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Mostrando las entradas etiquetadas como urbanismo

Llueve y llueve

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Llueve y llueve (…) sobre los pardos tejados… llueve; dice en una canción Joan Manuel Serrat evocando en el ánimo una nostalgia indefinida, como la que produce en este caso la lluvia que vuelve impreciso todo lo que se ve desde detrás del acrílico de una cabina de metrocable. A la visión extraña de contemplar la ciudad desde la perspectiva de los pájaros se le añade el toque impresionista de las gotas de agua que resbalan por la superficie transparente, desdibujando o suavizando un panorama que cada día se vuelve más familiar para los nuevos viajeros que diariamente hacen este recorrido por el aire en el noroccidente de la ciudad.

Vistas (Medellín, Colombia)

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Esta es una ciudad que no se ve completamente desde ningún punto de su geografía. Construida en un valle sinuoso y estrecho siempre tendrá lugares que se escapen a nuestra mirada. Sin embargo hay dos sectores de la ciudad que se han mirado desde antes de que existiera algún asentamiento en este valle: Oriente y occidente se contemplan desde las laderas observando sus diferencias geográficas. Pero las construcciones que lentamente han invadido las pendientes del norte de la ciudad se han encargado de borrar las diferencias pintando de un ocre uniforme las laderas que otrora ostentaban un sinnúmero de tonalidades verdes. Un urbanismo descontrolado ha llevado a la invasión de unas montañas que en ocasiones ofrecen poca seguridad a sus habitantes; aunque para quienes habitan estos barrios vivir en las alturas quizá tenga el atractivo insuperable de ver una parte alejada de la ciudad desde las calles y las terrazas, así se tenga que pagar el precio de desplazarse lentamente por esas

Paisajes urbanos (Medellín, Colombia)

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Cualquier ciudad en este siglo tiene la obligación de combinar sabiamente el concreto y el asfalto con la naturaleza. Una de las ventajas de vivir en la zona tropical de este planeta es que no se tienen que hacer grandes esfuerzos para que árboles y plantas crezcan en cualquier parte. Aunque no se puede negar que en nuestro país hay zonas que se acercan peligrosamente a la categoría de desiertos, esta ciudad es de las que se puede dar el lujo de no tener límites en cuanto a las áreas urbanas donde pueden crecer casi cualquier tipo de plantas. Infortunadamente hay lugares donde las zonas cubiertas por el cemento se amplían de manera continua, especialmente en los barrios donde los jardines van desapareciendo sin que la gente se percate de la falta que hacen, hoy más que nunca, los paisajes urbanos donde predomine el color verde.

Combinaciones (Medellín, Colombia)

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En esta plaza, o parque como se le dicen eufemísticamente en la ciudad a estas pequeñas áreas despejadas de edificios y de casas, se levanta un grupo de columnas que se ha convertido en un punto de atracción más en el heterogéneo paisaje urbano. Su impacto a la luz del día está en la repetición (que siempre resulta efectiva en la fotografía) y en la manera como juegan las luces y las sombras en su superficie y en el piso. Y, dependiendo del ángulo desde donde se miren, su integración con las edificaciones que rodean el lugar hacen que estos adquieran un aspecto más dinámico. Sin embargo mirando como se levantan solitarias hacia el cielo no se puede dejar de desear que cada una de ellas fuera reemplazada por un árbol.

Un patio de museo (Medellín, Colombia)

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En esta ciudad los árboles y las palmeras han formado parte importante del urbanismo de la ciudad. No sólo en los parques y las avenidas sino también en los jardines, patios y solares de muchas casas. Es como si la ciudad quisiera permanecer fiel al entorno de montañas y bosques que la rodean. En uno de los patios del Museo de Antioquia, una palmera suaviza con su presencia las líneas austeras del viejo edificio del concejo de Medellín. Ni siquiera los colores brillantes de una espuria estructura metálica, superpuesta a los balcones, logran opacar la presencia de la naturaleza.

Otra cara de Carabobo (Medellín, Colombia)

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A los visitantes de esta ciudad las calles de El Centro, por donde se pasean diariamente los turistas en grupos, parando en lugares determinados para que un guía les narre las leyendas de la ciudad o les explique de manera oficial la idiosincrasia de quienes viven en este valle, les parecerá ésta una ciudad atestada de gente y de carros. Sin embargo en la periferia de esos circuitos turísticos hay calles donde parece que el tiempo pasa más lentamente, sobre todo cuando se adormece a la sombra de los árboles. Nada tiene que ver esta imagen con la que se tiene de El Centro. Apenas a unas cuadras de la Avenida Oriental parece como si uno estuviera en uno de los barrios del occidente donde las calles sombreadas hacen pensar en una época en la que los acontecimientos se sucedían a otro ritmo.

