Algo
tiene la lluvia que transforma las imágenes corrientes en escenas cargadas de
simbolismo. El rojo de unas sillas y una mesa de plástico combinado con el gris
del piso mojado y el verde de la vegetación hace pensar al observador en un
fotograma de una vieja película donde los protagonistas acaban de separarse
para siempre. Quizá se deba a la melancolía que evoca la lluvia que medio se adivina
o al abandono de los muebles a la intemperie en un lugar solitario y silencioso
mientras la ciudad sigue agitada a su alrededor y el frío cubre todas las
superficies.
La realidad de Medellín va más allá de la imagen oficial. Queremos mostrar el rostro de una ciudad que parece cambiar cada día. Aunque la arquitectura permaneciera inalterada, la atmósfera, la naturaleza y la gente influirían en su aspecto de manera constante.
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Vistas (Medellín, Colombia)
Esta es una ciudad que no se ve completamente
desde ningún punto de su geografía. Construida en un valle sinuoso y estrecho siempre
tendrá lugares que se escapen a nuestra mirada.
Sin embargo hay dos sectores de la ciudad que
se han mirado desde antes de que existiera algún asentamiento en este valle: Oriente
y occidente se contemplan desde las laderas observando sus diferencias geográficas.
Pero las construcciones que lentamente han invadido las pendientes del norte de
la ciudad se han encargado de borrar las diferencias pintando de un ocre uniforme
las laderas que otrora ostentaban un sinnúmero de tonalidades verdes.
Un urbanismo descontrolado
ha llevado a la invasión de unas montañas que en ocasiones ofrecen poca
seguridad a sus habitantes; aunque para quienes habitan estos barrios vivir en las
alturas quizá tenga el atractivo insuperable de ver una parte alejada de la ciudad
desde las calles y las terrazas, así se tenga que pagar el precio de desplazarse
lentamente por esas cuestas empinadas que exigen un buen estado físico y un sinnúmero
de descansos al desplazarse por ellas.
Paisajes urbanos (Medellín, Colombia)
Cualquier ciudad en este siglo tiene la obligación
de combinar sabiamente el concreto y el asfalto con la naturaleza.
Una de las ventajas de vivir en la zona
tropical de este planeta es que no se tienen que hacer grandes esfuerzos para
que árboles y plantas crezcan en cualquier parte.
Aunque no se puede negar que en nuestro país
hay zonas que se acercan peligrosamente a la categoría de desiertos, esta ciudad
es de las que se puede dar el lujo de no tener límites en cuanto a las áreas urbanas
donde pueden crecer casi cualquier tipo de plantas.
Infortunadamente hay
lugares donde las zonas cubiertas por el cemento se amplían de manera continua, especialmente
en los barrios donde los jardines van desapareciendo sin que la gente se
percate de la falta que hacen, hoy más que nunca, los paisajes urbanos donde
predomine el color verde.
Lucha por la tierra (Medellín, Colombia)
Las
plantas que surgen casi espontáneamente en cualquier lugar de esta ciudad, sin que
nadie las cuide aparentemente, amenazan siempre con tomarse los lugares que el
ser humano ha reclamado para sí.
Entre estas
montañas la vegetación libra una batalla constante con el fin de apoderarse de
nuevo de lo que le ha sido quitado. Y en no pocas ocasiones parece que logrará
su objetivo.
Como libélulas (Medellín, Colombia)
Las calles
y avenidas de esta ciudad, sobre todo las de los viejos barrios como Prado, en
el centro oriente, están sombreadas por árboles de diferentes especies, entre
los que destaca el carbonero, que ha acompañado los paseos de los medellinenses
desde los inicios de la vida en esta Villa.
Rara
vez se tiene la oportunidad de ver la copa de estos árboles desde otra
perspectiva que no sea la del transeúnte y es por eso que se convierte en toda
una sorpresa ver la cantidad de vainas que producen y como resaltan contra el verde
oscuro del follaje. En un primer momento uno hasta se confunde y cree que son
libélulas.
Tramas y texturas (Medellín, Colombia)
La combinación de tramas y texturas es uno de
los pilares de los diferentes tipos de diseño, a veces es el resultado de una
detallada aplicación de la geometría y las matemáticas pero en la mayoría de
los casos tiene su origen en la observación de la naturaleza.
En este caso se combinaron en esta imagen la
trama formada por las ramas de un árbol con la trama de una figura decorativa tejida
en hilo.
Un interesante contraste de tramas, colores y
texturas que tal vez llegue a inspirar las creaciones de algún diseñador.
