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Ikebana (Medellín, Colombia)

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Espontáneamente la naturaleza logra la sutileza, riqueza y profundidad que alcanzan los grandes maestros en esta disciplina después de mucho tiempo.  Hasta los japoneses, expertos en el ya centenario arte de los arreglos florales, admirarían las composiciones que pueden verse en esta ciudad a cada momento, donde sólo hay que tener la mirada atenta para encontrarlas en cualquier jardín.

Lirio blanco de la estrella (Medellín, Colombia)

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Acostumbrados a los lirios sencillos, esos que otrora simbolizaron a la corona francesa, nos sorprende saber que éste también pertenece a la extensa familia de la flor de lis. Debió pertenecer a alguna casa real desconocida y de la que ya nadie guarda memoria. Hasta podríamos decir que pudo ser el símbolo de los aburraes, esos primitivos e ignotos habitantes de este valle. Por ahora sólo sabemos que esta planta crece en un jardín al borde de una calle y que parece haberse adaptado fácilmente a las difíciles condiciones que esta ciudad le impone a todos los seres que tienen que vivir en ella. Una ciudad que aunque se la llame de la eterna primavera es bastante exigente con la flora que permite crecer en sus montañas.

Una planta caminante (Medellín, Colombia)

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En cualquier jardín de esta ciudad puede uno encontrar plantas que florecen continuamente sin que se enteren las personas que pasan por la calle. Como este Iris caminante que al parecer no es lo suficientemente exótico como sus primas las orquídeas (si la juzgamos por su forma) ni suficientemente noble como los lirios (si la juzgamos por el parecido de las hojas) para despertar el fervor entre los admiradores de las flores. Sin embargo su belleza está ahí a la vista de todo aquel que quiera contemplarla. Este Iris en particular, haciendo honor a su nombre común, recorrió un largo camino desde San Francisco, un pueblito del oriente de Antioquia, hace unos 14 años y ha venido floreciendo desde entonces en el mismo jardín sin llamar la atención de casi nadie.

Lucha por la tierra (Medellín, Colombia)

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Las plantas que surgen casi espontáneamente en cualquier lugar de esta ciudad, sin que nadie las cuide aparentemente, amenazan siempre con tomarse los lugares que el ser humano ha reclamado para sí. Entre estas montañas la vegetación libra una batalla constante con el fin de apoderarse de nuevo de lo que le ha sido quitado. Y en no pocas ocasiones parece que logrará su objetivo.

Claveles (Medellín, Colombia)

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Esta planta que llegó de España, según los indicios, puede florecer todo el año en un clima tan benigno como el de este valle, y sin embargo no es de las que más se ven en esta ciudad de flores. No se conocen las razones para tal escasez. Pero cuando se tiene la fortuna de encontrárselas en algún jardín, no se sabe qué apreciar más: la forma, el color o el aroma que rivaliza con cualquier colonia de esas que llegan de Francia y que se duplican con pericia en las perfumerías de la ciudad.

Belleza inquietante (Medellín, Colombia)

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Según la señora que vende plantas ornamentales en la plazuela San Ignacio ésta es una gloxinia doble. Y no se sabe si el nombre hace referencia a la conformación de las flores o a una aproximación a la cuantificación de la belleza, porque parece que tanto su forma como la intensidad de su color duplican la perfección de su hermana la gloxinia sencilla. Pero, a pesar de todo, el esplendor de forma y colorido que despliega esta planta no deja de resultar inquietante, porque recuerda peligrosamente a la planta carnívora de “La pequeña tienda de los horrores”, la famosa película del director Roger Corman.

En un jardín de Perú (Medellín, Colombia)

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En el barrio Boston, a unas cuantas calles de El Centro todavía se encuentran casas cuyos jardines son cuidados con esmero. Son algo así como un oasis para la vista, donde la gente se entrega aún a la actividad mesurada de sembrar y podar plantas que riñe con el mundo acelerado de las ciudades. Unas pequeñas flores que no alcanzan los tres centímetros de diámetro se abren constantemente al cielo de este valle frente a una casa de la calle Perú. No tienen mucho perfume al parecer pero su intenso color contrasta con el gris de los andenes y el asfalto que rodean el pequeño jardín citadino.

