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Al final de la tarde (Medellín, Colombia)

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Nada mejor que regresar a casa después de una labor satisfactoria y bien hecha, aunque haya sido agotadora.

Expresiones (Medellín, Colombia)

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Un estudio de las expresiones humanas puede verse de manera patente en los rostros de los niños. En cualquier actividad que los reúna nada les impide soltarse y demostrar las emociones que los mueven en determinado momento. Es como si el entorno, el espacio donde viven, estuviera siempre en segundo plano.

El placer de la velocidad (Medellín, Colombia)

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En casi todos los barrios de esta ciudad se pueden ver lugares como éste donde la gente va a encontrarse con la libertad que da practicar una actividad física. Se les llama con el nombre genérico de “canchas” y desde hace muchos años se han convertido en puntos de convergencia para muchas personas. Allí es posible ver, entre otros muchos grupos humanos, unos niños queriendo llegar al infinito a impulsos de la velocidad que les dan sus piernas y de la imaginación que acompaña a cada uno de nosotros pero que en esta edad es una presencia constante.

Salta, salta, salta... (Medellín, Colombia)

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El lazo que ha golpeado rítmicamente el suelo de tantos andenes, patios o calles de barrio desde el comienzo de los tiempos, acompaña la vitalidad de unos niños. En un parque de la ciudad, pobre de árboles pero lleno de multitud de tipos humanos la gente que pasa se contagia de la alegría inmediata de estos niños, cuyo color de piel refleja a la mayoría de la gente de este país.

Los jugadores del viento (Medellín, Colombia)

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Cada tarde el vendedor pasaba con sus hélices de plástico y ellos, cada tarde, lo esperaban para oír la vibración del viento en sus oídos cuando el hombre las hacía silbar sobre sus cabezas y ellos imaginaban tal vez que algún avión de combate pasaba a baja altura poniendo a prueba su capacidad de enfrentar el peligro. A veces parecía como si el aire fuera una disculpa para arrojarse al piso y experimentar la habilidad de la niñez para moverse a gran velocidad. Después, de este pequeño ritual, el buhonero seguía su camino incesante alrededor del parque y los niños se alejaban en busca de nuevas situaciones en las que pudieran ejercitar su gran capacidad de imaginar aventuras.

Flotando (Medellín, Colombia)

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Algo hay entre los niños y el agua. Una fascinación como esa debe responder a sentimientos tan profundos en el ser humano que rondan lo atávico. Estos niños como millones antes que ellos tampoco resistieron la llamada. Y al parecer su deseo de flotar en medio del agua se vio complacido. Para la imaginación, siempre desbordada, de un niño este pequeño cuadrado debió convertirse en una balsa de esas que utilizan periódicamente los náufragos en las novelas de aventuras. Desde allí zarparon, alejándose de la mujer que afuera de su realidad, los mira y se deja llevar, suponemos, por la fascinación que ejercen los niños en el imaginario femenino.

Es un convoy que pasa (Medellín, Colombia)

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El ruido, las conversaciones y las risas pertenecen a un grupo de niños que recorre en fila las calles del barrio, montados en sus carros de juguete. Parecen vestidos para asistir a un carnaval, de esos que se suceden en las diferentes culturas de la tierra. Pero para ellos es más importante el viaje en sí que el lugar hacia donde se dirigen. Tal vez ni siquiera sea importante saberlo, quizá la seducción de este convoy esté en que no se dirige a ninguna parte, como los carruseles que giran incesantemente con sus coches y caballos tallados, detenidos en el espacio.

Una tarde en San Ignacio (Medellín, Colombia)

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Una tarde de pálido sol sirve a los habituales de San Ignacio para volver a entregarse a la atmósfera apacible de la plazuela después de un fuerte aguacero. Hasta un árbol, que está cambiando de hojas, se ha llenado de palomas que no se toman la molestia de bajar a buscar entre las rendijas del piso cualquier migaja o algún maíz olvidado en el último repaso de picos. Prefieren quedarse arriba calentandose con los rayos del sol que a esa hora abandona el suelo. En esta tarde medio gris, el color y el movimiento parecen concentrados en una pequeña niña que se mueve incesantemente alrededor de la madre, tan insensible como los demás a los cambios climáticos que se suceden en esta plazuela; una muestra en pequeño de lo que pasa en el resto de la ciudad.

