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Otra cara de Carabobo (Medellín, Colombia)

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A los visitantes de esta ciudad las calles de El Centro, por donde se pasean diariamente los turistas en grupos, parando en lugares determinados para que un guía les narre las leyendas de la ciudad o les explique de manera oficial la idiosincrasia de quienes viven en este valle, les parecerá ésta una ciudad atestada de gente y de carros. Sin embargo en la periferia de esos circuitos turísticos hay calles donde parece que el tiempo pasa más lentamente, sobre todo cuando se adormece a la sombra de los árboles. Nada tiene que ver esta imagen con la que se tiene de El Centro. Apenas a unas cuadras de la Avenida Oriental parece como si uno estuviera en uno de los barrios del occidente donde las calles sombreadas hacen pensar en una época en la que los acontecimientos se sucedían a otro ritmo.

Un bodegón poco conocido (Medellín, Colombia)

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Entre todas las esculturas de Fernando Botero que han recorrido el mundo y que son visitadas con asiduidad en el Museo de Antioquia, y en sus alrededores, se encuentra este poco publicitado bodegón de 1997. El interés que me despierta  quizá esté relacionado con la blancura que intenta, sin lograrlo, desconstruir los volúmenes que conforman esta pequeña escultura.

La sombrilla de palabras (Medellín, Colombia)

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Así como el libro ha venido evolucionando desde los tiempos de los sumerios y sus tablillas de barro hasta los libros escultura, también la forma de relacionarnos con la palabra escrita ha cambiado. En el ámbito de las estrategias para acercar la gente a las palabras todo se vale al parecer, como la sombrilla de palabras donde éstas han sido escritas en trozos de cartulina de colores.   Las posibilidades de juego y aprendizaje son múltiples, sólo queda que otras personas utilicen esta otra táctica para apoyar su labor de mediadores entre los libros y las personas de todas las edades. Pero independientemente del aspecto didáctico no se puede dejar de reconocer que esta imagen de donde cuelgan flores de colores no deja de ser sugerente, por decir lo menos.

Otoño en El Centro (Medellín, Colombia)

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A esta ciudad el clima del que goza le ha valido el nombre de “la ciudad de la eterna primavera”, sin embargo hay momentos en que aquellos que conocen de estaciones, llegan a pensar que ha llegado también el otoño a estos parajes: algunos árboles nos dan esa impresión cuando deciden, por algún arcano designio, despojarse de sus hojas para renovarse. Siempre que se ven estos árboles en su proceso de rejuvenecimiento no dejan de causar impacto en los observadores, acostumbrados ya a la frondosidad y la exuberancia de la naturaleza de este valle, a pesar de los atropellos que un urbanismo mal entendido le causan constantemente a la ciudad.

Bárbol en la ciudad (Medellín, Colombia)

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Leyendo el Señor de los anillos de Tolkien se entera uno de la existencia de los pastores de árboles, que tienen la habilidad de moverse, muy lentamente, para proteger los bosques; aunque permanecen invisibles para los humanos que aciertan a pasar por los lugares que habitan. Estos personajes se han inspirados al parecer en los árboles que hablan, presentes en las tradiciones orales de muchos lugares del mundo. Pero en esta ciudad donde todo puede pasar, es posible encontrarse con un “ent”, que podría ser Bárbol el personaje más importante del bosque de Fangorn, recorriendo la ciudad para ubicar los lugares donde sus protegidos estarían más a salvo de las talas indiscriminadas que azotan este país. O podría ser simplemente un actor encarnando el papel de una criatura mitad vegetal mitad humano para animar unas fiestas que, aunque consagradas a las flores, están íntimamente relacionadas con el verdor que caracteriza estas montañas.

Lo mejor del verano (Medellín, Colombia)

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En las épocas de calor cada amanecer es una fiesta para los ojos, sobre todo cuando uno vive entre los Andes donde el horizonte siempre se ve limitado por montañas. Será por eso que el tono que adquieren el cielo y las nubes por estos días le recuerdan con nostalgia, a los que han visitado el mar, la vastedad del océano y la inmensidad del cielo. A pesar del calor que anuncian estos colores para el día que comienza, siempre es más atrayente el etéreo azul del verano que el pesado gris del invierno.

