Este hombre que descansa después de una jornada de
trabajo o que espera el próximo encargo, vuelve a dejarse envolver por la magia
de una de las 2600 novelas de vaqueros, o del oeste, que entregó a la imprenta Marcial
Lafuente Estefanía y que todavía encuentran lectores que se emocionen con las
intrigas o los duelos a pistola en saloons o en calles polvorientas y desoladas
de un pueblo del Oeste.
Acostado en su carretilla y alejado del ruido que
produce la ciudad revivirá, mientras lee, su juventud; cuando estos libros se
alquilaban en las “revisterías” colgados de unas cuerdas, acompañados por las
aventuras de Supermán o el Santo entre otros muchos héroes y superhéroes. O
quizá no, es posible que apenas haya entrado en conocimiento con esta literatura
fácil pero que cumple con uno de los mandatos que muchos autores se impusieron
a la hora de escribir: entretener sobre todas las cosas.
Hoy
esos libritos que sobreviven milagrosamente al deterioro que amenaza a
cualquier papel, y sobre todo al de estas ediciones de bolsillo que en su
momento se publicaban para el consumo inmediato, no para perdurar, se encuentran
en uno o dos puestos de segunda en la carrera Bolívar y sirven de alimento
literario a lectores tan consagrados como éste.