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El paso del tiempo (Medellín, Colombia)

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Una réplica del antiguo tranvía de Medellín sirve de atrezzo, de decoración, a una escena que se ve con bastante frecuencia en este parque: el paso lento, cansado de una persona que ya ha visto mucho, tal vez demasiado. Quizá se sorprenda de toda la publicidad con que se ha rodeado la puesta en marcha del nuevo tranvía de Medellín. Tal vez jamás haya visto un tranvía porque está recién llegada a la ciudad como tantos que apenas empiezan a trasegar como seres anónimos por estas calles. O porque no, recuerde sus años de niña viajando en el tranvía en una de sus pocas visitas al Centro. Por otra parte hoy, cuando esta mujer y muchos como ella, pasan sin ver el símbolo de lo que se plantea como la nueva ciudad, muestra sin enterarse la simbiosis que se da en todas las ciudades del mundo entre el pasado y el presente. Mezcla que no siempre se hace con la sabiduría necesaria para que la ciudad sea un lugar a escala humana y no una aglomeración de edificaciones sin una verdadera relación

Paciencia (Medellín , Colombia)

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Una imagen cada vez más recurrente en esta ciudad es la de las filas; a cualquier hora del día y en cualquier lugar. Durante largos periodos de tiempo la gente de esta ciudad debe armarse de paciencia para acceder a todo tipo de servicios. En los rostros de la mayoría se refleja cierta desesperanza como si la vida citadina los hubiera acostumbrado a la fatalidad; sin embargo algunos parecen disfrutar esta situación, tal vez sea la única manera de tener algún tipo de contacto con la gente que les rodea (l as conversaciones nacen espontáneamente y las opiniones sobre temas de todos los estilos se ventilan en esos ratos muertos). Mientras tanto, unos felinos de color dorado se desplazan subrepticiamente y sin premura por las paredes como fantasmas, invisibles para las personas que no pueden salirse de sus propias vidas para darle espacio, en sus cerebros, a la imaginación.

El generoso regalador de minutos (Medellín, Colombia)

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Una imagen común en esta ciudad es la de los vendedores de minutos que recorren las calles de El Centro o se establecen permanentemente en un parque o en una esquina concurrida para alquilar celulares, generalmente por cortos períodos de tiempo. Vender minutos es un negocio generalizado. Pero en este caso particular este dueño del tiempo (metafóricamente hablando) es un personaje que comparte con un transeúnte elegido al azar un minuto de lectura. Generalmente se trata de poemas que duran alrededor de 60 segundos . Y lo mejor de todo es que no cobra por su lectura, aunque su actividad está inspirada en un vendedor.

Guardianes del tiempo (Medellín, Colombia)

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Esta imagen que asalta la mirada de todos los que transitan por la Avenida San Juan a la altura de la Alpujarra tiene algo de inquietante, sobre todo cuando en el cielo no se aprecian señales de lluvia como tampoco luce un sol de esos agobiantes que suelen campear en los cielos de la ciudad. Uno se pregunta qué hacen estas representaciones de paseantes con sombrilla o paraguas que para el caso es lo mismo. Es como si ejecutaran algún tipo de danza atávica necesaria para la tribu, pero lo que uno no sabe es si evocan la lluvia o están allí para que no venga y asole la ciudad. Quizá pertenezcan a algún tipo de vieja cofradía de origen agrario, nacida en esas épocas cuando la aparición de las lluvias en temporadas específicas del año era determinante para la supervivencia de la comunidad. Independientemente de nuestro conocimiento sobre sus motivaciones, siguen allí moviéndose de un lado para otro con esa velocidad inverosímil de las esculturas que nos hacen creer que nunca se mueven y qu

Un lugar para el tesoro (Medellín, Colombia)

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Si la vegetación algún día decidiera recuperar todo el terreno que ha perdido frente al prurito humano de construir, tal vez uno de esos edificios que se han cuidado con tanto celo en esta ciudad, podría verse así a través de los claros que dejarían las hojas. Sería como la escena de una de esas películas donde el náufrago o cualquier viajero después de interminables jornadas de vagar sin rumbo, descubre al fin un vestigio de civilización. Uno de esos parajes remotos y exóticos, descritos en las viejas novelas de aventuras, donde se encuentra el tesoro por tanto tiempo perseguido, o al menos el lugar donde se halla la pista definitiva para localizarlo. Realmente nunca se sabe donde están las sorpresas para quienes van por la vida en busca de emociones, así jamás se muevan de la propia ciudad. Quizá uno de esos aventureros descubra en este lugar un tesoro o la pista para descubrirlo, que nadie más ha sido capaz de ver, antes de que la naturaleza comience su verdadera labor de reconquist

Contrastes (Medellín, Colombia)

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El ojo humano sólo puede percibir el paso del tiempo en las huellas que deja, impresas en las caras y en los cuerpos de la gente o en las fachadas de las casas o en los objetos que usamos todos los días. Sin embargo, a veces es posible retrazar sus consecuencias, como en el caso de las viviendas, a las que se puede retocar periódicamente o renovarlas en su totalidad y de esa manera engañar al deterioro. Hay casas a las que no se les ayudó a enfrentar el ataque del tiempo. El abandono las desarraigó y las alejó de la realidad que pasa frente a ellas. Sus paredes adquirieron la palidez enfermiza de los desahuciados. Los balcones se clausuraron sin que los habitantes de la casa se dieran cuenta: nadie volvió a pararse allí para echar una mirada a la calle, nadie volvió a asomarse desde allí para atraer con su presencia la atención de alguno que pasara. De otras casas en cambio, se desecharon totalmente los vestigios de su antigüedad para adaptarlas a la estética de los nuevos tiempos, per

El señor del tiempo (Medellín, Colombia)

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Como un dios que juega despreocupadamente con la existencia de la humanidad, un niño se entretiene dejando caer lentamente la arena por entre sus dedos. De la misma manera flemática, impasible, fluye el tiempo que gobierna nuestras vidas.

El chorro del tiempo (Medellín, Colombia)

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Las frágiles rutinas (que componen la vida en una ciudad) se ven resquebrajadas constantemente por accidentes que sorprenden la atención adormecida de los transeúntes. El tiempo sin embargo continúa su marcha incesante, mientras el agua irrumpe de manera imprevista y los niños, amantes de cualquier cosa que subvierta el orden, hacen causa común con ella.