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La ciudad reflejada (Medellín, Colombia)

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La ciudad se copia a sí misma en este ojo de agua artificial y en las fotografías adheridas al muro. Fotografías que se abren como ventanas en lugares específicos y donde han quedado plasmadas, a través del objetivo, unas imágenes parciales de la ciudad. A las personas que caminaban al lado de esta pared los ojos se les iban hacia las fotos, tratando de identificar los lugares retratados, pero no se daban cuenta de que ellas mismas eran reproducidas con fidelidad casi absoluta en la superficie del agua que apenas se rizaba un poco, como para no engañar del todo al ojo que de pronto estuviera observando sus maniobras. Uno no sabe adónde van esas imágenes que se roban los espejos de agua o tal vez no van a ninguna parte, quizá se queden en la superficie como la mayoría de las acciones que se ejecutan sin pensar en ellas. Como las palabras que se pronuncian mecánicamente o las acciones cotidianas que el cuerpo realiza sin el concurso de la voluntad. O como esas fotografías que encasillan

Una puerta a la irrealidad (Medellín, Colombia)

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A través de esta puerta de vidrio se percibe una extraña realidad. Una realidad que obedece a unas leyes distintas a las que rigen el mundo que conocemos. Es como si al otro lado no estuviera repetido ese mundo que los espejos copian minuciosamente, sino uno donde no sólo el espacio se distorsiona sino también las formas de todo lo que allí existe. En una ciudad que da cabida a tantas realidades no es de extrañar que también aloje un lugar así, donde la existencia de una persona podría ser alterada temporalmente o para toda su vida, dependiendo de su capacidad de aceptar la fantasía o de asimilar que su única forma de ver el mundo no es universal, que existen otras maneras de contemplar el universo y que hay lugares donde a la realidad conocida y aceptada por todos se le pueden dar otros valores.

La espesura y los espejos (Medellín, Colombia)

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Ya no sorprende a los habitantes de esta ciudad que de entre los árboles aparezca de repente un moderno edificio, como si hubiera sido construido en medio del bosque. Es el efecto propiciado por los árboles que cubren algunas de las calles que desde el oriente desembocan en el centro. El follaje de los árboles y las palmeras, que forma una cubierta de verdes sobre la calle Bolivia, deja ver por entre sus ramas algunos edificios, aislándolos de la gran masa de construcciones que conforman este sector de la ciudad, al que se le ha dado el nombre genérico de El Centro. Este edificio, que en días muy soleados refleja el color del cielo y las montañas cubiertas de casas, apenas si logra competir en impacto visual con la composición de tonos y texturas con que la naturaleza ha dotado a la vegetación.

La imaginación de los espejos (Medellín, Colombia)

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Muchos autores de ficción y de no ficción han defendido, o al menos han expuesto la tesis, de que detrás de las superficies que reflejan objetos hay otra realidad: en unos casos se limitan a duplicar lo que se encuentra frente a ellas, pero en otros van más allá y el reflejo adquiere formas y dimensiones distintas, como si obedeciera a unas leyes completamente diferentes a las de nuestro universo. Pero no sólo repiten o deforman, a veces le agregan elementos a la imagen que duplican, como es el caso de la nube que se refleja en los vidrios de este edificio. A juzgar por el azul impecable del cielo, su existencia a este lado de los espejos es muy improbable.

Los mil espejos del cielo (Medellín, Colombia)

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La superficie simple de este edificio parece diluirse en la gama de grises que la cubren, como si la única razón de ser del cielo nublado, fuera deshacer la arquitectura y perderse en su propio reflejo.