Cada vez que se abren los botones de esta
planta es una fiesta para los ojos.
Es como si un pintor manierista se hubiera
entregado a la tarea de mezclar colores en su mente y en su paleta para salvar
el espacio que hay entre la imaginación y el lienzo con unos colores de una brillantez
casi inverosímil.
Una vieja planta de jardín se entrega incansable a producir,
además de oxígeno, flores de colores tan vivos que atraerá bastantes insectos y las miradas de
aquellos que se solazan en la belleza que por todas partes adorna estas tierras.
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