Feria de las flores, Medellín 2023
La realidad de Medellín va más allá de la imagen oficial. Queremos mostrar el rostro de una ciudad que parece cambiar cada día. Aunque la arquitectura permaneciera inalterada, la atmósfera, la naturaleza y la gente influirían en su aspecto de manera constante.
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Palabras, palabras (Medellín, Colombia)
Esos elementos con los que armamos nuestro pensamiento son palabras que expresan, definen, simplifican, marcan, acogen, dicen, denuncian, formulan, enumeran, opinan, ratifican, articulan, recalcan, tratan, emiten, profieren, aclaran, producen, explican, prorrumpen, protestan, declaran, manifiestan, exponen, encubren, proclaman, muestran, exteriorizan, participan, significan, denotan, reflejan, representan, reproducen, afirman, testifican, atestiguan, repiten, certifican, deponen, garantizan, confirman, analizan, asienten, enuncian, insinúan, indican, observan, señalan, sugieren, establecen, connotan, citan, nombran, estudian, alegan, recuerdan, precisan, concretan, aseveran, subrayan, acentúan, mienten, reiteran, simbolizan, comunican... y trazan nuestro camino.
Soledad II (Medellín, Colombia)
Las ciudades modernas, que por antonomasia se han
convertido en los paradigmas de la soledad, se han visto invadidas en los
últimos años por escenas como ésta: multitud de personas perdidas en la imagen
hipnótica de un celular. ¿Qué sucede allí que atrapa la atención de millones de
seres humanos? ¿Acaso es la promesa de no estar solo lo que lleva a cada uno de
ellos a perderse en las múltiples posibilidades de compañía, aunque sea
ficticia, que se les ofrece por este medio?
Un buen lector (Medellín, Colombia)
Este hombre que descansa después de una jornada de
trabajo o que espera el próximo encargo, vuelve a dejarse envolver por la magia
de una de las 2600 novelas de vaqueros, o del oeste, que entregó a la imprenta Marcial
Lafuente Estefanía y que todavía encuentran lectores que se emocionen con las
intrigas o los duelos a pistola en saloons o en calles polvorientas y desoladas
de un pueblo del Oeste.
Acostado en su carretilla y alejado del ruido que
produce la ciudad revivirá, mientras lee, su juventud; cuando estos libros se
alquilaban en las “revisterías” colgados de unas cuerdas, acompañados por las
aventuras de Supermán o el Santo entre otros muchos héroes y superhéroes. O
quizá no, es posible que apenas haya entrado en conocimiento con esta literatura
fácil pero que cumple con uno de los mandatos que muchos autores se impusieron
a la hora de escribir: entretener sobre todas las cosas.
Hoy
esos libritos que sobreviven milagrosamente al deterioro que amenaza a
cualquier papel, y sobre todo al de estas ediciones de bolsillo que en su
momento se publicaban para el consumo inmediato, no para perdurar, se encuentran
en uno o dos puestos de segunda en la carrera Bolívar y sirven de alimento
literario a lectores tan consagrados como éste.
El silencio de las campanas (Medellín, Colombia)
Hubo un tiempo en que las campanas anunciaban
celebraciones o desastres. Un tiempo en el que su canto convocaba. Un tiempo en
el que en el tañer de los bronces se podía identificar la alegría, la tristeza o
la solemnidad; y en su doblar la muerte.
Hoy, en esta ciudad, las campanas han cedido su voz
a los parlantes. Sólo queda de ellas una imagen quieta en lo alto de algunas
iglesias. Un recuerdo detenido en la memoria de quienes hasta las identificaron
por su timbre.
Hoy la gente pasa frente a los templos, donde permanecen inmóviles y en silencio como una huella de una época casi olvidada, sin percatarse
de que tal vez en su corta vida nunca han oído su sonido claro y distinto.
Sin
arrebatos. Sin echarse al vuelo, las campanas se adentraron suavemente en el
pasado.
Una escena dominical
Bajo la tutela de una escultura alusiva a los
legendarios silleteros se desarrolla una escena que, con algunas variantes,
debe repetirse todos los domingos en este pequeño parque. Las infaltables
comadres se ponen al día mientras un sol parco les permite, como a los
compradores de baratijas, regodearse con el buen clima en una zona de la ciudad
generalmente fría. Artesanos de todas las condiciones ofrecen sus mercancías
mientras alrededor de la placita la gente que recién sale de misa se dirige a
sus casas o a los restaurantes aledaños y personajes de trazas diferentes van y
vienen dando un color especial al lugar.
