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Los árboles de la colina (Medellín, Colombia)

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Un optimista diría, al ver esta imagen, que la naturaleza por fin está recuperando terreno y que desde la cima de esta pequeña colina ha empezado a devolver el proceso de invasión que durante siglos se ha llevado a cabo en el valle. Diría, porqué no, que los árboles y los arbustos y todas esas plantas con funciones tan específicas como mantener la humedad de la tierra, encontraron por fin la fórmula ganadora, esa estrategia que las especies triunfadoras en el proceso evolutivo aplican para vencer a sus opositores. Parece imposible que eso suceda cuando se observa el gran número de casas que rodean esta diminuta isla de verde, pero no hay que olvidar esas ciudades milenarias que fueron sepultadas por el paso inexorable de la naturaleza.

Las paredes de una biblioteca (Medellín, Colombia)

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Como si fueran las paredes de un edificio en una de esas ciudades sumerias donde se inventó el primer método de registrar la palabra para ser leída, estos muros, vistos desde lejos, dan la sensación de tener una textura tan particular, que hace pensar en las marcas que dejaban las pequeñas cuñas de madera sobre la arcilla en los albores de la historia. No es difícil imaginar que si nos acercamos lo suficiente encontraríamos, en vez de adobes de superficie lisa, tabletas grabadas con la espectacular escritura cuneiforme. Esa escritura que desde antes del florecimiento de la antigua Babilonia marcó los caminos por donde se desbordaría la pasión que iban a abrazar millones de personas después de ellos: leer y escribir, desde lo más nimio como una lista hasta lo más sublime como un poema. Contemplando este edificio uno se pregunta si será posible que además de los libros que se encuentran en su interior, estos también hayan sido grabados en sus paredes exteriores.

Laberintos y enredos (Medellín, Colombia)

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Parece como si al contemplar esta imagen pudiéramos observar una de las múltiples entradas al laberinto de andenes que se adivina detrás de estos muros o al final de las escalas. No es de extrañar que se haga la comparación de los pasadizos y escalas de este barrio con el enredo de cables que cruzan el aire sobre las casas. No se trata de una simple metáfora. Las escalas desaparecen en las alturas, mientras que de los postes salen infinidad de alambres para formar una retícula irregular que divide el cielo en secciones de tamaños tan diversos y de forma tan caótica, como la distribución de las construcciones que cubren casi por completo el suelo de estas laderas.

Los planos inclinados del paisaje (Medellín, Colombia)

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La luz que entra al edificio de esta biblioteca por una serie de ventanas de forma tan llamativa y a la vez tan simple, se roba tanto la atención que hasta la gente se olvida del lugar donde se encuentra para permitir que la mirada se pierda en el paisaje. El norte de la ciudad que se ve a través de estas ventanas se convierte en parte de la arquitectura, como si a las paredes se les hubiera asignado el papel de enriquecer el espacio que contienen con la vista segmentada de algunas partes del valle que el aire de la mañana deja ver a lo lejos.

La mirada de los pájaros (Medellín, Colombia)

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Cuando uno recorre los barrios de esta ciudad, adheridos a las montañas tiene, a cada momento, la perspectiva de los pájaros. Y aunque a veces la mirada se cansa de ver las edificaciones como si fueran las fichas de uno de esos juegos para construir objetos, a veces resalta como una joya, un lugar distinto. Como esta terraza a la que un artista tomó la decisión de convertir en un lienzo de concreto. Un artista a quien le pareció más importante mostrarle su obra a los que dejan vagar su mirada desde las alturas, que a los que caminan por las calles, con el alma encerrada por los muros, con los ojos pegados al suelo, sin levantar la cabeza para contemplar las fachadas de las casas. Tal vez por eso la figura que se ve con más claridad es la de un pájaro que flota. La sensación de vida que transmite el abigarramiento de colores entre la monotonía de los adobes y el gris de los techos del lugar, capta la mirada de inmediato. El contraste con la otra terraza es evidente, ésta parece una copi

Cuadros de una exposición (Medellín, Colombia)

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Las trece secciones en que estas ventanas dividen la pared, aíslan diferentes aspectos de un sector de la ciudad. Cada una de ellas parece una imagen en sí misma, sin ninguna relación con las demás. Hasta podría decirse que estas imágenes son un muestrario de la riqueza visual de los barrios de la ciudad, tan variada que su estilo, color y textura puede cambiar drásticamente en unos cuantos metros. Muchas veces sin solución de continuidad. Por eso no es de extrañar que el observador desprevenido se engañe y crea que en vez de ventanas, está frente a una exposición de fotografías, que reúne en un espacio reducido lugares distantes y distintos de la misma ciudad.