gente, sobre todo en una ciudad que se precia de engalanarse con ellas todo el año. Las flores seducen a personas y animales por diferentes razones: a los seres humanos por su belleza y a los animales por la posibilidad de alimentarse. Pero a veces las flores pueden tener un lado amargo, pueden convertirse en una trampa. Al parecer no todas las flores son tan fáciles de polinizar como las rosas o las margaritas. Esta flor blanca de un carbonero le dificulta su tarea a las abejas. Las que se atreven a internarse entre sus filamentos corren el riesgo de quedar atrapadas. Otro drama que se suma a todos los que se escenifican diariamente por la supervivencia en este valle; tanto entre los grandes como entre los pequeños.

Luz de agosto (Medellín, Colombia)

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Como en todas las grandes ciudades del mundo hay aquí lugares como éste donde la naturaleza brinda refugio a quienes sienten la necesidad del aislamiento para dedicarse a la difícil tarea de la introspección. Aunque la profusión de artilugios que ofrece la tecnología parece aislar cada vez más a las personas, pocos sucedáneos sirven de reemplazo a un parque cuando la soledad se hace necesaria.

Una libélula en la ciudad (Medellín, Colombia)

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En esta época es muy poco probable encontrarse una libélula en una ciudad. Pero todavía es más improbable tener la cámara a la mano y poder robarle al azar una imagen que apenas dura un instante en la retina. Estas libélulas que otrora abundaban en los jardines han sido relegadas como tantas otras cosas al campo o si acaso a las tierras de cercanías. Sin embargo como las abejas o los colibríes, que a veces aparecen libando en las flores que permanecen por ahí en cualquier patio, las libélulas también se aparecen, de vez en cuando, para que un observador un poco atento dé cuenta de su persistencia en esa otra realidad citadina que no por diminuta deja de ser menos impactante y hermosa.

La mirada del camaleón (Medellín, Colombia)

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El ojo atento del camaleón no deja de observar mientras el visitante lo mira desde la seguridad que ofrece un vidrio de protección, satisfecho de poder acercarse a un animal cuyo hábitat original se encuentra en la lejana y misteriosa África. Para los habitantes de las ciudades tanto los zoológicos como los acuarios son la única opción de ver animales que en su mentalidad citadina representan las regiones exóticas que quizá nunca lleguen a visitar. Los zoológicos y los acuarios tratan cada vez más de recrear el entorno real del que fueron sustraídos los animales.  Sin embargo no dejará de ser extraño, al menos para el animal, permanecer todo el tiempo en un lugar completamente cerrado, con el clima bajo un control estricto, donde las únicas novedades están representadas en los seres que pasan frente a él. Aunque con el tiempo este camaleón debe haberse acostumbrado a esas caras redondas que se acercan y se alejan siempre iguales y siempre distintas. Tal vez para la realidad d

Paisajes urbanos (Medellín, Colombia)

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Cualquier ciudad en este siglo tiene la obligación de combinar sabiamente el concreto y el asfalto con la naturaleza. Una de las ventajas de vivir en la zona tropical de este planeta es que no se tienen que hacer grandes esfuerzos para que árboles y plantas crezcan en cualquier parte. Aunque no se puede negar que en nuestro país hay zonas que se acercan peligrosamente a la categoría de desiertos, esta ciudad es de las que se puede dar el lujo de no tener límites en cuanto a las áreas urbanas donde pueden crecer casi cualquier tipo de plantas. Infortunadamente hay lugares donde las zonas cubiertas por el cemento se amplían de manera continua, especialmente en los barrios donde los jardines van desapareciendo sin que la gente se percate de la falta que hacen, hoy más que nunca, los paisajes urbanos donde predomine el color verde.

Una entre muchas (Medellín, Colombia)

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De todas las plantas de la tierra el 10 ó el 20% están en territorio colombiano. Entre ellas el número de orquídeas exclusivas de Colombia asciende a 1572 especies registradas de las 4270 que hay en todo el país. Y es que tenemos bosques donde un solo árbol puede albergar entre sus ramas más especies que todo un país con estaciones. Por eso no es de extrañar que a pesar de que una ciudad no es el lugar ideal para este tipo de plantas, en los patios, jardines y viveros de Medellín florezcan orquídeas en todas las épocas del año.

