No era una tarde tan soleada como las que se
suelen ver en la ciudad, sin embargo la luz que se reflejaba en los edificios,
el cielo apenas matizado por girones de nubes y el tráfico pesado de las calles
hacían sentir como si fuera una de esas tardes de verano que a veces nos
agobian en el valle.
Al fondo las infaltables montañas servían de
telón al paisaje urbano al que estamos acostumbrados a ver desde las laderas de
occidente.
Y como siempre el viajero, y hasta el habitante de “toda
la vida” de este valle, comprueban una y otra vez (en una imagen cotidiana) el dinamismo de esta
ciudad perdida, aparentemente, entre las montañas de la cordillera de los Andes
bajo el sol de la tarde y un cielo azul.
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