A escondidas (Medellín, Colombia)

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Para la imaginación infantil cualquier lugar sirve para recrear otros espacios donde es posible sustraerse a la vista de los demás y repetir la emoción de desaparecer en otro mundo. Un lugar cualquiera se puede convertir en un desierto o en oasis o playa tropical dependiendo de los lugares imaginarios que pueda tener en la mente o de los lugares atávicos que lleva cualquier ser humano en su interior. Lo cierto es que la gente, como los niños, puede inventarse tantos sitios y situaciones para vivir otras realidades, como su deseo lo permita. Tal vez esa sea la esencia de la literatura donde los espacios imaginarios se vuelven tan reales como las palabras que los describen.

El valor de una ilusión (Medellín, Colombia)

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Cuantas miradas ávidas se habrán fijado en estas urnas que contienen una serie de objetos que para los niños adquieren la categoría de deseable, al menos durante el momento en que se encuentran cerca de estas fuentes de ilusión. Cuantas manos habrán girado con ansiedad la palanca que activará el misterioso mecanismo que deposite en sus manos uno de esos simples juguetes, que tal vez por encontrarse confinados detrás del vidrio generan en el observador una necesidad más intensa de poseerlo. Y si por fin se sucumbe al deseo, siempre está presente en el ánimo de quien deposita la moneda la aprehensión de que el dinero sólo no basta, que de alguna manera hay que reforzarlo con una actitud mágica para que por fin la pequeña semiesfera aparezca en el lugar indicado. En su interior, alguna chuchería de plástico servirá para entretener durante un rato a quien se dejó llevar por la ansiedad posesiva. Hasta la próxima vez.

Renacimientos (Medellín, Colombia)

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Esos mundos que uno explora, esos mundos que están reservados para aquellos cuyos corazones no se han dejado arrinconar por el temor, son los lugares donde el alma redescubre constantemente la condición humana que crece y se desarrolla con cada persona que recorre el mundo con el ánimo inquieto, sin dejar que su curiosidad innata languidezca con las rutinas paralizantes de todos los días.

The three amigos (Medellín, Colombia)

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Por fin, después de una larga semana, llegó el sábado y la hora de empezar a jugar play station para estos tres amigos. Pasaban rápidamente pero decidieron detenerse un momento para esta fotografía y de esa manera dejar plasmado para la posteridad un instante de su gran amistad. Llegarían con prisa al lugar adonde las pantallas los esperaban para su sesión de nintendo y se sumergirían en todos los retos que super Mario les iba a presentar. Aunque eso no explica completamente las sonrisas y el aire de fiesta que parece impregnar sus rostros y envolverlos. Hasta la manera como se paran frente a la cámara habla de su felicidad. Así se dirigieran los tres a cualquier otra tarea las sonrisas hubieran sido las mismas y sus cuerpos hubieran reflejado la misma intensidad, la misma alegría que parecen contener a duras penas. Lo que los contenta de esta manera es haber descubierto, sin saber todavía que lo han encontrado, uno de esos tesoros de los que hablan los adultos y que todos los seres hu

Viajeros (Medellín, Colombia)

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Estos usuarios cotidianos del metrocable son los viajeros del futuro que desde ya han empezado a tener contacto con los medios de transporte más modernos. En ese futuro serán los que utilicen o diseñen vehículos que ahora están en las mesas de dibujo o que hoy sólo se ven en las películas de ciencia ficción. Tal vez viajarán a lugares desconocidos por nosotros o permanecerán en la ciudad transformándola o quizá sirviendo de curadores a las construcciones que ambientan nuestra actual vida diaria y para las que apenas si tenemos una mirada de interés. En todo caso se desplazarán por un mundo diferente pero con reminiscencias de este presente que ya mismo se ha vuelto pasado.

Lo nuestro es pasar (Medellín, Colombia)

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Todos los días y a todas horas la ciudad se renueva en la mirada de sus habitantes y en el rastro invisible que sobre su piel van dejando quienes la recorren incansablemente. Paso a paso los que vivimos en este rincón del mundo, seguimos nuestro camino individual, que se cruza sin cesar con las huellas que han dejado los demás, aunque no tengamos conciencia de que sólo se vuelve real cuando ya no lo podemos volver a pisar. Al ver a este niño caminando indiferente, con la ingrávida ciudad al fondo que placidamente se deja acariciar por un rayo de sol, vuelve uno a recordar el tiempo en el que entonaba los poemas de Antonio Machado cantados por Serrat, y aquel que decía caminante no hay camino … se convierte en una certeza.

