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El valor de la papaya (Medellín, Colombia)

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Una escena cotidiana que se repite constantemente en las calles de esta ciudad. Sin embargo el colorido que arrastran en sus carretillas estos vendedores pasa desapercibido para casi todo el mundo. Estamos tan acostumbrados al color del trópico que hace mucho que se nos volvió más importante el valor de las cosas que su belleza .

La danza de los millones (Medellín, Colombia)

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Se ha dicho siempre que los colombianos se dejan seducir con facilidad por los juegos de azar. Debe ser cierto si juzgamos esta aseveración por el número de loterías que diariamente incitan a la gente para que pruebe su suerte ofreciendo millones. Sin contar con las rifas domésticas que se hacen en los barrios, en los colegios y hasta en las iglesias de la mayoría de las confesiones religiosas, pues al parecer no todas permiten a sus fieles dejarse llevar por los apremios de la situación económica para tentar el azar. Pero no se necesita ser aficionado a invertir dinero en una esperanza azarosa para saber que estas mesas donde los loteros exhiben sus promesas en pedacitos multicolores están siempre allí esperando, a un lado de la Iglesia de la Candelaria y en otros puntos de la ciudad, a que la ilusión nos nuble los sentidos. Casi nunca se ven, sólo aparecen cuando las necesitamos.

Misceláneas ambulantes (Medellín, Colombia)

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El vendedor ambulante es uno de los tantos personajes anónimos, pero característicos, que recorre las calles de las ciudades colombianas actuales. Los hay de todas las edades y de todos los estilos. Venden múltiples productos, desde chicles hasta confites o cigarrillos “menudeados”, para ganarse la vida con dificultad. Pululan en El Centro y a pesar de eso, o tal vez por esa circunstancia, se han vuelto invisibles; sólo adquieren  existencia cuando algún transeúnte necesita comprarles cualquier cosa.

El generoso regalador de minutos (Medellín, Colombia)

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Una imagen común en esta ciudad es la de los vendedores de minutos que recorren las calles de El Centro o se establecen permanentemente en un parque o en una esquina concurrida para alquilar celulares, generalmente por cortos períodos de tiempo. Vender minutos es un negocio generalizado. Pero en este caso particular este dueño del tiempo (metafóricamente hablando) es un personaje que comparte con un transeúnte elegido al azar un minuto de lectura. Generalmente se trata de poemas que duran alrededor de 60 segundos . Y lo mejor de todo es que no cobra por su lectura, aunque su actividad está inspirada en un vendedor.

Los jugadores del viento (Medellín, Colombia)

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Cada tarde el vendedor pasaba con sus hélices de plástico y ellos, cada tarde, lo esperaban para oír la vibración del viento en sus oídos cuando el hombre las hacía silbar sobre sus cabezas y ellos imaginaban tal vez que algún avión de combate pasaba a baja altura poniendo a prueba su capacidad de enfrentar el peligro. A veces parecía como si el aire fuera una disculpa para arrojarse al piso y experimentar la habilidad de la niñez para moverse a gran velocidad. Después, de este pequeño ritual, el buhonero seguía su camino incesante alrededor del parque y los niños se alejaban en busca de nuevas situaciones en las que pudieran ejercitar su gran capacidad de imaginar aventuras.

Vendedora callejera (Medellín, Colombia)

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Una vendedora se apresura con su bandeja de bebidas para satisfacer la sed de la multitud, mientras a la entrada de uno de los tantos eventos que se realizan en esta ciudad las personas esperan soportando el calor que en algunas ocasiones castiga la ciudad. La sed obliga a la gente a hidratar el cuerpo, en tiempos calurosos, con bebidas envasadas de manera industrial o artesanal. A su lado una caja con mango partido en largas tiras se venderá para satisfacer otro tipo de deseos a la hora de consumir pasabocas callejeros.

El vendedor de viento (Medellín, Colombia)

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Un hombre recorre por caminos repetidos el perímetro de este parque, acompañado por el constante zumbar de las hélices. Pero el aire, que es su aliado, a veces no se mueve con suficiente fuerza para generar el sonido de siempre. Entonces el hombre antes que dudar del viento, duda de sus propios oídos.