Un
domingo apacible en un corregimiento de la ciudad que cada vez se convierte en
destino de turistas locales y hasta foráneos. Quizá porque la tranquilidad se
ha vuelto un lujo en una ciudad donde el ruido y la velocidad dominan la
cotidianidad de todo el mundo.
Seguridad (Medellín,Colombia)
En esta ciudad que históricamente se ha dedicado al
comercio se vende y se compra de todo. Hasta la basura se ha convertido en un
negocio, alimentado por los recicladores que recorren las calles de la ciudad
recogiendo y comprando, a veces, por precios irrisorios cosas que ya no sirven.
Ha alcanzado tal magnitud que ya necesita ser vigilado por cámaras de vídeo
como los grandes centros comerciales.
La corriente inagotable de basura que produce
nuestro tiempo termina en lugares como éste donde se vende o se cambia por
objetos igualmente desechados. Y aunque parezca improbable son muchos los que
caminan por este laberinto con la mirada atenta, prestos a rescatar algún
objeto que satisfaga alguna necesidad y por qué no hasta un anhelo largamente
acariciado.
Los curiosos, los posibles clientes, transitan por
allí con la seguridad de que mientras permanezcan en esta zona serán observados
atentamente; aunque eso no les garantice que saldrán indemnes de un lugar que
se rige por otras leyes.
Luz de agosto (Medellín, Colombia)
Como en todas las grandes ciudades del mundo
hay aquí lugares como éste donde la naturaleza brinda refugio a quienes sienten
la necesidad del aislamiento para dedicarse a la difícil tarea de la introspección.
Aunque la profusión
de artilugios que ofrece la tecnología parece aislar cada vez más a las
personas, pocos sucedáneos sirven de reemplazo a un parque cuando la soledad se
hace necesaria.
Una pausa (Medellín, Colombia)
Empiezan a verse con frecuencia en esta ciudad
los paseadores de perros que ejercen sus habilidades para limar asperezas y satisfacer
el ansia de la calle que aqueja a la mayoría de los perros. A falta de tiempo sus
dueños han optado por permitir que sus mascotas recuperen el instinto gregario
y salgan en pequeñas manadas, no ya para cazar animales sino para cazar
novedades.
Cualquier disculpa
es buena cuando se trata de romper la rutina. Diariamente recorren las mismas calles
en la misma compañía. Ya se conocen y no causan mayores problemas a quien los
conduce. Pero no deja de ser bienvenida cualquier alteración. Un momento de descanso
para el cuerpo aunque la curiosidad no cesa.
Expresiones (Medellín, Colombia)
Un estudio de las expresiones humanas puede
verse de manera patente en los rostros de los niños.
En cualquier actividad que los reúna nada les impide
soltarse y demostrar las emociones que los mueven en determinado momento.
Es como si el entorno,
el espacio donde viven, estuviera siempre en segundo plano.
Entre sombras (Medellín, Colombia)
No sabemos cuándo nos vamos a transformar en un
elemento más de las múltiples escenas que se suceden continuamente en la ciudad;
justo frente a los ojos de quienes quieran observarla con detenimiento.
Hasta una simple caminata por una plaza puede
convertir a un transeúnte común y corriente en el elemento que contrasta en una
fotografía.
El paso del tiempo (Medellín, Colombia)
Una réplica del antiguo tranvía de Medellín
sirve de atrezzo, de decoración, a una escena que se ve con bastante frecuencia
en este parque: el paso lento, cansado de una persona que ya ha visto mucho,
tal vez demasiado. Quizá se sorprenda de toda la publicidad con que se ha
rodeado la puesta en marcha del nuevo tranvía de Medellín. Tal vez jamás haya
visto un tranvía porque está recién llegada a la ciudad como tantos que apenas
empiezan a trasegar como seres anónimos por estas calles. O porque no, recuerde
sus años de niña viajando en el tranvía en una de sus pocas visitas al Centro.
Por otra parte hoy,
cuando esta mujer y muchos como ella, pasan sin ver el símbolo de lo que se
plantea como la nueva ciudad, muestra sin enterarse la simbiosis que se da
en todas las ciudades del mundo entre el pasado y el presente. Mezcla que no
siempre se hace con la sabiduría necesaria para que la ciudad sea un lugar a
escala humana y no una aglomeración de edificaciones sin una verdadera relación
con sus habitantes.