Justo en el medio (Medellín, Colombia)

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Parece un día de fiesta. Pero no es así, es un día cualquiera en el Parque Berrío, donde se ubica el corazón de la ciudad según los cronistas que se han ocupado y se ocupan de hablar de esta Bella Villa. Hoy, como cada día, se reúnen en esta pequeña plaza, a la que de manera hiperbólica llamamos parque, gente de todas las condiciones, procedencias y actividades para conformar una muestra representativa de las idiosincrasias que le dan a este país su particular manera de ser. Y en medio de este revoltijo de gente y de coloridas sombrillas la imperturbable estatua que no puede faltar en ningún “parque” colombiano; en este caso la del personaje que le da nombre: Pedro Justo Berrío, uno de los hombres más importantes para Antioquia, promotor de muchas obras que le dieron impulso a esta región en el siglo XIX, incluyendo la educación, tan de capa caída en estos tiempos de malas administraciones.

Telón de fondo (Medellín, Colombia)

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Hay imágenes de esta ciudad que le hacen creer al observador desprevenido en la posibilidad de dominar el paisaje. Son tantas las construcciones en la mayoría de las laderas de algunos sectores de este valle que ya ni siquiera se piensa en que puedan ser un obstáculo para su crecimiento. Sin embargo cuando se mira hacia el occidente se pueden ver las montañas tan imperturbables como siempre. La marea de casas y edificios apenas ha empezado a invadirlas. Pero si se tiene en cuenta la manera como el norte y todo el oriente fue invadido hace tiempo no es difícil predecir lo que va a pasar. Por ahora sólo queda disfrutar de este imponente telón de fondo formado por estas montañas, que a pesar de todo siguen siendo una característica inconfundible de la ciudad.

El canto silencioso de las quebradas (Medellín,Colombia)

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Entre los muchos cambios que ha sufrido esta ciudad, desde que se internó por los caminos del progreso, está el de la desaparición bajo tierra de la mayoría de las quebradas que trazaban sus líneas caprichosas en todas las montañas que rodean el Valle de Aburrá. Algunas, como ésta, se sustrajeron a ese destino, pero perdieron la voz cuando fueron canalizadas. Su curso irregular fue trazado con arreglo a necesidades urbanísticas y las piedras e irregularidades del terreno que producían un sonido cantarín en los días soleados, o amenazador en las épocas de invierno desaparecieron, dando paso a un susurro tan leve que el ruido de la ciudad no deja percibir.

La melancolía del barrio Prado (Medellín, Colombia)

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Una tarde lluviosa da a este barrio un aspecto melancólico que va muy bien con las calles arboladas y las grandes casas, construidas en la primera mitad del siglo XX, que se entregan sin repulsa a los efectos del tiempo. Caminar por el barrio Prado, a la sombra de los árboles casi centenarios, es como hacer una lectura de una parte de la historia de la ciudad plasmada en las fachadas de sobria arquitectura. Es volver en el tiempo, sintiendo que a este barrio los años le han robado el espíritu. Cabe pensar que todos los que lo construyeron hace tiempo que abandonaron esta zona de la ciudad, pero también es posible que algunos de ellos permanezcan allí a la espera de un fin inevitable. Algunas de estas casas se han acomodado a nuevos usos y así se han librado de la decadencia que afecta a la mayoría. Sin embargo, la vetustez que aqueja a este barrio no disminuye la dignidad que siempre tuvo desde sus inicios.

Adobe y concreto (Medellín, Colombia)

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La evolución en el uso de materiales de construcción está estrechamente ligada a la evolución del urbanismo y la arquitectura en una ciudad. A la tapia y a la piedra con que fueron levantados los edificios y las casas en la vieja ciudad las han reemplazado desde hace muchos años el adobe y el concreto. Como la mayoría de las ciudades modernas ésta se caracteriza por el uso intensivo de esos materiales, tanto que hasta el color blanco o el gris, y los colores alegres con que pintaban las fachadas de las casas, han sido reemplazados por el gris uniforme del concreto mezclado con el ocre del adobe; dando como resultado, en algunos casos, atractivas combinaciones como esta estación del metro o la serie de balcones desde donde fue tomada la fotografía.

Una vista de todos los días (Medellín, Colombia)

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Para los que vivimos en esta ciudad esta es una imagen tan conocida que nunca nos asombra. Las casas y pequeños edificios que cubren las lomas alrededor del valle fueron apareciendo lentamente y se tomaron esas superficies sin que apenas nos diéramos cuenta; dándole a las montañas milenarias ese tono ocre tan característico del adobe. Sin embargo todavía se ve, a lo lejos, el familiar perfil verde que rodea esta depresión en medio de los Andes. Y es que lo cotidiano se vuelve tan familiar que tiende a desaparecer de nuestra mirada. Pero para quienes vienen por primera vez a esta ciudad o para aquellos que la visitan de vez en cuando, siempre será motivo de asombro contemplar un fenómeno arquitectónico que a nosotros nos parece tan natural.