Tomates de San Antonio (Medellín, Colombia)
Unos tomates poco conocidos en estos parajes y
traídos de México, cultivados en San Antonio de Prado (un corregimiento cercano
a la ciudad), crean esta composición de verdes que atrae al ojo del observador por
la intensidad de su color y la particularidad de su forma.
Se venden en esos mercados de la calle que se
encuentran a diario en la ciudad. Aunque los domingos en particular se les puede
hallar en uno de los Mercados Campesinos que aparecen en cualquier
parque, calle o plazuela, como el del Poblado donde unos cultivadores se reúnen
semanalmente para atraer a los consumidores con productos cuyo aspecto no está
reglamentado por las exigencias de las cadenas de supermercados o el gusto deformado
de sus clientes.
Hojas, flores y agua (Medellín, Colombia)
Saber mirar es el consejo que siempre dan los
profesores de las facultades de arte o las academias de diseño.
La realidad cotidiana está llena con los ejemplos
de la belleza que se puede encontrar en los lugares que vemos todos los días y
a los cuales dirigimos nuestros ojos de manera automática, sin ver.
De pronto se forman enfrente nuestro unos
cuadros que parecen obedecer a un plan preconcebido pero que son el producto de
la casualidad o del azar.
Las hojas grandes y siempre verdes combinadas con unas
sencillas flores (empinadas para poder ver más allá), necesitaban las
salpicaduras del agua para conformar esta imagen fotográfica.
Diseño minimalista (Medellín, Colombia)
Una pequeñísima flor es el ejemplo perfecto de
que en la naturaleza pueden prosperar muchas formas de vida independientemente
de su tamaño.
En una ciudad donde la gente está acostumbrada
a convivir cotidianamente con la exuberancia de bromelias, heliconias u orquídeas
se pueden encontrar flores como ésta que además de sus reducidas dimensiones
ofrecen al mundo la simpleza de su escueto y sin embargo impactante diseño; no
sólo por la forma de los pétalos sino también por su esplendoroso color
amarillo.
Por la combinación del amarillo de la flor con el
verde de las hojas de esta planta, podría pensarse en una composición hecha adrede para atraer
la atención de algún observador minucioso o de alguna especie particular de
insecto.
El helecho de los abanicos (Medellín, Colombia)
El helecho, como todas las plantas adopta
infinidad de formas, pero es en el trópico donde se ven sus manifestaciones más
interesantes; desde el punto de vista del diseño sorprende cada vez que se las
observa detenidamente.
Este helecho parece haber inspirado, al menos
en estos lugares, a ese elemento tan conocido y tan útil antes de la invención
de los ventiladores: el abanico.
Se le ve aparecer (no necesita que nadie lo
siembre) por debajo de algunas plantas en patios y jardines y embellece los
lugares donde se da con su forma delicada y la combinación pálida del sin fin
de verdes que expone en sus hojas.
Por el camino verde (Medellín, Colombia)
En la literatura y en el cine, incluso en la
fotografía los árboles se han identificado con el proceso de crecimiento por el
que pasan todos los seres vivos. Pero también, si le creemos a la famosa canción
podría decirse que un árbol es un camino que representa para muchos la ruta que
nos lleva al lugar de los recuerdos, y tal vez por eso para muchos la imagen del
musgo que cubre los troncos sea un motivo para sumergirse en la memoria.
Por la superficie de los árboles pasan, durante su
existencia, infinidad de pequeñas criaturas para las que tal vez la capa
vegetal que crece en sus troncos sea también un camino hacia el recuerdo o
hacia el crecimiento.
Follaje (Medellín, Colombia)
Imágenes como esta son
comunes en la ciudad; aunque no abundan como debieran no son extrañas de ver para quienes
vivimos en este rincón del planeta. Ojalá que cada vez sean más los lugares
donde la naturaleza crezca con tanta fuerza y la construcción de edificios,
casas, centros comerciales y demás obras humanas se vean equilibradas por estos
macizos de follaje que producen oxígeno sin descanso.
Pocos conocemos los nombres de estas plantas
pero las denominaciones son lo de menos, lo importante en realidad es su
belleza y la función que cumplen.
Una reunión de hongos (Medellín, Colombia)
Tal vez pudimos
contemplar un grupo de hongos antes de entrar a un lugar desconocido para
realizar su reunión de hongos anual; debe realizarse, porqué no, cada año a principios
de diciembre. La de este año se celebraría en un pequeñísimo bosque de la
ciudad al lado de una quebrada.
Y como a la mayoría de
las personas se nos olvida observar esos nichos verdes que salpican la ciudad no
podemos ver los eventos que como éste vienen realizando desde tiempos
inmemoriales.
No importa que cada vez haya más
construcciones y más gente. Estos pequeños seres se las ingenian para permanecer en
sus territorios, aprovechando la falta de capacidad de observación que tenemos
los seres humanos para darnos cuenta de las expresiones pequeñas de la vida.