Aire sólido (Medellín, Colombia)

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Uno de los momentos más impresionantes para los seguidores de la Guerra de las Galaxias fue la visión de Han Solo atrapado en un bloque de carbonita. Aunque se tuviera la certeza de que sería liberado de alguna manera por sus amigos. En esta ciudad es posible contemplar una imagen parecida aunque con una expresión menos dramática. En una casa donde ya no habita nadie, aunque durante el día sus corredores y habitaciones sean visitados constantemente, se puede ver la imagen de un niño alrededor del cual el aire se solidificó de repente atrapándolo junto con algunas mariposas. Es como si hubiese estado en un lugar al aire libre cuando la composición del aire cambió, tan de repente, que apenas logró cerrar los ojos. Pero lo más inquietante no es que haya quedado detenido en el tiempo y en el espacio, lo que más se debe preguntar la gente es, que había frente a él que fue arrancado con tanta violencia. Acaso tenía algo valioso entre sus manos, o algo que implicaba un peligro para alguien. L

Una foto (Medellín, Colombia)

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La actividad febril en un parque de la ciudad ha sido detenida en el tiempo gracias a una cámara fotográfica. Grupos de personas que tal vez nunca se habían visto acudieron ese día y en ese momento preciso desde lugares cercanos o alejados, desde los barrios de la ciudad y hasta de lejanas tierras, para cumplir la cita que el destino les había fijado en este lugar. Aislados unos de otros por las barreras invisibles que les impiden conocer a los demás, comparten el mismo espacio y se entregan a sus realidades completamente indiferentes a lo que pasa a su alrededor. El único que al parecer todavía siente que fuera de su pequeño entorno hay otro mundo, es el niño que abandona la escena donde se encuentra. Fija su atención en algún acontecimiento exterior, como ese personaje del cuadro de Velásquez, que nos inquieta con la mirada que pasa por encima de nuestro hombro para interesarse por algo invisible a nosotros.

El miedo a la libertad (Medellín, Colombia)

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Un gallo, ducho en encuentros con seres humanos observa con atención el juego de unos niños. Sabe por experiencia que su cercanía no augura nada bueno para su tranquilidad. Desconfía de ellos, conoce sus cambios de humor, sabe de la imposibilidad de predecir sus acciones. Los niños que se entregan al placer de inventar con unos cuantos objetos encontrados al azar, edificios o vehículos, o cualquier cosa que su imaginación les dicte, están tan familiarizados con el gallo que ni siquiera se dan cuenta de su actitud vigilante. Tal vez ya ha sido objeto de su interés y saben de lo difícil que es cogerlo, así esté amarrado. O tal vez han intentado liberarlo, para compartir con él esa sensación de libertad que para ellos es la única forma de vivir; habrán tratado de cortar la cuerda que lo ata y redimir de esa manera a los adultos que todavía encuentran placer en torturar y dañar a los animales sin motivo. Pero hasta ahora han fracasado, no importa cuáles hayan sido sus intenciones: liberar

Decisiones (Medellín, Colombia)

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Seguir o no seguir… He ahí la cuestión. Siempre es difícil aparecer bajo los reflectores por primera o por segunda vez… pero así es la vida, una sucesión de escenas y desfiles para los que no valen ensayos, porque todas las situaciones en las que somos protagonistas siempre son una primera vez.

Caballito... caballito rojo (Medellín, Colombia)

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En un pequeñísimo prado de Manrique descansa solitario un caballito de juguete, y mientras lo hace sueña con las grandes cabalgatas, que siempre acompañan las aventuras más apasionantes, en las que ha participado de las riendas de tantos niños.

Color local (Medellín, Colombia)

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Mientras la ropa de la familia se seca en el balcón, Lucas es sometido a la ignominia de un baño en público. El perro que ha sobrevivido a dos envenenamientos se encoge melindroso con el fin de conmover a su joven amo, pero éste no se deja impresionar con una actuación tan conocida y continua impávido su tarea; no importa que más tarde el perro corra gozoso por toda la calle para secarse y darle rienda suelta a la sensación maravillosa de sacudirse al sol o que después escoja una de esas cinco sillas azules, para echarse a la sombra y desbaratar todos los esfuerzos de su dueño por mantenerlo inmaculado.