Imagen oriental (Medellín, Colombia)

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Como cada año por estos días, en un conocido centro comercial, se realiza la exposición de bonsái que complementa desde julio la Feria de las flores, emblema de esta ciudad de primavera interminable. Y como cada año el escenario es distinto aunque siempre tiene una marcada tendencia orientalista. No puede ser de otra manera si tenemos en cuenta que esta técnica de cultivo apareció en el lejano oriente y que el término bonsái procede del idioma japonés que significa literalmente naturaleza en bandeja. Independientemente de las posiciones ecologistas que cuestionan esta deformación de la naturaleza, los niveles de belleza al que llegan estos pequeños árboles es innegable. Pero no sólo hay que tener en cuenta su belleza sino ese aire de intemporalidad que evocan. Una intemporalidad que puede estar relacionada con las décadas que diferentes generaciones de cultivadores le dedican a darle forma a un solo árbol.

Pequeñas poblaciones (Medellín, Colombia)

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A los seres humanos se nos olvida, y es un olvido sistemático y hasta programado, que no somos los herederos de la tierra. Que en este planeta somos una forma de vida más. Es por eso que con base en la premisa de la arrogancia tomamos diariamente decisiones que afectan de una u otra manera a otras especies que conviven con nosotros. En esta ciudad como en cualquier parte del mundo hay innumerables especies, grandes y pequeñas que viven al margen de nuestras decisiones. Se podría pensar que por su tamaño no tienen ninguna incidencia en los destinos de nuestra vida, sin embargo su número es abrumador y queramos o no su supervivencia también nos afecta.

Gotas de lluvia (Medellín, Colombia)

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Nada más fotográfico que unas cuantas gotas de lluvia salpicando cualquier superficie. Sobre todo si esa superficie es la de las flores. Plantas y árboles no dejan de florecer en esta ciudad, donde la necesidad de algunos de cubrir la tierra con pavimento o concreto no ha podido erradicar la naturaleza que se cuela por cualquier tarjadura de los andenes o permanece en los patios de las casas que se parecen, por la variedad de especies que se cultivan en ellos, a los santuarios de alguna deidad telúrica.

Otoño en El Centro (Medellín, Colombia)

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A esta ciudad el clima del que goza le ha valido el nombre de “la ciudad de la eterna primavera”, sin embargo hay momentos en que aquellos que conocen de estaciones, llegan a pensar que ha llegado también el otoño a estos parajes: algunos árboles nos dan esa impresión cuando deciden, por algún arcano designio, despojarse de sus hojas para renovarse. Siempre que se ven estos árboles en su proceso de rejuvenecimiento no dejan de causar impacto en los observadores, acostumbrados ya a la frondosidad y la exuberancia de la naturaleza de este valle, a pesar de los atropellos que un urbanismo mal entendido le causan constantemente a la ciudad.

Bárbol en la ciudad (Medellín, Colombia)

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Leyendo el Señor de los anillos de Tolkien se entera uno de la existencia de los pastores de árboles, que tienen la habilidad de moverse, muy lentamente, para proteger los bosques; aunque permanecen invisibles para los humanos que aciertan a pasar por los lugares que habitan. Estos personajes se han inspirados al parecer en los árboles que hablan, presentes en las tradiciones orales de muchos lugares del mundo. Pero en esta ciudad donde todo puede pasar, es posible encontrarse con un “ent”, que podría ser Bárbol el personaje más importante del bosque de Fangorn, recorriendo la ciudad para ubicar los lugares donde sus protegidos estarían más a salvo de las talas indiscriminadas que azotan este país. O podría ser simplemente un actor encarnando el papel de una criatura mitad vegetal mitad humano para animar unas fiestas que, aunque consagradas a las flores, están íntimamente relacionadas con el verdor que caracteriza estas montañas.

La manzana de Oviedo (Medellín, Antioquia)

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Ideada por el arquitecto Pascual Celis Escobar esta manzana se ha convertido en un hito urbanístico que bien puede representar a todo un sector de la ciudad. Sus cambios periódicos le dan un dinamismo parecido al de algunos jardines, que se transforman de acuerdo al estado de ánimo de la persona que los mantiene vivos. Independientemente de su silueta nítida y concisa, es la textura de la superficie hecha de plantas vivas lo que impacta en esta escultura, tan diferente a ciertos esperpentos urbanos que pretenden hacerse pasar por demostraciones artísticas de la contemporaneidad de una ciudad que no ha podido quitarse del todo su naturaleza parroquial.

Un árbol florecido (Medellín, Colombia)

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En esta ciudad las flores se han convertido, desde hace mucho, en su carta de presentación entre otras características. Por eso a nadie le extraña encontrarse una exposición de bonsáis incluida en todos los eventos que se hacen con motivo de la Feria de las Flores. La técnica del bonsái originaria de China (donde simbolizaba para los monjes taoístas la eternidad, así como un puente entre el cielo y la tierra) ha recalado en este valle perdido entre montañas como en tantos otros lugares del planeta. Independientemente de que se compartan o no este tipo de aficiones, donde se deforma la naturaleza para beneficio de los seres humanos, no se puede dejar de apreciar la belleza de un árbol diminuto completamente florecido.

