Entre las costumbres que han acompañado a muchas
generaciones en esta ciudad tenemos estos tradicionales triciclos que recorren
las calles prometiendo frescura todo el año.
A veces pasan inadvertidos a pesar de los
colores brillantes que llevan en esos frascos de boca ancha.
Pero en esta época tan calurosa los vemos como
una promesa. El hielo “raspao”, coloreado y dulce que venden se nos aparece
como la mejor forma de contrarrestar la sofocación que produce un sol tan fuerte
que hasta en la sombra se siente el aire tibio.
Pero no sólo es la promesa del frío lo que
seduce, son también los colores que ya están asociados en nuestro subconsciente
con el placer de los sabores. En algún momento en nuestra infancia nos permitieron satisfacer un antojo en un día de fiesta tal vez.
Y desde entonces sabemos
que un bocado de hielo coloreado y cubierto de sabores, es un bocado de puro placer.