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Mostrando las entradas etiquetadas como soledad

Un instante (Medellín, Colombia)

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Tal vez la soledad de Junín en ese momento fue algo momentáneo, quizá volvió a llenarse al minuto siguiente pues el sentido común parece que sí ha abandonado las calles, como sucede con esos lugares de la ciudad donde la celebración de eventos casi siempre anodinos continúa. A diferencia de lo que sucede en el cuento de Edgar Alan Poe, La máscara de la muerte roja, la fiesta no la hace sólo el potentado sino también la gente del común para quienes el ruido y las aglomeraciones es algo vital, como sucede con esas bullangueras colonias de periquitos que sobrevuelan la ciudad haciendo sentir su presencia mimetizada en el verde de los árboles, indiferentes a cualquier acecho; pero la muerte sigue ahí, alerta, como un gato, provista ahora de un arma mucho más ominosa por imperceptible.

Interiores II (Medellín, Colombia)

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Hasta hace unas cuantas semanas esta escala de un edificio en Medellín presentaba este aspecto ( como una especie de premonición de lo que pasaría después en la ciudad) , ajena a la masa de personas que subían y bajaban en los ascensores. Hoy, en el exterior, las calles empiezan a llenarse de nuevo. Pero esta escala seguirá representando como una metáfora arquitectónica el interior de cada ser humano que debe adentrarse profundamente para reconocerse. Pero casi nadie lo hace, muy pocos quieren enfrentarse con su propia soledad.

Soledad II (Medellín, Colombia)

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Las ciudades modernas, que por antonomasia se han convertido en los paradigmas de la soledad, se han visto invadidas en los últimos años por escenas como ésta: multitud de personas perdidas en la imagen hipnótica de un celular. ¿Qué sucede allí que atrapa la atención de millones de seres humanos? ¿Acaso es la promesa de no estar solo lo que lleva a cada uno de ellos a perderse en las múltiples posibilidades de compañía, aunque sea ficticia, que se les ofrece por este medio?

Luz de agosto (Medellín, Colombia)

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Como en todas las grandes ciudades del mundo hay aquí lugares como éste donde la naturaleza brinda refugio a quienes sienten la necesidad del aislamiento para dedicarse a la difícil tarea de la introspección. Aunque la profusión de artilugios que ofrece la tecnología parece aislar cada vez más a las personas, pocos sucedáneos sirven de reemplazo a un parque cuando la soledad se hace necesaria.

Soledades (Medellín, Colombia)

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La soledad siempre se asocia, aunque sea inconscientemente, con la espera. Es como si de alguna forma uno quisiera llenar ese vacío que la soledad evoca. Tal vez no hace mucho que las sillas y las mesas fueron abandonadas y tal vez la gente volverá muy pronto a ocupar este lugar, pero en este momento parece imposible que las risas, los susurros o las palabras vuelvan a recorrer esta atmósfera. Al menos durante el tiempo que dure esta fotografía nadie alterará la quietud mantenida artificialmente. Cada vez que una persona contemple este pedazo de tiempo, que un artilugio humano se encargó de aislar del resto, la soledad se hará presente en este rincón de la ciudad, y en su ánimo se generará el deseo de ver que alguien atraviese el patio para ocupar su puesto en cualquiera de las mesas.

Los caminos de la soledad (Medellín, Colombia)

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Si tenemos en cuenta que este lugar está ubicado en el corazón de la ciudad, alrededor del cual pasan diariamente miles de personas, habrá que estar de acuerdo en que esta es una imagen inquietante por decir lo menos. Es como si esas escalas condujeran a las zonas secretas que se dice permanecen inexploradas en las entrañas de grandes ciudades. Aunque no siempre fue así, hubo un tiempo en que podían verse llenas de gente, cuando en este edificio los teatros proyectaban las películas del momento y convocaban a diario a los amantes del cine. Ahora esos espacios estarán abandonados para que el tiempo realice su trabajo transformador o se habrán dedicado a oficinas donde se gestionan asuntos tan importantes que apenas algunos enterados sabrán de qué se trata. Claro que, como todo aficionado a la fantasía, prefiero pensar que estas escalas por donde ya nadie pasa, pertenecen al camino de quienes deciden dejar el mundo para zambullirse en esas otras dimensiones paralelas que coexisten con nu

La soledad de la belleza (Medellín, Colombia)

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En medio de uno de los pocos céspedes que todavía no se han secado, una flor sola se yergue con su pequeña estatura para matizar con su color intenso, brillante y llamativo el verde uniforme de la hierba. Sólo se ve la flor, como si surgiera de la tierra, sin ataduras a ninguna planta o como si hubiera sido puesta allí por una mano desconocida para conmemorar en ese lugar específico la celebración de un evento anónimo, pero tan significativo que llevó a esa persona a comunicárselo en silencio a todos los que pasen por allí. Para que se alegren con su vista o se les altere la monotonía con la que se mueven por las calles y plazas de esta ciudad. Para que caminen durante un rato con un destello de alegría en la mirada, o acompañados por la nostalgia del recuerdo olvidado que esa flor revivió, o para que se pongan un poco melancólicos que es como estar triste sin motivo. A veces una flor solitaria aviva la imaginación de la gente; ni siquiera se siente la necesidad de arrancarla y dejar e

La soledad del amarillo (Medellín, Colombia)

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Nadie espera la llegada del tren. Sin embargo el amarillo sigue invocando la prohibición de cruzar la raya, los durmientes esperan un temblor que los despierte y la perspectiva de las líneas, que a lo lejos hacen creer en la verdad de su unión en el infinito, mantienen la ilusión de espacio.