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Vistas (Medellín, Colombia)

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Esta es una ciudad que no se ve completamente desde ningún punto de su geografía. Construida en un valle sinuoso y estrecho siempre tendrá lugares que se escapen a nuestra mirada. Sin embargo hay dos sectores de la ciudad que se han mirado desde antes de que existiera algún asentamiento en este valle: Oriente y occidente se contemplan desde las laderas observando sus diferencias geográficas. Pero las construcciones que lentamente han invadido las pendientes del norte de la ciudad se han encargado de borrar las diferencias pintando de un ocre uniforme las laderas que otrora ostentaban un sinnúmero de tonalidades verdes. Un urbanismo descontrolado ha llevado a la invasión de unas montañas que en ocasiones ofrecen poca seguridad a sus habitantes; aunque para quienes habitan estos barrios vivir en las alturas quizá tenga el atractivo insuperable de ver una parte alejada de la ciudad desde las calles y las terrazas, así se tenga que pagar el precio de desplazarse lentamente por esas

Imagen oriental (Medellín, Colombia)

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Como cada año por estos días, en un conocido centro comercial, se realiza la exposición de bonsái que complementa desde julio la Feria de las flores, emblema de esta ciudad de primavera interminable. Y como cada año el escenario es distinto aunque siempre tiene una marcada tendencia orientalista. No puede ser de otra manera si tenemos en cuenta que esta técnica de cultivo apareció en el lejano oriente y que el término bonsái procede del idioma japonés que significa literalmente naturaleza en bandeja. Independientemente de las posiciones ecologistas que cuestionan esta deformación de la naturaleza, los niveles de belleza al que llegan estos pequeños árboles es innegable. Pero no sólo hay que tener en cuenta su belleza sino ese aire de intemporalidad que evocan. Una intemporalidad que puede estar relacionada con las décadas que diferentes generaciones de cultivadores le dedican a darle forma a un solo árbol.

Arquitectura de montaña (Medellín, Colombia)

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En el estrecho valle donde se asienta esta ciudad muchos de los barrios que la componen han sido construidos sobre las laderas de las montañas que forman una geografía difícil pero conquistable al parecer. Si uno se deja llevar por la imagen que se ve en algunos sectores de esta ciudad, donde las casas se apeñuscan unas contra otras, podría llegar a pensar que se ha desarrollado en ellos un urbanismo orgánico en el que las viviendas se han adaptado perfectamente a los accidentes de la superficie. Pero la realidad es que esta forma de distribuir el suelo obedece más a la necesidad que al respeto por la geografía. Las escalas interminables, las calles retorcidas y empinadas no favorecen al habitante de estas laderas. Aun así las construcciones se suceden sin interrupción causando admiración a quienes se pasean por allí en plan de turistas, inconscientes de lo que puede significar vivir en estos lugares día tras día.

El placer de la velocidad (Medellín, Colombia)

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En casi todos los barrios de esta ciudad se pueden ver lugares como éste donde la gente va a encontrarse con la libertad que da practicar una actividad física. Se les llama con el nombre genérico de “canchas” y desde hace muchos años se han convertido en puntos de convergencia para muchas personas. Allí es posible ver, entre otros muchos grupos humanos, unos niños queriendo llegar al infinito a impulsos de la velocidad que les dan sus piernas y de la imaginación que acompaña a cada uno de nosotros pero que en esta edad es una presencia constante.

Desde la Estación Andalucía (Medellín, Colombia)

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Una imagen familiar no sólo para quienes viven en el oriente sino para todos aquellos que han visitado este sector de la ciudad, que aunque muy publicitado por las últimas administraciones sigue tan abandonado e incomprendido como antes de convertirse en paisaje obligado para todos los que quieren experimentar la sensación de flotar sobre la ciudad. Las tres estaciones de este novedoso sistema de transporte son lugares de encuentro para muchos de los que viven en estas laderas, aunque lamentablemente no se han convertido en potenciadoras de una evolución urbana racional.

