Una pequeñísima flor es el ejemplo perfecto de
que en la naturaleza pueden prosperar muchas formas de vida independientemente
de su tamaño.
En una ciudad donde la gente está acostumbrada
a convivir cotidianamente con la exuberancia de bromelias, heliconias u orquídeas
se pueden encontrar flores como ésta que además de sus reducidas dimensiones
ofrecen al mundo la simpleza de su escueto y sin embargo impactante diseño; no
sólo por la forma de los pétalos sino también por su esplendoroso color
amarillo.
Por la combinación del amarillo de la flor con el
verde de las hojas de esta planta, podría pensarse en una composición hecha adrede para atraer
la atención de algún observador minucioso o de alguna especie particular de
insecto.
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