Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes durante décadas. Sin embargo sigue siendo un hito en la arquitectura de la ciudad. Uno que marcó un antes y un después en su historia, como si su construcción hace algo más de cincuenta años hubiera definido la mayoría de edad de la ciudad, con las consecuencias, afortunadas o no, que eso trajo para esta bella Villa.
La realidad de Medellín va más allá de la imagen oficial. Queremos mostrar el rostro de una ciudad que parece cambiar cada día. Aunque la arquitectura permaneciera inalterada, la atmósfera, la naturaleza y la gente influirían en su aspecto de manera constante.
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¡Feliz día Colombia! (Medellín, Colombia)
Desde el interior del Museo de Antioquia, y a
través de la reja de la entrada, se puede ver la cúpula del Palacio de la cultura
y detrás el Edificio Coltejer con la bandera de Colombia que ondea en su vértice.
Un lugar en el medio del valle que no ha perdido su calidad de punto de referencia,
a pesar del desarrollo de la ciudad en todas direcciones.
Al menos se puede estar seguro de que hoy el
viento agitará la bandera en lo más alto de la ciudad como lo hace todos los días
del año. Sin embargo, en este día cuando se conmemora el inicio de la independencia
del país serán pocas las casas donde se vea esta bandera. Es como si lo que
representa este símbolo se hubiera reducido a utilizarla para mostrar que se
sigue un equipo de fútbol.
La carga emocional que solían inspirar estos
colores se ha desplazado de un profundo sentimiento nacionalista a una emoción
manipulada por los medios de comunicación y sus intereses comerciales.
De todas maneras feliz día a todos
los colombianos donde quiera que estén, aunque algunos no sepan ya lo que
representa en realidad una bandera.
Banderas a contraluz (Medellín, Colombia)
El hito arquitectónico más importante de El Centro
de la ciudad desde su construcción en los comienzos de la década de los setenta
es tal vez el edificio Coltejer.
En su parte más alta han ondeado ininterrumpidamente
desde que se tenga memoria las banderas del país y del departamento del cual
esta ciudad es capital.
Aunque a su alrededor se ha desarrollado la ciudad a
partir de la segunda mitad del siglo, dicho desarrollo ya no tiene un único eje
en el Valle, pero a pesar de los cambios las banderas siguen ondeando orgullosas
diariamente allí como lo harán en todos los pueblos y ciudades a todo lo largo
y ancho del país en este día tan significativo para nuestra historia.
Entre los árboles (Medellín, Colombia)
A veces uno mira la ciudad desde un lugar nuevo
y siente como si por fin estuviera despidiéndose de ella. O como si regresara
de un viaje muy largo y los sentimientos que le ha imbuido durante el tiempo
que la ha habitado se vigorizaran con una fuerza demoledora al parecer.
De todas formas es inevitable que la ciudad donde
se ha pasado la mayor parte de la vida marque nuestra existencia, y se sienta
como un vuelco, o un tropiezo en el paso inquieto del corazón cuando se la ve
desde un ángulo diferente, novedoso.
Sol de la tarde (Medellín, Colombia)
No era una tarde tan soleada como las que se
suelen ver en la ciudad, sin embargo la luz que se reflejaba en los edificios,
el cielo apenas matizado por girones de nubes y el tráfico pesado de las calles
hacían sentir como si fuera una de esas tardes de verano que a veces nos
agobian en el valle.
Al fondo las infaltables montañas servían de
telón al paisaje urbano al que estamos acostumbrados a ver desde las laderas de
occidente.
Y como siempre el viajero, y hasta el habitante de “toda
la vida” de este valle, comprueban una y otra vez (en una imagen cotidiana) el dinamismo de esta
ciudad perdida, aparentemente, entre las montañas de la cordillera de los Andes
bajo el sol de la tarde y un cielo azul.
Primer plano (Medellín, Colombia)
Desde determinados ángulos hasta los edificios que quedan más cerca al observador se desenfocan a la vista del Centro donde campea, como siempre, el Edificio Coltejer; referencia obligada para aquellos que caminan por entre este grupo de edificaciones destejiendo su historia o también, porque no, para aquellos que apenas empiezan a escribir con cada paso su sistema particular de memorias.
Esos edificios de oficinas y de apartamentos construidos por allá a mediados del siglo pasado y que se apiñaron en un espacio reducido, marcaron la arquitectura de la época, dándole a esta ciudad una imagen moderna y sui géneris aunque sus habitantes todavía se desplazaran a una velocidad más acorde con el reciente pasado campesino.
Hoy, las nuevas construcciones que crecieron de un día para otro, en los últimos diez años, parecen cortinas que quisieran cerrarse sobre el horizonte intentando borrar la imagen de esos viejos edificios, pero El Centro, desde donde se le mire, siempre se roba el primer plano.