El aire de la mañana (Medellín, Colombia)
Hay en la ciudad lugares
como este donde el color verde de los árboles da un toque de tranquilidad. Se
congratula uno al percibir que todavía las mañanas pueden transmitir ese aire apacible
de la luz, cuando el sol ya hace rato que salió a calentar la atmósfera sin alcanzar
a volver pesado el ambiente citadino.
Los árboles se extienden creando manchas de
sombra y el cielo azul se ve alterado sólo por la huella que dejó un avión en
su viaje a lo desconocido.
Los aguacates de la esquina (Medellín, Colombia)
En una esquina de la
ciudad, frente a una de las estaciones del Metro, un pequeño mostrador seduce a
los que pasan con la belleza de estos aguacates.
A uno se le hace agua la
boca pensando en el sabor que le espera cuando parta una de estas frutas
maravillosas y de un bocado paladee su peculiar textura.
Nada como este manjar
para acompañar unos fríjoles con hogao o un mondongo o aunque sea un delicioso sancocho
de cola.
Y es que así sea sola esta fruta se ha ganado el
derecho de aparecer como uno de los manjares principales en la mesa de cualquier
casa de este país con su sabor discreto pero inconfundible.
Plataforma de despegue (Medellín, Colombia)
En uno de los tantos parques de la ciudad un pájaro espera la señal de salida. Hace rato se encuentra allí, nervioso como todos los pájaros, a la expectativa de que el encargado invisible de dar la señal considere que es el momento adecuado. O a que los insectos que ha estado observando fijamente bajen la guardia para lanzarse sobre ellos.
Claro que si esta ciudad quedara a la orilla del mar estaríamos en un acantilado y el pájaro temblaría de frío y de la excitación que le produciría arrojarse al vacío.
Pero como esta ciudad está confinada entre montañas, esta ave, con nerviosismo y todo, tiene para sobrevolar, desde esta plataforma, un pequeño lago de hierba, aunque de un verde tan intenso que, cuando el sol es muy fuerte, centellea como si fuese agua.
Que pase la luz (Medellín, Colombia)
El balazo o Monstera deliciosa Liebm como le dicen los científicos a esta hermosa trepadora, originaria de Centroamérica, es una de esas plantas que nos ha acompañado siempre a los que hemos vivido toda la vida en esta ciudad.
En cualquier parte encuentra uno esta planta, desde el patio de la casa de la abuela hasta las salas de las casas grandes, pasando por los jardines públicos y privados.
Pero aunque siempre ha estado presente en la ciudad casi nunca se tiene la oportunidad de ver la luz traspasando así una hoja nuevecita de balazo. Es como si además de los agujeros de la hoja, la luz se desbordara e impregnara toda su superficie.
Se imagina uno que en las selvas, de donde debe ser originaria, era una bendición para la naturaleza pequeña estar al cobijo de un balazo, así podían recibir luz a través de sus agujeros pero también a través de esa pantalla en que podía convertirse una hoja cuando recién nacía.
Camino de transición (Medellín, Colombia)
La literatura se ha ocupado bastante de esos caminos de transición, donde los personajes que los recorren sufren tales cambios en su espíritu o en su manera de ver el mundo, que su vida se ve afectada en gran medida.
Así que la realidad, siempre imitando al arte y a la fantasía, nos hace encontrar también en esta ciudad rutas que crean expectativas similares a las que puedan albergar esos personajes literarios. Por allí se camina con la esperanza de encontrar al otro lado, una nueva ciudad tal vez. O al menos un lugar donde se viva la ilusión de que el ajetreo y la agitación citadinos son meras ilusiones.
Una florecita en la espesura (Medellín, Colombia)
El “besito” es una de esas pequeñas flores que aparecen por ahí en cualquier barranco al lado de las carreteras, sin que hayan acabado de llegar las primeras lluvias.
Aprovechando la humedad pueden surgir también en medio de la espesura, como en este micro bosque que crece en medio de la ciudad, indiferente a los grandes esfuerzos que hace la gente por hacerlo desaparecer.
Una florecita solferina resalta entre tanto verde y capta la atención de los visitantes que buscan en esta ciudad esos detalles que así sean mínimos, la convierten en un lugar especial.
Caminos interiores (Medellín, Colombia)
Hay lugares en esta ciudad que sorprenden por su intimidad, es como si invitaran a la gente a adentrarse por la senda de la reflexión.
Lugares frescos y calmados donde el caminante puede liberarse por un rato de la urgencia que vive en las calles y dedicarse a dejar que su mirada interior se apropie de su pensamiento.
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