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La última visita (Medellín, Colombia)

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Después de los paseos incesantes de las hormigas que acompañaron todo el proceso de la orquídea desde antes de empezar a despuntar su capullo, y después de que se hubieran ido en busca de otras fuentes de alimento o de asombro, llega la última visita. Un abejorro grande y sano aparece colgado de sus alas para despedir a la flor que lo esperó para dar por terminado su ciclo, para entregarle esos deseos de volar que su forma atestigua. El abejorro dorado, negro y amarillo llega para rondarla en una especie de danza de cortejo y cuando por fin la abraza permanecerá allí apenas unos momentos, espaciados  cada uno de ellos por otros vuelos, por otras danzas. Luego partirá para buscar flores quizá menos espectaculares, pero más generosas. Pero volverá. Cuando renazcan otras orquídeas repetirá la sucesión de giros, danzas y abrazos; una tarea que tal vez sea un requisito imprescindible para asegurar que en el futuro habrá más orquídeas y él pueda regresar o para que lo hagan otros abej

Gótico en el trópico (Medellín, Antioquia)

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Esta fotografía induce a pensar que el edificio al que corresponde esta cúpula está rodeado por una espesura lujuriante como se esperaría de un lugar ubicado en plena zona tórrida. Sin embargo esta ciudad construida en un valle en medio de los Andes tiene un clima que se asemeja poco a los calores que identifican el trópico. En realidad son pocos los árboles que rodean este edificio llamado Palacio de la cultura Rafael Uribe Uribe, nombre que se le dio a la vieja sede de la Gobernación de Antioquia, después del traslado de la administración departamental en la década de los ochenta. Construido en estilo neogótico, por el arquitecto belga Agustin Goovaerts, es una de las pocas edificaciones de este estilo que quedan en El Centro y que permiten recordar, a los que habitamos esta ciudad y a quienes la visitan, la belleza de la arquitectura que alguna vez caracterizó el centro de la Bella Villa.

Ikebana (Medellín, Colombia)

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Espontáneamente la naturaleza logra la sutileza, riqueza y profundidad que alcanzan los grandes maestros en esta disciplina después de mucho tiempo.  Hasta los japoneses, expertos en el ya centenario arte de los arreglos florales, admirarían las composiciones que pueden verse en esta ciudad a cada momento, donde sólo hay que tener la mirada atenta para encontrarlas en cualquier jardín.

Atrapados (Medellín, Colombia)

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El encanto de las flores está fuera de toda discusión y atrapa el interés de la gente, sobre todo en una ciudad que se precia de engalanarse con ellas todo el año. Las flores seducen a personas y animales por diferentes razones: a los seres humanos por su belleza y a los animales por la posibilidad de alimentarse. Pero a veces las flores pueden tener un lado amargo, pueden convertirse en una trampa. Al parecer no todas las flores son tan fáciles de polinizar como las rosas o las margaritas. Esta flor blanca de un carbonero le dificulta su tarea a las abejas. Las que se atreven a internarse entre sus filamentos corren el riesgo de quedar atrapadas. Otro drama que se suma a todos los que se escenifican diariamente por la supervivencia en este valle; tanto entre los grandes como entre los pequeños.

Lirio blanco de la estrella (Medellín, Colombia)

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Acostumbrados a los lirios sencillos, esos que otrora simbolizaron a la corona francesa, nos sorprende saber que éste también pertenece a la extensa familia de la flor de lis. Debió pertenecer a alguna casa real desconocida y de la que ya nadie guarda memoria. Hasta podríamos decir que pudo ser el símbolo de los aburraes, esos primitivos e ignotos habitantes de este valle. Por ahora sólo sabemos que esta planta crece en un jardín al borde de una calle y que parece haberse adaptado fácilmente a las difíciles condiciones que esta ciudad le impone a todos los seres que tienen que vivir en ella. Una ciudad que aunque se la llame de la eterna primavera es bastante exigente con la flora que permite crecer en sus montañas.

Una entre muchas (Medellín, Colombia)

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De todas las plantas de la tierra el 10 ó el 20% están en territorio colombiano. Entre ellas el número de orquídeas exclusivas de Colombia asciende a 1572 especies registradas de las 4270 que hay en todo el país. Y es que tenemos bosques donde un solo árbol puede albergar entre sus ramas más especies que todo un país con estaciones. Por eso no es de extrañar que a pesar de que una ciudad no es el lugar ideal para este tipo de plantas, en los patios, jardines y viveros de Medellín florezcan orquídeas en todas las épocas del año.