El hombre de amarillo (Medellín, Colombia)
Al fondo las líneas sobrias del Edificio Coltejer recuerdan otro tiempo donde hasta la arquitectura estaba en sintonía con las palpitaciones pausadas de la ciudad.
Pero aquí, como en cualquier urbe colombiana, el color ha invadido las calles y se ha pegado a las paredes de manera definitiva, al parecer, como si quisiera reflejar la intensidad de la mayoría de los colombianos en su forma de asumir la vida.
Los tonos vivos de una sombrilla se juntan a las llamadas estentóreas de un vendedor invisible que conmina a la gente a acercarse a su camión y comprar esas frutas tropicales que aquí se ven por todas partes.
Una ciudad como esta se agita al pulso acelerado de sus habitantes y los colores vibran como si quisieran unirse a su ritmo frenético.
Pocos permanecen serenos; tal vez el único que no siente apremio es el hombre de amarillo que aconseja prudencia pero a quien nadie hace caso. Aparece y desaparece en las esquinas, pero su vestido y su calma lo hacen imperceptible a las miradas ansiosas de los transeúntes.
Una ciudad modular (Medellín, Colombia)
La ciudad desde ciertas perspectivas se ve como si fuera uno de esos ejercicios de dibujo, donde las formas geométricas se montan unas sobre otras: una serie de módulos tridimensionales que nada tienen que ver con las habitaciones donde los seres humanos llevan a cabo sus rutinas diarias.
En algunos juegos se imita con módulos la distribución de los edificios. Y las ciudades, a veces, con sus construcciones parecen imitar los juegos modulares donde la ciudad que uno conoce pierde su contexto.
Pero es una mera ilusión, cuando se mira con detenimiento se empiezan a definir las calles por las que uno ha pasado a la sombra de esos edificios.
Si el observador se deja guiar por algunos hitos que han marcado desde hace décadas la ciudad, le será posible reconstruir en su mente los lugares conocidos, los de la escala humana, flanqueados constantemente por las paredes de los edificios.
Junín (Medellín, Colombia)
A la sombra de las palmeras y del edificio Coltejer la gente se pasea por Junín.
No importa de dónde vengan o cuánto tiempo lleven viviendo aquí, tarde o temprano “todo el mundo” llega a Junín para caminar por estas tres cuadras de restaurantes y almacenes, que hacen parte de uno de los recorridos más tradicionales en esta ciudad.
A veces, para quienes vivimos aquí, este recorrido se vuelve tan cotidiano que las vitrinas y los edificios y hasta la gente dejan de mirarse con el asombro de la primera vez, pero siempre, aunque uno pase por allí muchas veces, la magia de esta calle emblemática permanece. Es como si durante las muchas décadas que la gente ha caminado por allí, hubiese impregnado esta calle de esa magia que tienen los lugares donde las personas de todas partes sienten que algo de ellas se les queda o como si inconscientemente dejaran algo de si a propósito para tener la disculpa de volver.
Junín es uno de esos sitios que tienen todas las ciudades donde nadie se siente ajeno a la tierra que pisa, uno de esos lugares que aunque resulten extraños o exóticos para algunos, no dejan de hacer sentir a los visitantes que, de alguna manera, también les pertenece.
Los caminos de la soledad (Medellín, Colombia)
Si tenemos en cuenta que este lugar está ubicado en el corazón de la ciudad, alrededor del cual pasan diariamente miles de personas, habrá que estar de acuerdo en que esta es una imagen inquietante por decir lo menos. Es como si esas escalas condujeran a las zonas secretas que se dice permanecen inexploradas en las entrañas de grandes ciudades.
Aunque no siempre fue así, hubo un tiempo en que podían verse llenas de gente, cuando en este edificio los teatros proyectaban las películas del momento y convocaban a diario a los amantes del cine. Ahora esos espacios estarán abandonados para que el tiempo realice su trabajo transformador o se habrán dedicado a oficinas donde se gestionan asuntos tan importantes que apenas algunos enterados sabrán de qué se trata.
Claro que, como todo aficionado a la fantasía, prefiero pensar que estas escalas por donde ya nadie pasa, pertenecen al camino de quienes deciden dejar el mundo para zambullirse en esas otras dimensiones paralelas que coexisten con nuestro universo… o algo por el estilo.
Una composición inesperada (Medellín, Colombia)
Pocas capitales en el mundo han sido planeadas sobre el papel para luego construirlas de acuerdo a la visión de uno o de varios imaginadores sibilinos, que quisieron prever todos los ámbitos de las actividades que el ser humano desarrolla en las ciudades.