La manzana de Oviedo (Medellín, Antioquia)

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Ideada por el arquitecto Pascual Celis Escobar esta manzana se ha convertido en un hito urbanístico que bien puede representar a todo un sector de la ciudad. Sus cambios periódicos le dan un dinamismo parecido al de algunos jardines, que se transforman de acuerdo al estado de ánimo de la persona que los mantiene vivos. Independientemente de su silueta nítida y concisa, es la textura de la superficie hecha de plantas vivas lo que impacta en esta escultura, tan diferente a ciertos esperpentos urbanos que pretenden hacerse pasar por demostraciones artísticas de la contemporaneidad de una ciudad que no ha podido quitarse del todo su naturaleza parroquial.

Una novedosa alfombra (Medellín, Colombia)

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En esta ciudad que hace de las flores el motivo para celebrar su fiesta principal, la novedad de este año fue esta inigualable alfombra. El colorido recuerda las imágenes de las mantas de Huamantla (México) donde también se celebra otra Feria de las Flores y en agosto para completar la similitud. Aunque nunca hemos estado en esa población para saber cómo hacen sus mantas de flores creemos que este tapete gigante tiene la ventaja de haber sido hecho con plantas vivas. Pero, independientemente de las similitudes o diferencias conocidas con otras manifestaciones florales del mismo tipo, fueron muchos, muchísimos, los turistas que se llevaron como recuerdo de las vacaciones pasadas en esta ciudad la foto obligada con este fondo tan colorido.

Un árbol florecido (Medellín, Colombia)

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En esta ciudad las flores se han convertido, desde hace mucho, en su carta de presentación entre otras características. Por eso a nadie le extraña encontrarse una exposición de bonsáis incluida en todos los eventos que se hacen con motivo de la Feria de las Flores. La técnica del bonsái originaria de China (donde simbolizaba para los monjes taoístas la eternidad, así como un puente entre el cielo y la tierra) ha recalado en este valle perdido entre montañas como en tantos otros lugares del planeta. Independientemente de que se compartan o no este tipo de aficiones, donde se deforma la naturaleza para beneficio de los seres humanos, no se puede dejar de apreciar la belleza de un árbol diminuto completamente florecido.

Justo en el medio (Medellín, Colombia)

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Parece un día de fiesta. Pero no es así, es un día cualquiera en el Parque Berrío, donde se ubica el corazón de la ciudad según los cronistas que se han ocupado y se ocupan de hablar de esta Bella Villa. Hoy, como cada día, se reúnen en esta pequeña plaza, a la que de manera hiperbólica llamamos parque, gente de todas las condiciones, procedencias y actividades para conformar una muestra representativa de las idiosincrasias que le dan a este país su particular manera de ser. Y en medio de este revoltijo de gente y de coloridas sombrillas la imperturbable estatua que no puede faltar en ningún “parque” colombiano; en este caso la del personaje que le da nombre: Pedro Justo Berrío, uno de los hombres más importantes para Antioquia, promotor de muchas obras que le dieron impulso a esta región en el siglo XIX, incluyendo la educación, tan de capa caída en estos tiempos de malas administraciones.

El árbol de las garzas (Medellín, Colombia)

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Para quienes observan la realidad de esta ciudad pero que no se limitan a mirar sólo los edificios, la gente o sus características urbanas hay un fenómeno nuevo que los tiene sorprendidos: el crecimiento de la población de garzas en todo el transcurso del río que atraviesa de sur a norte el Valle de Aburrá. Y como sucede con tantos acontecimientos, en este caso ya no parece extraño que mucha gente relacione la representación de un templo chino y sus alrededores, donde aparece un árbol lleno de garzas, con lo que pasa en el río Medellín, donde las aves son tan sorprendentemente blancas como aquellas.

Una caminata por Carabobo (Medellín, Colombia)

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Si alguien quiere tomarle el pulso a la ciudad o más específicamente a El Centro, no tiene más que caminar por Carabobo, una de esas calles que fueron trazadas en los comienzos de la ciudad y que al parecer desde sus inicios ha tenido siempre la vocación de atraer a comerciantes, y compradores por supuesto, que dicho sea de paso pululan en este valle. Dependiendo de lo que quiera encontrarse el observador, puede recorrer esta calle a diferentes horas del día. En las mañanas se puede caminar con cierta tranquilidad o hasta sentarse en una silla a mirar pasar la vida. Pero en las tardes es difícil pasar por aquí con calma. Es como si el desasosiego se apoderara de toda la gente que permanece o que transita por la famosa carrera Carabobo.

