Después de hacer sentir su paso por los abismos y valles de Antioquia, la locomotora número veinticinco permanece expuesta, en la estación Cisneros, a los ojos de quienes, sin saberlo, se mueven por una ciudad que le debe muchas de sus características a ese Ferrocarril que continúa rodando en la historia y en la imaginación.
La realidad de Medellín va más allá de la imagen oficial. Queremos mostrar el rostro de una ciudad que parece cambiar cada día. Aunque la arquitectura permaneciera inalterada, la atmósfera, la naturaleza y la gente influirían en su aspecto de manera constante.
En uno de esos viajé hasta Barrancabermeja con mi mamá, en unos vagones incomodísimos, pero hoy estoy seguro de que lo volvería a hacer para recordar esos paisajes maravillosos de Antioquia que se abren al paso del potente silbato de la locomotora.
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