Textura de jardín (Medellín, Colombia)

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Con las plantas pasa lo mismo que sucede con las creaciones humanas: durante algún tiempo se ponen de moda algunos colores, formas y hasta texturas. De pronto uno empieza a ver en la mayoría de los jardines un determinado tipo de vegetación que le imprime a la ciudad un aspecto particular, diferente a como lucía en otras épocas o a como lucirá en el futuro. Pero eso es normal, supongo, si tenemos en cuenta la necesidad del ser humano por la novedad. Estas plantas aparecieron de pronto en los jardines públicos y de pronto invadieron antejardines y materas a lo largo y ancho tanto de la ciudad como de las poblaciones vecinas. Lo cierto es que sus tonos combinan de tal manera que parecen diseñados para crear allí donde se siembran un hermoso efecto decorativo.

El color intenso de las flores (Medellín, Colombia)

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Cada vez que se abren los botones de esta planta es una fiesta para los ojos. Es como si un pintor manierista se hubiera entregado a la tarea de mezclar colores en su mente y en su paleta para salvar el espacio que hay entre la imaginación y el lienzo con unos colores de una brillantez casi inverosímil. Una vieja planta de jardín se entrega incansable a producir, además de oxígeno, flores de colores tan vivos que atraerá bastantes insectos y las miradas de aquellos que se solazan en la belleza que por todas partes adorna estas tierras.

Anturios "on the rocks" (Medellín, Colombia)

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El rojo intenso de los anturios (Anthurium andreanum) se destaca al fondo de las que parecen columnas talladas en hielo. El agua que refresca la vista en esta imagen se ha congelado para agregar dramatismo a la belleza de las flores. En esta ciudad el color de las flores aparece por todas partes, solo o combinado con los tonos verdes de las hojas o con el blanco translúcido del agua que todavía, en esta ciudad, se puede utilizar como un elemento más de la decoración en los lugares públicos.

Llamaradas (Medellín, Colombia)

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Según dicen es gracias a la taxonomía de Carlos Linneo que este arbusto tiene como nombre crotón que en griego significa garrapata; al parecer porque sus semillas se parecen a este insecto. Pero en nuestra ciudad se le conoce como croto que seguramente no hace referencia a ninguna palabra conocida en español. Debo confesar que nunca le he visto una semilla, ni siquiera recuerdo haber visto una de sus flores pero la denominación por la que se le conoce hace pensar en una planta exótica. Lo que si se es que son innumerables los colores de sus hojas que a veces lo hacen ver como un árbol en llamas. Habrá que agradecer por siempre a la naturaleza malaya por este hermoso regalo que campea, aunque no lo suficiente, en los jardines de nuestra ciudad.

Jardineras (Medelín, Colombia)

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A la hora de reciclar no hay limitaciones. Convertir unos tanques de sanitarios viejos en macetas es una buena idea. Aunque al parecer el mantenimiento de las plantas que allí se sembraron no haya sido muy cuidadoso, uno no puede dejar de admirar la capacidad creativa de la gente. Estas plantas languidecen en una tierra que no parece la más indicada, pero cabe la esperanza de que una mano caritativa se tome el trabajo de echarles un poco de abono y contrarrestar de alguna manera los cascotes y piedras de la demolición con la que parece fueron llenadas estas jardineras. Mientras tanto ellas se aferrarán a la vida, así los transeúntes no les presten mayor atención.

Follaje (Medellín, Colombia)

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Imágenes como esta son comunes en la ciudad; aunque no abundan como debieran no son extrañas de ver para quienes vivimos en este rincón del planeta. Ojalá que cada vez sean más los lugares donde la naturaleza crezca con tanta fuerza y la construcción de edificios, casas, centros comerciales y demás obras humanas se vean equilibradas por estos macizos de follaje que producen oxígeno sin descanso. Pocos conocemos los nombres de estas plantas pero las denominaciones son lo de menos, lo importante en realidad es su belleza y la función que cumplen.

Papel crepé (Medellín, Colombia)

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En la esquina de la calle Caracas con la carrera Córdoba puede verse este hibiscus o San Joaquín como es llamado en Antioquia. La textura de sus flores, para quienes no conozcan este arbusto, puede parecer de papel crepé pero es el producto de la más pura naturaleza, además de que su color naranja parece casi artificial. Una hermosa flor que afirma la tradición floral de esta ciudad y que como en cualquier lugar puede sorprender a quien pase por sus calles con la atención en los detalles y no sólo en el asfalto o en sus propios pensamientos. Hay lugares en esta urbe donde las plantas crecen libremente regalando oxígeno y belleza tanto a quienes la habitan como a sus visitantes.

Almácigas ambulantes (Medellín, Colombia)

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En cualquier calle de la ciudad estaban estas almácigas transportadas sin mayores cuidados. No sabemos que plantas crecerán: tal vez sean matas ornamentales o medicinales o tal vez grandes árboles. Lo cierto es que en un mundo donde los árboles y la naturaleza siempre están en desventaja es satisfactorio adivinar un futuro para el planeta plasmado en la promesa que ofrecen estas pequeñas plantas.

