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Mostrando las entradas etiquetadas como panorámica

Llueve y llueve

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Llueve y llueve (…) sobre los pardos tejados… llueve; dice en una canción Joan Manuel Serrat evocando en el ánimo una nostalgia indefinida, como la que produce en este caso la lluvia que vuelve impreciso todo lo que se ve desde detrás del acrílico de una cabina de metrocable. A la visión extraña de contemplar la ciudad desde la perspectiva de los pájaros se le añade el toque impresionista de las gotas de agua que resbalan por la superficie transparente, desdibujando o suavizando un panorama que cada día se vuelve más familiar para los nuevos viajeros que diariamente hacen este recorrido por el aire en el noroccidente de la ciudad.

Bajo el cielo gris (Medellín, Colombia)

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Los que recién llegan a la ciudad se llevan la gran sorpresa de encontrarse la ciudad bajo un cielo gris y envuelta en brumas. Y es que por estos días los cielos azules han desaparecido y han sido reemplazados por el color de la melancolía. Ya era el momento para que el clima de sol y vacaciones nos diera un respiro y volviéramos a sentir el viento frio en la cara y la lluvia mojándonos a mansalva porque los paraguas estaban durmiendo con el sueño de los objetos olvidados en los rincones de los closets. Que importa tener que recurrir de nuevo a las fórmulas caseras para curarnos el resfriado. Que importa llegar a la casa envueltos en sacos y bufandas con los zapatos empapados. ¡Bienvenido el invierno a la ciudad! Ojalá se quedara un rato largo, tan largo como para que empecemos a desear que vuelva el verano.

Panorama desde occidente

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Parado en algún lugar del occidente de la ciudad se puede ver esta panorámica que aunque impresiona no refleja toda la extensión de la ciudad. Es una imagen del valle, a la que le falta una gran parte de la urbe que se estira como una planta trepadora que busca donde asirse para encontrar asidero; aunque a veces se estira hacia las laderas donde lo agreste del terreno le impide medrar con verdadero éxito. Sin embargo, cuando uno la mira de lejos el impacto es el mismo, así la vea incompleta. Tal vez porque siempre impresiona el contraste entre los edificios y las montañas.

De vuelta a a casa (Medellín, Colombia)

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Ni la luz rojiza del atardecer, ni el ruido de los motores, ni mucho menos los susurros contenidos de los pasajeros que disimulan el susto que les produce en el ánimo el giro cerrado del avión al enfilar hacia la pista, opacan la emoción que da regresar a casa. Hasta el aire parece de una textura distinta y el cuerpo se prepara para sentir otra vez la temperatura justa que parece hecha a la medida de cada habitante de este valle. Aunque los sentidos recuerden el agite de la ciudad, desde el cielo ésta se ve tranquila como una maqueta. Con esa distribución definitiva que deciden los arquitectos, donde todo, hasta los árboles, tiene una razón de peso para hallarse en el lugar que le corresponde.

Panoramas cotidianos (Medellín, Colombia)

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Esas panorámicas de la ciudad que se escabullen por entre las casas y los alambres de la energía eléctrica son las que acompañan a diario a la mayoría de sus habitantes: la ciudad que en los momentos de aire transparente, después de un aguacero, se ve tan cercana; la ciudad inasible que se interna por entre los recovecos que forman las montañas que la rodean. Esa ciudad es la nuestra, la de los edificios modernos pero también la de las casas que de manera inverosímil se aferran a las laderas desafiando las leyes de la lógica y la gravedad. Esas casas que se inclinan o se sostienen verticales e impertérritas, como si se asomaran ellas también para mirar el espejismo de El Centro y sus alrededores, iluminado a veces por el sol como si fuera un reflector que resaltara una joya o una obra de arte en un museo.

Los planos inclinados del paisaje (Medellín, Colombia)

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La luz que entra al edificio de esta biblioteca por una serie de ventanas de forma tan llamativa y a la vez tan simple, se roba tanto la atención que hasta la gente se olvida del lugar donde se encuentra para permitir que la mirada se pierda en el paisaje. El norte de la ciudad que se ve a través de estas ventanas se convierte en parte de la arquitectura, como si a las paredes se les hubiera asignado el papel de enriquecer el espacio que contienen con la vista segmentada de algunas partes del valle que el aire de la mañana deja ver a lo lejos.

Panorama con neblina (Medellín, Colombia)

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La ciudad de todos los días, la que se pega con la persistencia de las plantas aéreas a las lomas que rodean el valle, se desdibuja en algunas ocasiones más que en otras. Las distancias de siempre y la bruma que se intensifica a veces, contribuyen a marcar la retina con la imagen de un lugar donde los colores se funden a lo lejos en el mismo azul desteñido, que apenas sirve para mantener inalterada la silueta de las montañas. Es como si lentamente a los ojos los dominara una fuerza extraña que se empeña en hacer desaparecer los lugares lejanos, los que no se pueden ver claramente, esperando tal vez que sólo se fije la mirada en los parajes familiares, pretendiendo crear así una falsa confianza en aquellos que nunca quieren moverse de los terrenos conocidos, esos terrenos que por vistos no dejan espacio a la ambigüedad y donde lo foráneo, aunque sean otras partes de la misma ciudad donde vivimos todos, se mira con suspicacia.

A quién llaman las campanas (Medellín, Colombia)

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Ya pasó el tiempo en el que la llamada de las campanas marcaba los ritmos de la vida para los habitantes de la ciudad. Ahora para diferenciar su sonido del intenso ruido que nos rodea es necesario, en cierta forma, sintonizarse con la frecuencia de una ciudad casi desaparecida.

Campo de estrellas (Medellín, Colombia)

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Durante un tiempo muy corto, mientras la luz del cielo se apaga, es posible ver como la oscuridad va devorándolo todo frente a nuestra vista. Al mismo tiempo las luces artificiales con las que el hombre combate uno de sus miedos más atávicos, empiezan su lucha con las sombras, para dar paso a un espectáculo que, guardando las distancias, parece un firmamento lleno de estrellas.

Desde la ventana (Medellín, Colombia)

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Enredada en la ventana de una casa en Buenos Aires languidece una planta. Quizá la vista de la ciudad sea su única razón para aferrarse a la vida.