Lucha por la tierra (Medellín, Colombia)

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Las plantas que surgen casi espontáneamente en cualquier lugar de esta ciudad, sin que nadie las cuide aparentemente, amenazan siempre con tomarse los lugares que el ser humano ha reclamado para sí. Entre estas montañas la vegetación libra una batalla constante con el fin de apoderarse de nuevo de lo que le ha sido quitado. Y en no pocas ocasiones parece que logrará su objetivo.

Telón de fondo (Medellín, Colombia)

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Hay imágenes de esta ciudad que le hacen creer al observador desprevenido en la posibilidad de dominar el paisaje. Son tantas las construcciones en la mayoría de las laderas de algunos sectores de este valle que ya ni siquiera se piensa en que puedan ser un obstáculo para su crecimiento. Sin embargo cuando se mira hacia el occidente se pueden ver las montañas tan imperturbables como siempre. La marea de casas y edificios apenas ha empezado a invadirlas. Pero si se tiene en cuenta la manera como el norte y todo el oriente fue invadido hace tiempo no es difícil predecir lo que va a pasar. Por ahora sólo queda disfrutar de este imponente telón de fondo formado por estas montañas, que a pesar de todo siguen siendo una característica inconfundible de la ciudad.

Mira que cosa más linda, más llena de gracia (Medellín, Colombia)

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Así es esta ciudad, en el lugar menos pensado aparece de la nada una comparsa de música y bailarines para desbaratar la frágil tranquilidad de sus habitantes. No hay necesidad siquiera de conocer el motivo para una descarga de energía como ésta; puede ser cualquiera. Lo que importa es la belleza que le pone un ingrediente de emoción a las tareas de todos los días.

Mediodía en Junín (Medellín, Colombia)

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El sol del mediodía ilumina la famosa carrera Junín por donde pasan a diario miles de personas, que sin saberlo contribuyen a dar ese color tan particular a esta vía. Cualquiera que visite la ciudad se llevará entre su paquete de recuerdos la caminata bajo las palmeras o la imagen de los puestos de flores que desde hace muchos años forman parte de un lugar tan imprescindible para definir la singularidad de esta urbe.  

El canto silencioso de las quebradas (Medellín,Colombia)

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Entre los muchos cambios que ha sufrido esta ciudad, desde que se internó por los caminos del progreso, está el de la desaparición bajo tierra de la mayoría de las quebradas que trazaban sus líneas caprichosas en todas las montañas que rodean el Valle de Aburrá. Algunas, como ésta, se sustrajeron a ese destino, pero perdieron la voz cuando fueron canalizadas. Su curso irregular fue trazado con arreglo a necesidades urbanísticas y las piedras e irregularidades del terreno que producían un sonido cantarín en los días soleados, o amenazador en las épocas de invierno desaparecieron, dando paso a un susurro tan leve que el ruido de la ciudad no deja percibir.

Color en el acuario (Medellín, Colombia)

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Los acuarios han estado presentes en todas las épocas y en distintos lugares del planeta, desde los estanques de civilizaciones tan antiguas y refinadas como la china o la japonesa hasta los actuales hechos de vidrio o acrílico. Y hasta han aparecido en fragmentos memorables de la literatura, como la descripción de la muerte de los peces sagrados que contemplaba en su acuario al aire libre la familia Barca en Salambó la novela de Gustave Flaubert. En esta ciudad son un trozo del mundo libre y salvaje que se ha destinado desde siempre a la decoración de los espacios íntimos de las casas y de algunos lugares públicos. Para muchas personas es reconfortante dejarse llevar por la tranquilidad casi siempre imperturbable de los peces. A la atracción que ejerce el agua sobre los seres humanos se suma la belleza de estos animales, tan coloridos que a veces parecen flores en movimiento.

Danza de agua con anturios rojos (Medellín, Colombia)

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Entre la transparencia del agua detenida en pleno salto y el rojo de los anturios se establece un equilibrio visual que parece pensado de antemano. Pero la fluidez del agua es tan imprevisible que sería difícil planear una danza como esta en todos sus detalles. Sólo es seguro que los chorros de agua saltarán pero las formas que adopten al caer serán dictadas por el azar únicamente. Lo único fijo es el color de los anturios y los planos de diferentes colores con que participa la arquitectura del fondo. Una ciudad tan encantada por las flores como ésta debe mantener una estrecha relación con el agua, tal vez por eso haya tantas fuentes, aunque no tantas como debiera.