Que pase la luz (Medellín, Colombia)

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El balazo o Monstera deliciosa Liebm como le dicen los científicos a esta hermosa trepadora, originaria de Centroamérica, es una de esas plantas que nos ha acompañado siempre a los que hemos vivido toda la vida en esta ciudad. En cualquier parte encuentra uno esta planta, desde el patio de la casa de la abuela hasta las salas de las casas grandes, pasando por los jardines públicos y privados. Pero aunque siempre ha estado presente en la ciudad casi nunca se tiene la oportunidad de ver la luz traspasando así una hoja nuevecita de balazo. Es como si además de los agujeros de la hoja, la luz se desbordara e impregnara toda su superficie. Se imagina uno que en las selvas, de donde debe ser originaria, era una bendición para la naturaleza pequeña estar al cobijo de un balazo, así podían recibir luz a través de sus agujeros pero también a través de esa pantalla en que podía convertirse una hoja cuando recién nacía.

El sueño del papiro (Medellín, Colombia)

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Para conquistar el resto del mundo qué antiguas rutas habrá seguido la caravana donde viajaron en grandes o pequeñas ánforas, tal vez a escondidas, las semillas del papiro que desde siempre ha crecido a orillas del famoso río egipcio. Seguramente la primera ruta que siguieron las semillas, partía de Egipto hacia Grecia desafiando los peligros marítimos que al parecer asolaban el Mediterráneo en la época de los trirremes, y de allí lentamente durante siglos al resto de la cálida Europa, o sea la del sur. Debe ser una de esas historias que nadie conoce, saber cómo esta planta dio el salto sobre el Atlántico, para de pronto encontrarse en este valle constreñido por montañas que en nada se parece al valle del Nilo donde el horizonte sólo se ve interrumpido por las construcciones humanas. En este valle esas plantas herederas de las que crecieron y se mecieron bañadas por la corriente lenta del Nilo, se dejan acariciar por otro sol, pero tal vez soñarán con el sonido adormecedor de las aguas

La huella de la naturaleza (Medellín, Colombia)

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No es usual encontrar la oportunidad de fotografiar esas imágenes que a veces lo impactan a uno por su belleza o porque no se las puede contemplar con facilidad en las rutas que se siguen regularmente en los laberintos rutinarios de una ciudad. Estas hojas que parecen reflejar en su superficie la impresión de un mapa de las regiones montañosas y profusamente parceladas de Antioquia, sólo se ven en esos bosques que todavía quedan por ahí entre ciudad y ciudad. Sin embargo no es más que la huella con que la naturaleza ha marcado esta planta. En ella pueden verse con detalle las formas aparentemente caprichosas que adoptan algunas plantas para recibir la luz en sus hojas. O para resistir sin claudicar las inclemencias del clima.

Un jardín vertical (Medellín, Colombia)

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No siempre las fotografías dan cuenta de la realidad objetivamente, a veces el ojo se engaña con las perspectivas y hasta los objetivos de las cámaras pierden su imparcialidad frente a determinados ángulos que alteran por completo el aspecto de las cosas. Lo mismo sucede, a veces, con la vida cotidiana donde intervienen factores que distorsionan nuestra percepción de la vida; aunque en algunos casos esas alteraciones son bienvenidas, en otros pueden ser responsables de dificultades severas para asumir la realidad. De todas maneras uno no deja de congratularse cuando encuentra enfoques que parecen sacados de las ilustraciones absurdas de algunos libros álbum o de esos cuadros donde la arquitectura aunque caótica parece obedecer a algún sistema.

A la venta (Medellín, Colombia)

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No es raro encontrarse en esta ciudad con comercios como éste. Para sus habitantes los viveros son lugares tan familiares como las ventas de artesanías. Allí es posible dar rienda suelta a esa fascinación que ejercen las flores y las plantas ornamentales en la población de esta ciudad y de sus alrededores, como si la vocación de urbe estuviera combinada, de una manera poco convencional, con la necesidad de mantener la naturaleza siempre presente. No sólo los jardines públicos dan cabida a una gran variedad de plantas, también los jardines privados, los patios interiores y los balcones dan albergue a todas esas plantas que florecen de forma constante o que refrescan el ambiente y la vista con su innumerable variedad de verdes. Así se ven expuestas para la venta en todos los viveros de la ciudad y en los municipios vecinos.