Algo
tiene la lluvia que transforma las imágenes corrientes en escenas cargadas de
simbolismo. El rojo de unas sillas y una mesa de plástico combinado con el gris
del piso mojado y el verde de la vegetación hace pensar al observador en un
fotograma de una vieja película donde los protagonistas acaban de separarse
para siempre. Quizá se deba a la melancolía que evoca la lluvia que medio se adivina
o al abandono de los muebles a la intemperie en un lugar solitario y silencioso
mientras la ciudad sigue agitada a su alrededor y el frío cubre todas las
superficies.
La realidad de Medellín va más allá de la imagen oficial. Queremos mostrar el rostro de una ciudad que parece cambiar cada día. Aunque la arquitectura permaneciera inalterada, la atmósfera, la naturaleza y la gente influirían en su aspecto de manera constante.
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El canto silencioso de las quebradas (Medellín,Colombia)
Entre
los muchos cambios que ha sufrido esta ciudad, desde que se internó por los
caminos del progreso, está el de la desaparición bajo tierra de la mayoría de
las quebradas que trazaban sus líneas caprichosas en todas las montañas que rodean
el Valle de Aburrá.
Algunas, como ésta,
se sustrajeron a ese destino, pero perdieron la voz cuando fueron canalizadas. Su
curso irregular fue trazado con arreglo a necesidades urbanísticas y las
piedras e irregularidades del terreno que producían un sonido cantarín en los días
soleados, o amenazador en las épocas de invierno desaparecieron, dando paso a un
susurro tan leve que el ruido de la ciudad no deja percibir.
Una caja misteriosa (Medellín, Colombia)
Desde los confines de la historia las cajas,
que varían de volumen y materiales según las necesidades de quien las vaya a utilizar,
han adquirido en ciertas ocasiones un halo de misterio, sobre todo cuando se
las encuentra en lugares desusados o cuando abrirlas se presenta como un
problema difícil de resolver.
Es el caso de ésta caja que sorprende a quienes
visitan por estos días el Jardín Botánico de la ciudad suscitando toda clase de
hipótesis.
Permanece allí al sol y al agua, flotando imperturbable
mientras la vegetación trata de formar en torno a ella un círculo protector y la
gente se hace preguntas, mientras pasea alrededor del lago.
Un lugar para el tesoro (Medellín, Colombia)
Si la vegetación algún día decidiera recuperar todo el terreno que ha perdido frente al prurito humano de construir, tal vez uno de esos edificios que se han cuidado con tanto celo en esta ciudad, podría verse así a través de los claros que dejarían las hojas.
Sería como la escena de una de esas películas donde el náufrago o cualquier viajero después de interminables jornadas de vagar sin rumbo, descubre al fin un vestigio de civilización.
Uno de esos parajes remotos y exóticos, descritos en las viejas novelas de aventuras, donde se encuentra el tesoro por tanto tiempo perseguido, o al menos el lugar donde se halla la pista definitiva para localizarlo.
Realmente nunca se sabe donde están las sorpresas para quienes van por la vida en busca de emociones, así jamás se muevan de la propia ciudad. Quizá uno de esos aventureros descubra en este lugar un tesoro o la pista para descubrirlo, que nadie más ha sido capaz de ver, antes de que la naturaleza comience su verdadera labor de reconquista.
Santuario (Medellín, Colombia)

En medio de calles, contaminación y edificios el visitante de este sitio tiene la posibilidad de sentirse en uno de esos lugares donde la luz, el agua y las plantas infunden la reverencia que sólo inspiran los santuarios.
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