Desde siempre el sueño de todos los escultores,
y hasta de quienes han contemplado estatuas durante milenios ha sido ver cómo
éstas cobran vida.
Esas imágenes de dioses dando un paso al
frente en el Antiguo Egipto dan cuenta de la primera puesta en escena de la ilusión
del movimiento, pasando por infinidad de creaciones hasta llegar al mito de Pigmalión
y Galatea donde se narra como una estatua, imagen de la mujer perfecta, se
convierte en un ser vivo.
Pero no sólo las estatuas pueden moverse ayudadas
por el mito, los árboles también lo hacen, como en este caso donde la escultura
de La Vida parece haberse estirado lo suficiente para unirse a las ramas de un árbol
que desde que fue testigo de la proyección de la piedra hacia el cielo quiso
tocarla.
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