La danza de los millones (Medellín, Colombia)
Se ha dicho siempre que los colombianos se dejan
seducir con facilidad por los juegos de azar. Debe ser cierto si juzgamos esta
aseveración por el número de loterías que diariamente incitan a la gente para
que pruebe su suerte ofreciendo millones.
Sin contar con las rifas domésticas que se
hacen en los barrios, en los colegios y hasta en las iglesias de la mayoría de
las confesiones religiosas, pues al parecer no todas permiten a sus fieles dejarse
llevar por los apremios de la situación económica para tentar el azar.
Pero no se necesita
ser aficionado a invertir dinero en una esperanza azarosa para saber que estas
mesas donde los loteros exhiben sus promesas en pedacitos multicolores están siempre allí esperando, a un lado de la Iglesia de la Candelaria y en otros
puntos de la ciudad, a que la ilusión nos nuble los sentidos. Casi nunca se ven,
sólo aparecen cuando las necesitamos.
La estridencia del color (Medellín, Colombia)
Si
uno fuera a definir El centro de la ciudad debería apelar a los términos de la
pintura, pues este lugar está marcado por el colorido. Desde los tonos artificiales
de las ropas y de los carteles publicitarios hasta los colores de las frutas.
Pero
en este lugar es tal la aglomeración de gente y de objetos que la primera
palabra que se viene a la mente es estridencia, tal vez por ser la más pertinente
a la hora de describir este lugar, pues alude no sólo a la cantidad de ruidos
sino también a esa mezcolanza de colores que ataca la vista si se le mira con atención.
Quizá a este centro no
se le pueda comparar con las calles hacinadas de Mombay o con los mercados
flotantes de algunos países de la vieja Indochina, pero para nosotros que la
padecemos esta disonancia visual y auditiva es lo suficientemente amenazadora como para considerarla estridente.
Justo en el medio (Medellín, Colombia)
Parece
un día de fiesta. Pero no es así, es un día cualquiera en el Parque Berrío,
donde se ubica el corazón de la ciudad según los cronistas que se han ocupado y
se ocupan de hablar de esta Bella Villa.
Hoy, como
cada día, se reúnen en esta pequeña plaza, a la que de manera hiperbólica
llamamos parque, gente de todas las condiciones, procedencias y actividades para conformar
una muestra representativa de las idiosincrasias que
le dan a este país su particular manera de ser.
Y en medio de este revoltijo
de gente y de coloridas sombrillas la imperturbable estatua que no puede faltar
en ningún “parque” colombiano; en este caso la del personaje que le da nombre:
Pedro Justo Berrío, uno de los hombres más importantes para Antioquia, promotor
de muchas obras que le dieron impulso a esta región en el siglo XIX, incluyendo
la educación, tan de capa caída en estos tiempos de malas administraciones.
Una caminata por Carabobo (Medellín, Colombia)
Si
alguien quiere tomarle el pulso a la ciudad o más específicamente a El Centro,
no tiene más que caminar por Carabobo, una de esas calles que fueron trazadas
en los comienzos de la ciudad y que al parecer desde sus inicios ha tenido
siempre la vocación de atraer a comerciantes, y compradores por supuesto, que dicho
sea de paso pululan en este valle.
Dependiendo de lo
que quiera encontrarse el observador, puede recorrer esta calle a diferentes
horas del día. En las mañanas se puede caminar con cierta tranquilidad o hasta
sentarse en una silla a mirar pasar la vida. Pero en las tardes es difícil pasar
por aquí con calma. Es como si el desasosiego se apoderara de toda la
gente que permanece o que transita por la famosa carrera Carabobo.
Mira que cosa más linda, más llena de gracia (Medellín, Colombia)
Así
es esta ciudad, en el lugar menos pensado aparece de la nada una comparsa de música
y bailarines para desbaratar la frágil tranquilidad de sus habitantes.
No
hay necesidad siquiera de conocer el motivo para una descarga de energía como ésta;
puede ser cualquiera.
Lo que importa es
la belleza que le pone un ingrediente de emoción a las tareas de todos los días.
Mediodía en Junín (Medellín, Colombia)
El
sol del mediodía ilumina la famosa carrera Junín por donde pasan a diario miles
de personas, que sin saberlo contribuyen a dar ese color tan particular a esta
vía.
Cualquiera que
visite la ciudad se llevará entre su paquete de recuerdos la caminata bajo las palmeras
o la imagen de los puestos de flores que desde hace muchos años forman parte de
un lugar tan imprescindible para definir la singularidad de esta urbe.
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