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El águila invisible (Medellín, Colombia)

Desde las alturas, como suelen contemplar el mundo las grandes aves, esta águila tallada en la piedra ve pasar la vida de los habitantes de la ciudad. Apenas es visible para aquellos que despegan la mirada del panorama limitado que ofrece una ciudad cuando se recorre su interior.
Salida de las manos de un escultor desconocido, esta hermosa talla debe ser parte de alguna simbología secreta apenas reconocible para los iniciados; para quienes saben dónde buscar, como en esas novelas plagadas de secretos herméticos. Relatos donde las ciudades se convierten en inmensos laberintos llenos de señales que interpretar para llegar al tesoro o desvelar un misterio. Tesoros y misterios que toda ciudad mítica o mitificada esconde entre sus sombras.
Pero esta águila no está oculta, por el contrario, cualquiera puede verla y sin embargo es invisible. Como los verdaderos enigmas está siempre a la vista aunque nadie la vea.

Sombras al vuelo (Medellín, Colombia)

La escultura de un águila con las alas abiertas como si fuera a empezar a volar o como si ya estuviera planeando en el cielo, sirve de base de operaciones a las palomas de una plazoleta en el centro de la ciudad.
Para aquellos que gustan de desentrañar símbolos, de escudriñar en las señales que a veces, creen algunos, están escritas en los lugares más peregrinos, esta es una imagen que contiene algunos: el obelisco, sobre el que se asienta una esfera que podría ser el globo terrestre, representa para los iniciados en este tipo de disciplinas la energía del sol entre otras significaciones, y encima de ellos un águila que siempre ha encarnado la libertad, el poder del espíritu; pero como si esto no fuera suficiente, la naturaleza que siempre se entromete en los actos humanos, ha puesto encima del águila dos palomas a las que se les ha dado la tarea de representar la paz.
Una sumatoria de símbolos tal podría llevar a quien quiera dedicarse a esos menesteres a deducir cualquier cosa, dependiendo de los puntos de vista que adopte para hacer su análisis.
Claro está que para la mayoría de los que pasan diariamente por su lado, este conjunto de figuras apenas son una sombra que adorna la ciudad, donde se exalta la habilidad de volar.

El don del águila (Medellín, Colombia)

Este carro que permanece a la orilla de una calle, espera a su dueño, un hombre que con toda seguridad debe ser tan común y corriente como la mayoría de las personas que viven en esta ciudad, al que tal vez nunca han asaltado los demonios interiores que acechan a mucha gente.
Sin embargo este vehículo parece uno de esos carros que podrían aparecer en una película de David Lynch, tal vez atravesando un desierto norteamericano. De su interior saldría quizá la música de un viejo radio interpretando algún tema country, mientras que el hombre que conduce mira sin inmutarse la carretera frente a él. A su lado una mujer dormiría intranquila, como para transmitirle al espectador la tensión de la vida que han llevado en los últimos días sus pasajeros y que el destino que los espera al final del recorrido no puede ser de ninguna manera apacible.
Ojalá que la gente que lo use lleve una existencia tan interesante como uno se imagina que debe ser la vida de quien se atreve a viajar en medio de tanto color y entregado a los designios del espíritu de un águila y de un gran jefe indio.

Medellín en blanco y negro