En el barrio Boston, a unas cuantas calles de El
Centro todavía se encuentran casas cuyos jardines son cuidados con esmero. Son
algo así como un oasis para la vista, donde la gente se entrega aún a la
actividad mesurada de sembrar y podar plantas que riñe con el mundo acelerado
de las ciudades.
Unas pequeñas flores que no alcanzan los tres
centímetros de diámetro se abren constantemente al cielo de este valle frente a
una casa de la calle Perú.
No tienen mucho perfume al parecer pero su intenso
color contrasta con el gris de los andenes y el asfalto que rodean el pequeño
jardín citadino.