Una planta caminante (Medellín, Colombia)

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En cualquier jardín de esta ciudad puede uno encontrar plantas que florecen continuamente sin que se enteren las personas que pasan por la calle. Como este Iris caminante que al parecer no es lo suficientemente exótico como sus primas las orquídeas (si la juzgamos por su forma) ni suficientemente noble como los lirios (si la juzgamos por el parecido de las hojas) para despertar el fervor entre los admiradores de las flores. Sin embargo su belleza está ahí a la vista de todo aquel que quiera contemplarla. Este Iris en particular, haciendo honor a su nombre común, recorrió un largo camino desde San Francisco, un pueblito del oriente de Antioquia, hace unos 14 años y ha venido floreciendo desde entonces en el mismo jardín sin llamar la atención de casi nadie.

Gotas de lluvia (Medellín, Colombia)

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Nada más fotográfico que unas cuantas gotas de lluvia salpicando cualquier superficie. Sobre todo si esa superficie es la de las flores. Plantas y árboles no dejan de florecer en esta ciudad, donde la necesidad de algunos de cubrir la tierra con pavimento o concreto no ha podido erradicar la naturaleza que se cuela por cualquier tarjadura de los andenes o permanece en los patios de las casas que se parecen, por la variedad de especies que se cultivan en ellos, a los santuarios de alguna deidad telúrica.

Otoño en El Centro (Medellín, Colombia)

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A esta ciudad el clima del que goza le ha valido el nombre de “la ciudad de la eterna primavera”, sin embargo hay momentos en que aquellos que conocen de estaciones, llegan a pensar que ha llegado también el otoño a estos parajes: algunos árboles nos dan esa impresión cuando deciden, por algún arcano designio, despojarse de sus hojas para renovarse. Siempre que se ven estos árboles en su proceso de rejuvenecimiento no dejan de causar impacto en los observadores, acostumbrados ya a la frondosidad y la exuberancia de la naturaleza de este valle, a pesar de los atropellos que un urbanismo mal entendido le causan constantemente a la ciudad.

Lucha por la tierra (Medellín, Colombia)

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Las plantas que surgen casi espontáneamente en cualquier lugar de esta ciudad, sin que nadie las cuide aparentemente, amenazan siempre con tomarse los lugares que el ser humano ha reclamado para sí. Entre estas montañas la vegetación libra una batalla constante con el fin de apoderarse de nuevo de lo que le ha sido quitado. Y en no pocas ocasiones parece que logrará su objetivo.

Como libélulas (Medellín, Colombia)

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Las calles y avenidas de esta ciudad, sobre todo las de los viejos barrios como Prado, en el centro oriente, están sombreadas por árboles de diferentes especies, entre los que destaca el carbonero, que ha acompañado los paseos de los medellinenses desde los inicios de la vida en esta Villa. Rara vez se tiene la oportunidad de ver la copa de estos árboles desde otra perspectiva que no sea la del transeúnte y es por eso que se convierte en toda una sorpresa ver la cantidad de vainas que producen y como resaltan contra el verde oscuro del follaje. En un primer momento uno hasta se confunde y cree que son libélulas.

Belleza inquietante (Medellín, Colombia)

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Según la señora que vende plantas ornamentales en la plazuela San Ignacio ésta es una gloxinia doble. Y no se sabe si el nombre hace referencia a la conformación de las flores o a una aproximación a la cuantificación de la belleza, porque parece que tanto su forma como la intensidad de su color duplican la perfección de su hermana la gloxinia sencilla. Pero, a pesar de todo, el esplendor de forma y colorido que despliega esta planta no deja de resultar inquietante, porque recuerda peligrosamente a la planta carnívora de “La pequeña tienda de los horrores”, la famosa película del director Roger Corman.

Vestida de fiesta (Medellín, Colombia)

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Casi siempre han sido las rosas y las orquídeas las que se han llevado los elogios de la mayoría de los amantes de las flores; tal vez porque estas dos especies son las más conocidas tanto por su belleza y aroma como por su presencia en la historia de la humanidad las unas o por su exotismo las otras. Pero hay flores de todos los tamaños y formas que sorprenden a quienes las ven por primera vez. Es el caso de la flor de esta penca que parece vestida para asistir a una de esas fiestas que deben hacer las hadas, los elfos y todas aquellas criaturas que viven en las tradiciones milenarias de los pueblos. Con el intenso color y la elegancia de sus pétalos parece ataviada por Balenciaga o Valentino.

