En los barrios viejos de la ciudad los recuerdos
nos asaltan en cualquier parte, hasta en las escalas que aparecen inesperadamente
para unir dos calles empinadas.
Como si se quisiera enfatizar que los recuerdos
nos llegan en fragmentos, esta escala en Manrique, trae a la memoria la canción
Volver, una de esas canciones que se han oído durante décadas en las calles de
este barrio que desde hace mucho tiempo consagró sus tardes y sus noches al
tango. Un barrio donde la radio, los traganíqueles o los tocadiscos hacían oír a los transeúntes
de manera discreta (era la época cuando la música no atronaba en las calles) las
canciones de Gardel que según la conseja cada día canta mejor.
Nada más sugerente
que una escala forrada con trozos de baldosín recitando una letra que para cualquier
habitante de esta ciudad se asocia con algún afecto de su historia larga o
corta, o un cuadro del Zorzal criollo hecho con pedazos de vidrio que, utilizando
la técnica del mosaico, da cuenta de una memoria que aunque fragmentada siempre
nos hace volver a recorrer con el pensamiento el tiempo transcurrido.