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Los fantasmas del balcón (Medellín, Colombia)

Las teorías y las historias que se han escrito a lo largo del tiempo sobre fantasmas tienen un elemento en común: el lugar donde aparecen. Donde la gente asegura haberlos visto, es un lugar viejo, lleno de tradición que ha sido habitado por numerosas generaciones. Sin embargo en este edificio, construido recientemente, se perfilan en la ventana de un balcón siluetas de mujeres vestidas como solían hacerlo en otras épocas; hace tanto tiempo que ya no queda nadie vivo que las recuerde.
Deben ser los espectros de gente que vivió en la casa que fue demolida para construir el nuevo edificio.
Por alguna razón estas entidades en particular prefieren las alturas a la atmósfera cercana a la tierra donde tuvieron que permanecer antes de que la vieja casa desapareciera.
Claro que también caben explicaciones más prosaicas, menos románticas. Como una que se esbozó, a la ligera, en una conversación sobre este tema. Alguien afirmó que las siluetas percibidas a través del vidrio debían pertenecer a unos maniquíes. Con toda seguridad en este lugar debía vivir una diseñadora o una costurera que haría vestidos para quinceañeras.
Sobra decir que la primera versión es más seductora que la segunda, aunque se llegue a comprobar que es ésta y no la otra la verdadera.

Los fantasmas de la casa (Medellín, Colombia)

Dicen que todas las casas viejas tienen como mínimo un fantasma que se mueve furtivamente en las noches por salones y corredores, dejándose ver sólo por aquellos privilegiados que tienen la sensibilidad para percibir las entidades de otros mundos que visitan esta realidad, a veces tan parca en acontecimientos extraordinarios.
Pero en esta casa si uno se deja llevar por la fantasía, y le pone un poco de imaginación a las figuras que se advierten por los cristales de puertas y ventanas, no es difícil ver siluetas que tienen todo el aspecto de los aparecidos; aunque sean vistos a plena luz del día y la gente asegure que simplemente era “alguno que pasaba”; así afirmen que son los cristales coloreados los que convierten un suceso común y corriente en una manifestación del más allá.
Aunque uno se pregunta si los verdaderos fantasmas no se aprovecharan de esos colores de las ventanas, de esos vidrios irregulares que distorsionan la visión para disfrazar su existencia y así asegurarse de que los dejen en paz. Convierten la lógica de las explicaciones, con las que la gente tranquiliza el espíritu, en su aliada mientras ellos se entregan a su pasatiempo preferido: intentar por todos los medios revivir el pasado.

Medellín en blanco y negro