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Un rincón de la estación (Medellín, Colombia)

Todas las ciudades tienen lugares que parecen escondidos aunque están a la vista de todo el mundo. Sólo los turistas se detienen a contemplarlos y a soñar con quienes los recorrieron en el pasado y que seguramente también los ignoraron.

Prohibiciones (Medellín, Colombia)

Las ciudades, que históricamente han dado cobijo a todos los ensayos y a todos los soñadores, que se abren gozosas a todo lo nuevo y a todas las posibilidades de la civilización, se dejan llevar también por el prurito de la norma.
Cientos de avisos les dicen a sus habitantes qué hacer y cómo vivir, llegando a veces a los extremos.
Este vagón que recorrió las carrileras de Antioquia llevando y trayendo sueños, terminó anclado en un rincón donde hasta se le prohíbe soñar con el viento y con la lluvia que azotaba sus ventanas, mientras que las miradas ansiosas de los pasajeros se bebían el panorama en cada viaje. Tal vez sus paredes todavía estén impregnadas con las esperanzas de los afortunados que viajaron en su interior.
Ahora que se ha detenido para siempre, nadie puede viajar en él, como si para viajar hubiera que moverse en el espacio, como si para viajar uno necesitara desplazarse de un lugar a otro. Tal vez los que se apropiaron de este vagón no saben que para la imaginación no hay lugares prohibidos para viajar y que ésta no reconoce exclusiones de ningún género.

El silencio del ferrocarril (Medellín, Colombia)

En los libros de historia, que describen los ires y venires de este mundo paisa, están consignados los nombres y las aventuras de aquellos que trazaron el que fue uno de los logros más importantes de esta tierra a finales del siglo XIX y principios del XX: el Ferrocarril de Antioquia.
Lo que no nos describen, es cómo se cancelaban los sonidos del bosque al paso traqueteante del tren. Cómo volaban en silencio los pájaros y dejaba de oírse la hojarasca mientras un hombre permanecería inmóvil, entre los árboles, observando fijamente las ventanas, tal vez con la esperanza de ver un rostro conocido.
Aunque desapareció hace tiempo todavía es posible ver, en esta ciudad, algunos vagones dedicados a menesteres tan peregrinos como una cafetería anclada al borde del follaje casi domestico de un jardín botánico.
Y a pesar de todo es posible rememorar, aunque sea con esfuerzo, lo que pudo haber sentido ese hombre que veía pasar por entre la vegetación la figura estruendosa y puntual del tren.
Lo que si no podemos revivir es su canto brusco, pues este vagón, como el ferrocarril, ha enmudecido para siempre.

La número veinticinco (Medellín, Colombia)

Después de hacer sentir su paso por los abismos y valles de Antioquia, la locomotora número veinticinco permanece expuesta, en la estación Cisneros, a los ojos de quienes, sin saberlo, se mueven por una ciudad que le debe muchas de sus características a ese Ferrocarril que continúa rodando en la historia y en la imaginación.

Medellín en blanco y negro