Tal vez la soledad de Junín en ese momento fue algo momentáneo, quizá volvió a llenarse al minuto siguiente pues el sentido común parece que sí ha abandonado las calles, como sucede con esos lugares de la ciudad donde la celebración de eventos casi siempre anodinos continúa. A diferencia de lo que sucede en el cuento de Edgar Alan Poe, La máscara de la muerte roja, la fiesta no la hace sólo el potentado sino también la gente del común para quienes el ruido y las aglomeraciones es algo vital, como sucede con esas bullangueras colonias de periquitos que sobrevuelan la ciudad haciendo sentir su presencia mimetizada en el verde de los árboles, indiferentes a cualquier acecho; pero la muerte sigue ahí, alerta, como un gato, provista ahora de un arma mucho más ominosa por imperceptible.
La realidad de Medellín va más allá de la imagen oficial. Queremos mostrar el rostro de una ciudad que parece cambiar cada día. Aunque la arquitectura permaneciera inalterada, la atmósfera, la naturaleza y la gente influirían en su aspecto de manera constante.
Interiores II (Medellín, Colombia)
Hasta
hace unas cuantas semanas esta escala de un edificio en Medellín presentaba
este aspecto (como una especie de premonición de lo que pasaría después en la ciudad), ajena a la masa de personas que subían y bajaban en los
ascensores. Hoy, en el exterior, las calles empiezan a llenarse de nuevo. Pero esta escala seguirá
representando como una metáfora arquitectónica el interior de cada ser humano
que debe adentrarse profundamente para reconocerse. Pero casi nadie lo hace,
muy pocos quieren enfrentarse con su propia soledad.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)