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Autopistas (Medellín, Colombia)

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Las carreteras y las autopistas en cualquier parte del mundo evocan cambios en la vida tal como las adivinas en las ferias anuncian viajes o futuros prometedores. Dependiendo del estado de ánimo pueden verse como el camino al futuro o como un regreso al pasado. Pero siempre sugieren alteraciones en la rutina: definitivas o pasajeras. Por esta autopista salen viajeros constantemente. Algunos volverán en poco tiempo o dentro de tantos años que apenas reconocerán el lugar que dejaron. Otros quizá no vuelvan pero siempre atesorarán en su memoria la imagen de una persona, de un rincón, de una esquina que marcará sus vidas en cualquier lugar donde vivan y donde la nostalgia les hará recordar esta ciudad que a nadie que la conozca deja indiferente.

Reflejos alrededor de un semáforo (Medellín, Colombia)

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Las ciudades, por sus características tan complejas, producen de manera ininterrumpida imágenes que pasan desapercibidas entre las muchas distracciones visuales que asaltan los ojos de los habitantes. Una fotografía tomada desde el ventanal de un conocido centro comercial combina la fresca textura del agua, precipitándose al vacío, con el reflejo del sol en el parabrisas de un carro detenido frente a un semáforo. Podría ser una composición de esas que se hacen mediante las herramientas de diseño de un programa de computador, pero es tan real como las combinaciones del verde de la vegetación de las avenidas y los parques con el gris inclemente del asfalto de las calles.

La luz de la ciudad (Medellín, Colombia)

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La vista de las interminables filas de carros se ve matizada por un esplendoroso atardecer que hace de telón de fondo al intenso tráfico de este sector de la ciudad. Tal vez aquellos que iban al volante no pudieron disfrutar de los arreboles que se formaron en las últimas horas de la tarde pero, ahí estuvieron durante un rato para quien quisiera extasiarse con ellos. Una foto que pudo haber sido tomada en cualquier ciudad pero que la luz de este valle la hace única.

Zona de calma (Medellín, Colombia)

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En esta ciudad hay seres a los que se les ha encargado la tarea de refrescar el ambiente. Casi siempre son árboles como éste, que florece en abundancia con el fin explícito de crear una zona de calma, en un lugar donde todo tipo de vehículos se apiñan cada tanto cuando el semáforo se pone en rojo, para precipitarse después cuando cambia a verde. Todos aquellos que pasan por allí ignoran la gran valla que les anuncia en letras blancas sobre fondo verde que sobre sus cabezas es posible entrar, así sea nada más con la mirada y durante treinta segundos, en un lugar calmado como esos descritos por aquellos que hablan de meditación. Quién sabe, es posible que en esos cuantos segundos uno pueda pasar a otra dimensión de la realidad y abstraerse de la urgencia que le inocula el tráfico desesperado de una ciudad.

La marcha de los lemmings (Medellín, Colombia)

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Esta imagen me recuerda esa vieja historia europea que describe la marcha de miles de roedores, los lemmings, dirigiéndose ciegamente hacia un lugar indeterminado, con una decisión tan inquebrantable que ni siquiera los ríos descomunales de la taiga les detienen. Las calles de esta ciudad parecen a veces atestadas de unas criaturas tan ciegas y tan decididas como aquellas; desplazándose todas en la misma dirección, empujándose unas a otras con la única finalidad de avanzar, no importa hacia dónde, ni qué medios emplear para llegar primero. Como si la verdadera necesidad fuera adelantársele a los demás. Al final, tal vez, les espere algún precipicio como única recompensa, pero eso para el observador no es más que una promesa indefinida; para él ese movimiento lento, desesperante sólo le indica que los instintos salvajes todavía no han sido contenidos aún por las normas citadinas, que paradójicamente se encargan de sacar a la superficie, con cualquier pretexto, el lado más atávico de sus

Cotidiano (Medellín, Colombia)

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Cada día ella siempre hace todo igual… así se podría empezar a cantarle a esta ciudad. Pero cada día, ella, obliga a sus habitantes a alterar algo de sus rutinas al confrontarlos con escenarios similares, donde los personajes cambian de roles continuamente. Todos los días se parecen a los anteriores y sin embargo la ciudad, los habitantes o los hechos mismos, siempre lo empujan a uno a involucrarse en situaciones distintas. La ciudad cambia siempre, la ciudad es siempre la misma.