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Una pared vieja (Medellín, Colombia)

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Entre tanto concreto y adobe surgen de vez en cuando los vestigios de la ciudad vieja, historiada. Paredones de tapia que marcaron otros ámbitos, diseñados para otros habitantes con necesidades distintas a las nuestras son descubiertos a veces por los observadores consuetudinarios del lugar donde viven. Hoy esas paredes son mancilladas como tantas otras en la ciudad por el trazo furtivo de las consignas y toda clase de manifestaciones infligidas por seres anónimos que quieren dejar constancia de su paso. Pero la indiferencia de los transeúntes les niega hasta ese reconocimiento. Las paredes continuarán imperturbables por mucho tiempo, separando lugares y marcando rumbos. Las marcas que les deja el tiempo no las afecta, más bien las ennoblece.

La tapia se desmorona... (Medellín, Colombia)

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El breve techo que cubrió esta tapia ha desaparecido hace mucho y a pesar de ello la humedad y las lluvias apenas han comenzado a socavarla. Del blanco de la cal que pudo cubrirla en otro tiempo no queda ningún vestigio, como no debe quedar ninguna huella de quienes la construyeron o de quienes habitaron en el interior. Los árboles que otrora dieron sombra al patio se han adueñado ya de los espacios y aunque la mano del hombre ha tratado de aliviar la presión de los árboles con tajos certeros aquí y allá, por ahora la naturaleza no cede en su empeño de recuperación. Como siempre el trabajo de desmoronamiento casi imperceptible se le deja a los líquenes y a las enredaderas que son los de apariencia menos conspicua, después vendrán los grandes helechos, los arbustos y por último las raíces de los grandes árboles que se encargarán de que este muro vuelva a formar parte definitiva de la tierra.