Arquitectura de montaña (Medellín, Colombia)

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En el estrecho valle donde se asienta esta ciudad muchos de los barrios que la componen han sido construidos sobre las laderas de las montañas que forman una geografía difícil pero conquistable al parecer. Si uno se deja llevar por la imagen que se ve en algunos sectores de esta ciudad, donde las casas se apeñuscan unas contra otras, podría llegar a pensar que se ha desarrollado en ellos un urbanismo orgánico en el que las viviendas se han adaptado perfectamente a los accidentes de la superficie. Pero la realidad es que esta forma de distribuir el suelo obedece más a la necesidad que al respeto por la geografía. Las escalas interminables, las calles retorcidas y empinadas no favorecen al habitante de estas laderas. Aun así las construcciones se suceden sin interrupción causando admiración a quienes se pasean por allí en plan de turistas, inconscientes de lo que puede significar vivir en estos lugares día tras día.

Desde la Estación Andalucía (Medellín, Colombia)

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Una imagen familiar no sólo para quienes viven en el oriente sino para todos aquellos que han visitado este sector de la ciudad, que aunque muy publicitado por las últimas administraciones sigue tan abandonado e incomprendido como antes de convertirse en paisaje obligado para todos los que quieren experimentar la sensación de flotar sobre la ciudad. Las tres estaciones de este novedoso sistema de transporte son lugares de encuentro para muchos de los que viven en estas laderas, aunque lamentablemente no se han convertido en potenciadoras de una evolución urbana racional.

Visión urbana (Medellín, Colombia)

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La imagen que la gente tiene de las ciudades se ve moldeada e influenciada constantemente por nuevas construcciones, donde las más recientes propuestas arquitectónicas y de diseño urbanístico moldean el panorama construido por los seres humanos. Independientemente de la perspectiva que un ciudadano asuma frente a ésta transformación es indudable que su percepción del lugar donde vive se ve afectada por nuevas edificaciones (acertadas o no) que en una ciudad tan dinámica como ésta, siempre están a la orden del día.

Sol de la tarde (Medellín, Colombia)

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No era una tarde tan soleada como las que se suelen ver en la ciudad, sin embargo la luz que se reflejaba en los edificios, el cielo apenas matizado por girones de nubes y el tráfico pesado de las calles hacían sentir como si fuera una de esas tardes de verano que a veces nos agobian en el valle. Al fondo las infaltables montañas servían de telón al paisaje urbano al que estamos acostumbrados a ver desde las laderas de occidente. Y como siempre el viajero, y hasta el habitante de “toda la vida” de este valle, comprueban una y otra vez (en una imagen cotidiana) el dinamismo de esta ciudad perdida, aparentemente, entre las montañas de la cordillera de los Andes bajo el sol de la tarde y un cielo azul.

El reflejo de la tranquilidad (Medellín, Colombia)

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En esta pequeña plaza una fuente refresca y acompaña el hermoso árbol cuyo reflejo devuelven los vidrios de los edificios. Sitios como éste son los que deben ver los que visitan esta urbe y se van con la idea de una ciudad amable con las personas que la habitan. Todo lo contrario con el caos de El Centro donde el espacio público ha sido invadido por la ansiedad y el miedo, un espacio del que no hablan las administraciones públicas cuando citan esta ciudad como ejemplo para el mundo, de la transformación en los últimos años, del urbanismo en favor de los ciudadanos.

El impacto de la repetición (Medellín, Colombia)

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Todos los diseñadores conocen el impacto que puede generar en el ojo humano la repetición de una forma sea ésta grande o pequeña, se encuentre sobre la superficie de una tela o se utilice para amoblar un espacio público. Esta imagen de una adecuación urbana que además es funcional se ve rota por alguien que pasa al fondo, pero ni eso, ni el reflejo de las palmas logra distraer la atención de esta hermosa repetición de amueblamiento urbano hecho de madera.

A destiempo (Medellín, Colombia)

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A veces uno mira por entre los edificios y ve como los volúmenes y los colores de la ciudad se superponen formando composiciones novedosas que casi nunca se ven cuando se mira el conjunto. Sin embargo la belleza está ahí, en esa combinación de arquitectura y naturaleza que vuelve intemporal una ciudad. Como lo demuestran los relojes de la torre pues cada uno, a su aire, marca un tiempo distinto.

Las montañas inconquistables (Medellín, Colombia)

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Estas montañas que se ven tan cercanas están verdaderamente lejos, se nota por la difusa imagen que la neblina o la contaminación les da. Sin embargo la ciudad parece acercarse con decisión a ellas, pero pese al asedio constante que ejerce sobre las montañas que la rodean hay lugares que afortunadamente nunca podrá conquistar. Son tan escarpadas sus superficies que estas montañas pueden estar tranquilas, los bosques que las cubren seguirán allí por muchos siglos. La única fuerza capaz de cambiar su apariencia sería la de un terremoto. Los habitantes de esta ciudad deberían estar agradecidos de la protección que dan estas montañas tan altas y tan inaccesibles; así la vegetación no corre peligro de ser asaltada por las urbanizaciones o las invasiones, que para el caso es lo mismo.