Entre los árboles (Medellín, Colombia)

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A veces uno mira la ciudad desde un lugar nuevo y siente como si por fin estuviera despidiéndose de ella. O como si regresara de un viaje muy largo y los sentimientos que le ha imbuido durante el tiempo que la ha habitado se vigorizaran con una fuerza demoledora al parecer. De todas formas es inevitable que la ciudad donde se ha pasado la mayor parte de la vida marque nuestra existencia, y se sienta como un vuelco, o un tropiezo en el paso inquieto del corazón cuando se la ve desde un ángulo diferente, novedoso.

Un vistazo a Buenos Aires (Medellín, Colombia)

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Las torres de las viejas iglesias apenas se distinguen entre tantas construcciones de la pequeña colina que se extiende al centro oriente de la ciudad. Desde allí El Centro se ve como una ilusión que se hubiera aparecido de pronto. Son tan nítidas las siluetas de los edificios, parecen tan cercanas las avenidas que cuadriculan la ciudad. Sin embargo cuando uno mira hacia los barrios que componen este sector, los ve apartados como si la vista los alejara. Las iglesias se desdibujan entre el adobe que palidece o se enciende dependiendo de la luz que ilumina tanta casa.

Nubes en oriente (Medellín, Colombia)

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Otra panorámica de esta ciudad que cambia constantemente según el ángulo desde donde se la mire. Una ciudad distinta cada vez que el objetivo de la cámara se dispara o cada vez que una persona se detiene y la observa con detenimiento. Siempre aparecen nuevas facetas que sorprenden o inquietan en este lugar asentado entre montañas. Este sector del oriente de la ciudad que a lo lejos se corona de nubes, por donde los barrios se adentran cada vez más en las montañas, es donde casi siempre se anuncian primero las lluvias que caerán después en el centro y en otros sectores del valle. Es un espectáculo magnífico ver como las grandes masas de vapor de agua, se concentran para después caer en ráfagas agitadas por el viento o precipitarse lentamente sobre todas las superficies. Aunque pocos se preocupan por la belleza del cielo mientras buscan guarecerse del agua, este siempre matiza con su luz el color de la ciudad.

Una canasta para sus sueños (Medellín, Revista)

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Mientras la gente flota sobre casas y calles, o mira al cielo y siente que de alguna manera milagrosa se ha vuelto ingrávida, es posible que se entregue a los sueños que acarician siempre las personas cuando se sienten tranquilas, o al menos cada vez que deciden sentir su cuerpo y dejarse llevar por la imaginación, como en esos ejercicios de yoga, donde uno se reencuentra con las sensaciones que los sentidos le envían al cerebro constantemente y que muchas veces pasan desapercibidas. El balanceo lento y sostenido de estas canastas sirve para apaciguar el espíritu y para que uno se dedique a desarrollar el producto más querido y maravilloso del cerebro: los sueños.

Vallas en oriente (Medellín, Colombia)

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Desde hace algo más de tres años las vallas publicitarias, de toda clase, se tomaron las terrazas de este sector del oriente de la ciudad. El motivo, captar la mirada de los pasajeros del metrocable, que desafiando la altura se mecen levemente entre estación y estación.

Oriente (Medellín, Colombia)

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Entreverados con las terrazas y los techos los árboles salpican de verde los colores terrosos de las edificaciones. A lo lejos, las montañas presentan ese tono azul desvaído de las historias olvidadas, aunque cada vez más se vea manchado por las construcciones que lentamente van recubriendo toda su superficie.

Paisaje de adobe con montañas (Medellín, Colombia)

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Las terrazas salpicadas de árboles forman el paisaje que sobrevuelan las cabinas del metrocable: un territorio de adobe y cemento que para muchos habitantes de la ciudad fue desconocido hasta hace algunos años.