En esta ciudad que históricamente se ha dedicado al
comercio se vende y se compra de todo. Hasta la basura se ha convertido en un
negocio, alimentado por los recicladores que recorren las calles de la ciudad
recogiendo y comprando, a veces, por precios irrisorios cosas que ya no sirven.
Ha alcanzado tal magnitud que ya necesita ser vigilado por cámaras de vídeo
como los grandes centros comerciales.
La corriente inagotable de basura que produce
nuestro tiempo termina en lugares como éste donde se vende o se cambia por
objetos igualmente desechados. Y aunque parezca improbable son muchos los que
caminan por este laberinto con la mirada atenta, prestos a rescatar algún
objeto que satisfaga alguna necesidad y por qué no hasta un anhelo largamente
acariciado.
Los curiosos, los posibles clientes, transitan por
allí con la seguridad de que mientras permanezcan en esta zona serán observados
atentamente; aunque eso no les garantice que saldrán indemnes de un lugar que
se rige por otras leyes.
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