No, casi todas las ciudades crecen a su aire, a veces con cierta armonía que obedece tanto a causas económicas como a las características de la idiosincrasia de sus habitantes. En otros casos crecen de manera caótica y aparentemente incoherente como las selvas o los bosques.
Esta ciudad es una de esas que ha crecido con algunas pautas arquitectónicas o urbanísticas que han influido en la forma como se ha desarrollado, pero que no han logrado imprimirle un estilo muy definido. Tal vez a causa de esa circunstancia es que uno puede encontrarse de súbito, en cualquier lugar, con una composición como ésta donde diferentes construcciones se combinaron para formar una excelente imagen.
Entre líneas de concreto (Medellín, Colombia)
Estas columnas exteriores han llegado a ser una de las características más sobresalientes del Edificio Coltejer.
De la misma manera que por entre los templos y edificios del antiguo Egipto se pasean los turistas y los egiptólogos, enfatizando con su tamaño la magnificencia de las construcciones hechas hace milenios, así mismo, guardando las proporciones, se pasean los habitantes de esta ciudad, por entre las columnas y pasajes interiores de este edificio.
Se viene a la mente la imagen de esos corales y peces diminutos que convierten las ciudades o los barcos hundidos en nuevos santuarios de vida marina. Como este hombre que impasible se entrega a sus preocupaciones cotidianas hablando por su teléfono celular, indiferente a la pequeñez de su humanidad comparada con las columnas que están a su lado.
La cercanía convierte hasta la creación más maravillosa en un objeto cotidiano, al que con el tiempo se deja de observar: cuando deja de ser una novedad y pasa a ser parte de esa realidad inamovible que nos rodea. Es por eso que este hombre no se ha dado cuenta que está llevando a cabo una conversación entre líneas… de concreto.
La cara expuesta (Medellín, Colombia)
La ciudad se mira a sí misma en esta exposición de fotografías donde algunas de las facetas de la gente, que la convierten en un lugar sui géneris, han sido capturadas por el objetivo de una cámara fotográfica.
Muchos de los que pasan por aquí apenas le echan una ojeada a las fotos que les muestran una realidad que creen conocer a fondo. Esa puede ser la razón de su indiferencia. Otros se quedan durante largo rato mirando las imágenes y leyendo los textos que las acompañan. Tal vez sienten curiosidad por saber cómo son esos puntos de vista distintos que se desarrollan sobre el lugar que habitan. Qué aspectos de lo que sucede en la ciudad han sido escogidos para enfatizarse por medio de una foto.
Al fondo la gente pasa haciendo caso omiso, como casi siempre, a esas manifestaciones silenciosas que detienen en el tiempo aquello que somos y que nos sentimos tan reacios a constatar.
El Centro (Medellín, Colombia)
Hace mucho tiempo El Centro, donde convergían todas las actividades importantes de la ciudad, se fragmentó en varios núcleos que se desplazaron a otros espacios de la capital.
Antes, cuando esta urbe era en realidad una villa, la gente encontraba en El Centro todos los sitios que podían tener relevancia para su vida. Ahora, sin importar desde cuál ángulo se observe, uno no deja de pensar en él como en una reliquia arqueológica, que tiene un espacio privilegiado en la memoria de quienes recorrieron las pocas calles que lo conformaban, en la búsqueda ciega que toda ciudad alienta en sus habitantes.
Este conjunto de calles y edificios todavía conserva su imponencia, así se le observe desde una terraza de uno de esos mismos edificios y la mirada se estire hasta el fondo, para perderse en las montañas azules que rodean el valle y que siempre se tendrán en cuenta cuando se trate de esta ciudad.
Una aguja en la ciudad (Medellín, Colombia)
Si encontrar una aguja en un pajar es difícil, hallar una en el centro de esta ciudad es la tarea más sencilla de todas. Basta levantar la mirada para encontrarse con este edificio, que parece una aguja, apuntando siempre al cielo.
No se sabe si la intención que tenían los arquitectos al definir su diseño, era crear una aguja que hiciera referencia a la vocación textil de la ciudad o si la imaginería popular estableció esa similitud, dejándose llevar por la apariencia de su silueta: Una imagen que se combina constantemente con todas las perspectivas de la ciudad y que siempre ha servido, desde 1972, como punto de referencia tanto para los habitantes de la “Bella Villa” como para quienes la visitan.
Desde la ventana (Medellín, Colombia)
Enredada en la ventana de una casa en Buenos Aires languidece una planta. Quizá la vista de la ciudad sea su única razón para aferrarse a la vida.
Apacible panorámica (Medellín, Colombia)
La más enrejada (Medellín, Colombia)
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