Lucha por la tierra (Medellín, Colombia)

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Las plantas que surgen casi espontáneamente en cualquier lugar de esta ciudad, sin que nadie las cuide aparentemente, amenazan siempre con tomarse los lugares que el ser humano ha reclamado para sí. Entre estas montañas la vegetación libra una batalla constante con el fin de apoderarse de nuevo de lo que le ha sido quitado. Y en no pocas ocasiones parece que logrará su objetivo.

El canto silencioso de las quebradas (Medellín,Colombia)

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Entre los muchos cambios que ha sufrido esta ciudad, desde que se internó por los caminos del progreso, está el de la desaparición bajo tierra de la mayoría de las quebradas que trazaban sus líneas caprichosas en todas las montañas que rodean el Valle de Aburrá. Algunas, como ésta, se sustrajeron a ese destino, pero perdieron la voz cuando fueron canalizadas. Su curso irregular fue trazado con arreglo a necesidades urbanísticas y las piedras e irregularidades del terreno que producían un sonido cantarín en los días soleados, o amenazador en las épocas de invierno desaparecieron, dando paso a un susurro tan leve que el ruido de la ciudad no deja percibir.

Como libélulas (Medellín, Colombia)

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Las calles y avenidas de esta ciudad, sobre todo las de los viejos barrios como Prado, en el centro oriente, están sombreadas por árboles de diferentes especies, entre los que destaca el carbonero, que ha acompañado los paseos de los medellinenses desde los inicios de la vida en esta Villa. Rara vez se tiene la oportunidad de ver la copa de estos árboles desde otra perspectiva que no sea la del transeúnte y es por eso que se convierte en toda una sorpresa ver la cantidad de vainas que producen y como resaltan contra el verde oscuro del follaje. En un primer momento uno hasta se confunde y cree que son libélulas.

Belleza inquietante (Medellín, Colombia)

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Según la señora que vende plantas ornamentales en la plazuela San Ignacio ésta es una gloxinia doble. Y no se sabe si el nombre hace referencia a la conformación de las flores o a una aproximación a la cuantificación de la belleza, porque parece que tanto su forma como la intensidad de su color duplican la perfección de su hermana la gloxinia sencilla. Pero, a pesar de todo, el esplendor de forma y colorido que despliega esta planta no deja de resultar inquietante, porque recuerda peligrosamente a la planta carnívora de “La pequeña tienda de los horrores”, la famosa película del director Roger Corman.

Frente a las palmeras (Medellín, Colombia)

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En el sector peatonal de Junín, la tan conocida vía comercial de El Centro, la gente pasa por debajo de las palmeras sin darse cuenta de su presencia. Pero cuando se almuerza en uno de los muchos restaurantes que bordean esta carrera tan conocida, es imposible hacer caso omiso de su presencia. Ya sea porque el verde intenso de sus hojas se roba la atención o porque su follaje obstruye parcialmente la vista. Sin embargo se podría decir que para muchos de los que habitan la ciudad, y para aquellos que la visitan, almorzar sentados a una mesa en un balcón que da a Junín es una forma de tomarle la temperatura a su ambiente citadino y agitado.

Tramas y texturas (Medellín, Colombia)

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La combinación de tramas y texturas es uno de los pilares de los diferentes tipos de diseño, a veces es el resultado de una detallada aplicación de la geometría y las matemáticas pero en la mayoría de los casos tiene su origen en la observación de la naturaleza. En este caso se combinaron en esta imagen la trama formada por las ramas de un árbol con la trama de una figura decorativa tejida en hilo. Un interesante contraste de tramas, colores y texturas que tal vez llegue a inspirar las creaciones de algún diseñador.

Los trucos de la luz (Medellín, Colombia)

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Hasta en un pequeño estanque se puede ver como la luz juega con el ojo del observador. Esta superficie donde se hacen y deshacen reflejos, apenas si deja pasar la imagen de los peces que se reúnen “ansiosos” cerca de la orilla, acostumbrados tal vez a que la gente que se detiene a mirarlos les eche algún alimento. Son figuras con un aire fantasmal. Es como si el agua en su movimiento creara estas criaturas que a causa de cualquier agitación en el ambiente pudieran desaparecer. Pero al fin y al cabo son peces que en el estanque deben fascinarse también con el movimiento del agua y con los juegos de luces que se pueden ver desde su perspectiva.