Campo de maracas (Medellín, Colombia)

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Esta planta (Zingiber Spectabile) originaria de Sumatra, Tailandia, Malasia e India y conocida popularmente como maraca ha ido conquistando gracias a su impactante forma y llamativos colores, las floristerías y jardines de esta ciudad, amante de las flores. Sobran las palabras cuando se observa la florescencia de estas plantas, tan extraña a la concepción que desde siempre se ha tenido de las flores por estos rumbos. Si bien es cierto que cada planta ha diseñado su propia forma de atraer insectos y pájaros para su polinización también lo es que unas se han esforzado más en el apartado de la originalidad.

Diseño minimalista (Medellín, Colombia)

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Una pequeñísima flor es el ejemplo perfecto de que en la naturaleza pueden prosperar muchas formas de vida independientemente de su tamaño. En una ciudad donde la gente está acostumbrada a convivir cotidianamente con la exuberancia de bromelias, heliconias u orquídeas se pueden encontrar flores como ésta que además de sus reducidas dimensiones ofrecen al mundo la simpleza de su escueto y sin embargo impactante diseño; no sólo por la forma de los pétalos sino también por su esplendoroso color amarillo. Por la combinación del amarillo de la flor con el verde de las hojas de esta planta, podría pensarse en una composición hecha adrede para atraer la atención de algún observador minucioso o de alguna especie particular de insecto.

En un jardín de Perú (Medellín, Colombia)

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En el barrio Boston, a unas cuantas calles de El Centro todavía se encuentran casas cuyos jardines son cuidados con esmero. Son algo así como un oasis para la vista, donde la gente se entrega aún a la actividad mesurada de sembrar y podar plantas que riñe con el mundo acelerado de las ciudades. Unas pequeñas flores que no alcanzan los tres centímetros de diámetro se abren constantemente al cielo de este valle frente a una casa de la calle Perú. No tienen mucho perfume al parecer pero su intenso color contrasta con el gris de los andenes y el asfalto que rodean el pequeño jardín citadino.

Gloxinias en el patio (Medellín, Colombia)

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El intenso color de estas flores de origen brasilero vuelve con regularidad a los jardines de la ciudad como lo hace periódicamente en macetas de toda Latinoamérica. Su textura y color, además de la delicada forma de sus flores hacen de esta planta una de las más mimadas y buscadas por todos aquellos que le dedican parte de su tiempo al cuidado de jardines. Y aunque no aparecen en las silletas que se ven en almacenes y centros comerciales de la ciudad en esta época de la Feria de las Flores, vale tenerlas en cuenta como una de las flores que ha encontrado un lugar en los patios interiores y hasta en los balcones de las casas de esta ciudad con vocación jardinera.

El helecho de los abanicos (Medellín, Colombia)

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El helecho, como todas las plantas adopta infinidad de formas, pero es en el trópico donde se ven sus manifestaciones más interesantes; desde el punto de vista del diseño sorprende cada vez que se las observa detenidamente. Este helecho parece haber inspirado, al menos en estos lugares, a ese elemento tan conocido y tan útil antes de la invención de los ventiladores: el abanico. Se le ve aparecer (no necesita que nadie lo siembre) por debajo de algunas plantas en patios y jardines y embellece los lugares donde se da con su forma delicada y la combinación pálida del sin fin de verdes que expone en sus hojas.

Textura de jardín (Medellín, Colombia)

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Con las plantas pasa lo mismo que sucede con las creaciones humanas: durante algún tiempo se ponen de moda algunos colores, formas y hasta texturas. De pronto uno empieza a ver en la mayoría de los jardines un determinado tipo de vegetación que le imprime a la ciudad un aspecto particular, diferente a como lucía en otras épocas o a como lucirá en el futuro. Pero eso es normal, supongo, si tenemos en cuenta la necesidad del ser humano por la novedad. Estas plantas aparecieron de pronto en los jardines públicos y de pronto invadieron antejardines y materas a lo largo y ancho tanto de la ciudad como de las poblaciones vecinas. Lo cierto es que sus tonos combinan de tal manera que parecen diseñados para crear allí donde se siembran un hermoso efecto decorativo.

El color intenso de las flores (Medellín, Colombia)

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Cada vez que se abren los botones de esta planta es una fiesta para los ojos. Es como si un pintor manierista se hubiera entregado a la tarea de mezclar colores en su mente y en su paleta para salvar el espacio que hay entre la imaginación y el lienzo con unos colores de una brillantez casi inverosímil. Una vieja planta de jardín se entrega incansable a producir, además de oxígeno, flores de colores tan vivos que atraerá bastantes insectos y las miradas de aquellos que se solazan en la belleza que por todas partes adorna estas tierras.